Una escultura blanca sobre el agua, junto al
puente de Maremagnum en el puerto de Barcelona. Es un niño de 3,55 metros, con
las manos a la espalda, y una estrella azul en una de ellas. Mira
incansablemente al cielo desde 2005. Al cielo azul de día, al cielo lleno de puntos
de luz de la noche sobre el mar. Otra escultura idéntica saluda a los barcos
cerca de la bocana.
Miraestels
(miraestrellas) es una obra de Robert Llimós, y el Museo Marítim le ha
dedicado un espacio bajo sus arcos medievales, donde se puede ver de cerca la
pureza de sus líneas, las formas sin un solo ángulo, las variaciones en otros
tantos modelos en vitrinas. La gran estatua, el gran niño que mira al cielo,
parece un poco más triste, lejos de los cielos marinos cuajados de estrellas. El
propio Museo Marítimo le define un carácter “creativo,
ecológico, romántico, respetuoso, mediterráneo y universal”
Robert
Llimós es escultor, y pintor hijo de pintor, dedicado
a plasmar lo que ve antes que lo que siente. De pequeño salía con su padre
buscando el zeitgeist, el espíritu
del tiempo, y sigue defendiendo un trabajo hecho a conciencia, con una
seguridad de oficio antiguo. Ha dedicado Miraestels
al poeta Joan Brossa y su obra El saltamartí (El tentetieso).
Como anécdota, una de las esculturas se soltó de su
anclaje submarino a finales de 2016 y se fue a mirar las barcas Golondrinas de
cerca, donde fue captada por las barcazas del puerto y devuelta a su lugar. Llimós asegura que sus personajes flotantes
miran al cielo “como pidiendo ayuda por un
Mediterráneo contaminado”.
Llimós
tiene una larga trayectoria, con exposiciones y reconocimiento internacional
desde 1964. Realizó un mural para la familia March en su residencia de Cala Ratjada (Mallorca) y una escultura
para los juegos olímpicos de Atlanta, Marc,
dedicada a su hijo fallecido. Una copia de esa obra de vivos colores se colocó
después en la Villa Olímpica de Barcelona
En paralelo a su faceta artística, un hecho
marcó su vida y su trayectoria. En 2009 aseguró que había tenido un contacto
extraterrestre en Brasil y que fue abducido durante más de dos horas. Desde ese
momento su producción se centra en plasmar los seres con los que asegura que
mantuvo contacto. Son obras que siguen su estilo, pese a no tener
reconocimiento de la crítica.
Como el arte no está reñido con la ciencia,
la estatua Miraestels se preparó para
poder ser usada como baliza, recoger datos de contaminación, temperatura de las
aguas, etc. Llimós comentó que “se trata de humanizar las boyas técnicas y
aportarles belleza y un concepto lúdico”.
Fabricada en poliéster, también puede ser boya de señalización para
bañistas, motos náuticas o canales de entrada para buques.
La fabricación corrió a cargo de la empresa
Marina 92, heredera de la veterana Talleres
Vulcano, aquella firma nacida en 1826 y en cuyos astilleros se construyó el
primer barco de hierro con máquina de vapor de toda España, el Delfín (1836), y el primer submarino de
España, el Ictíneo de Narcís Monturiol.
Miraestels
contempla los cielos también buscando respuesta a la pregunta eterna: ¿Estamos
solos en el Universo?
La exposición de la escultura y los bocetos estará abierta hasta el 24 de
septiembre de 2017 en el vestíbulo del Museu Marítim de Barcelona. Entrada libre.