Los seres humanos somos sociales, nos gusta
estar en grupo, comunicarnos, debatir ideas, crear uniones para conseguir
fines. Y a medida que crecimos como especie, los grupos y sus ideas se fueron
dotando de símbolos tanto para reconocerse entre los propios miembros como para
ser reconocidos por los demás.
Uno de los símbolos que ahora ocupa más el
espacio público es el color amarillo, sea en forma de lazo o de cruces o de
pintura o de vestimenta. Mucha gente
muestra un rechazo brutal contra el color o el objeto que lo exhiba,
achacándole la simbología que más rabia le dé. Pero muy pocos han querido
averiguar qué significa exactamente un
lazo amarillo.
El lazo
amarillo significa el deseo de quien lo porta para que salgan de prisión
las personas que están encarceladas por sus opiniones, que vuelvan a casa. Sean
de la opinión que sean. Nadie tiene que estar en la cárcel por lo que dice o
por lo que opina, porque debatir ideas
es el eje central de la política participativa. Por eso el lugar donde se toman
las decisiones se llama Parlamento, “lugar donde se habla”. Así que encarcelar
a alguien por lo que dice es, de
entrada, un contrasentido. Alguien podrá
estar en desacuerdo con lo que dice otro o considerar que es una estupidez
supina. Pero no es (no ha de ser) causa de cárcel. De ahí que muchos usen el
lazo amarillo para defender esa libertad
de expresión. Y que otros, arrimando el ascua a su sardina, ataquen ese lazo amarillo asegurando
que simboliza una voluntad violenta de
quebrar el status quo, la convivencia de todos.
El lazo amarillo
se ha usado para las más diversas causas, probablemente porque es un color muy
llamativo, sin desdeñar que sale mencionado en una canción tradicional inglesa de
1973 (She wore a Yellow Ribbon, ella
llevaba un lazo amarillo) en recuerdo de una persona ausente y que de ahí pasó al mundo norteamericano, que es
como decir el mundo entero. Después
fue el símbolo de apoyo a los rehenes
en la crisis de Irán (EEUU) y en apoyo a los soldados de la guerra del Golfo
(EEUU).
El lazo amarillo alcanza todas las sociedades
humanas en todos los países. En Indonesia simboliza la solidaridad con las víctimas de la Revolución de 1998; en Italia,
con los prisioneros de guerra; en
Japón, apoya a los profesionales que son modelos
públicos de conducta; en Singapur, impulsa una reintegración social a los que han estado en la cárcel.
También se usa en apoyo a las mujeres
afectadas por endometriosis, en
lucha contra la espina bífida y la hidrocefalia,
hasta apoyo a las fuerzas armadas
(en Alemania), solidaridad con los soldados
de la Primera Guerra Mundial (Canadá) o lucha contra los incendios (Australia). Lazos amarillos se pusieron
contra los efectos del ruido (España),
por el hundimiento de Dong Fang Zhi
Xing (China), por las víctimas del hundimiento
del MV Sewol en 2014 (Corea del Sur).
El ser humano, intrínsecamente solidario con
el que sufre o con el que necesita ayuda, utiliza los llamativos lazos
amarillos para expresar su pensamiento y su apoyo.
En esta España que tanto duele a tantos, las
reacciones viscerales son más rápidas que los análisis intelectuales, la facilidad
de lo digital se usa antes que la reflexión, en una especie de tonta carrera a
ver quién la dice antes, a ver quién la dice más gorda, a ver quién asusta más,
a ver quién levanta más los ánimos. Y las voces de análisis quedan soterradas
bajo tanto griterío instagrámico de
redes sociales. La inmediatez en la comunicación es un gran, grandísimo logro
de la tecnología y de la sociedad actual. No hay que dejar que se transforme en
una apisonadora ciega.
Se han visto imágenes de gente arrancando
furibunda cualquier cosa amarilla. Se han oído demandas exigiendo que no se
coloque nada amarillo en un espacio público porque “lo politiza”. Exactamente,
para eso es un espacio público, para que las personas expresen públicamente sus
opiniones, y eso es la esencia de la política. También es un uso politizado
cuando se exhiben banderas pre-constitucionales o cuando se defiende el
maltrato animal llamándolo “fiesta”. Todas son expresiones de opinión pública,
todas deben ser respetadas mientras no destrocen irremediablemente el espacio
público. Siempre habrá quien le guste y quien no, pero eso no es causa para
exigir que desaparezca la opinión del otro. Si no, nos veremos abocados a
controlar los tiempos como en un parvulario y deberíamos haber superado ya esa
fase.
La ignorancia y la voluntad de enfrentamiento
ha llegado a solicitar a WhatsApp que elimine ese emoticón “por respeto a los
españoles”, sin identificar si “los españoles” se sienten ofendidos por la
endometriosis, la espina bífida o los soldados de Corea. Y si sólo son españoles
los que les molesta y no los más de 46 millones con opiniones para todos los
gustos. Un análisis más reposado avisa de que el lazo lleva años en la
aplicación y que no tiene nada que ver con el independentismo catalán, que
incluso se solidariza con el cáncer de huesos o las elecciones libres en Hong
Kong.
Pep Guardiola es un entrenador de
fútbol. Suele llevar un lazo amarillo visible, y se le ha amenazado achacándole
una voluntad enfrentista, violenta contra la situación política legal. Y ha
manifestado: “Espero que los políticos que están en prisión puedan irse lo más pronto
posible con sus familias. Si les puede pasar a ellos, entonces nos puede pasar
a nosotros también por dar una opinión. La gente no debería confundirse y pensar
que no podría sucederles a ellos, porque sí puede". No habla de la opinión de ninguno, sólo defiende que
las opiniones no deben meter a nadie en
la cárcel, porque es la esencia de la democracia. Que cada uno opine lo que
decida y que se hable, se parlamente.
Hablemos. Y que nadie vaya a la cárcel por hablar. Incluso si la idea es desmontar completamente el estado de
las cosas. Quizás sea necesario desmontarlo porque está levantado en
tierra movediza. O no, quizás sólo sea necesario sanear esa tierra. O no,
quizás sea necesario atraer otros apoyos y afianzarlo mejor. Hablar, dialogar,
comunicar, comunicar, que es la
esencia del ser humano. Si no hablamos, somos menos que seres vivos, bajamos
hasta el estado de bultos.
Corea del Sur, por las víctimas del hundimiento del MV Sewol |