Font de la Budellera (Fuente de la Budellera) es un manantial de agua dentro del Parque Natural de Collserola, en
Barcelona. Da origen a un pequeño curso de agua que, después de 1.800 metros de
recorrido, desemboca en la riera de Vallvidrera.
El Pelegrí |
En 1964 encargaron la figura a Ceràmiques
Bellvitge, de Hospitalet, con la condición de que la cara del peregrino fuera
la del marqués. En abril de 1965 quedó acabada y al mes siguiente se colocó en
la entrada: realizado en terracota esmaltada, de 1,95 m. de altura, vestido de
hábito, apoyado en un báculo y señalando la entrada de la casa con la otra mano.
Había nacido El Pelegrí. Mucha gente
creyó que la estatua representaba a San
Francisco, porque los marqueses tenían relación con la Sociedad Protectora
de Animales, y eran muy devotos del santo, que es su patrón. Los años y el
vandalismo dejaron a la escultura sin bastón y sin manos.
Obra de Antoni Tàpies |
En sus primeros años su agua tuvo fama de ser
mucho más sana que la del grifo, puesto que ésta atravesaba un bosque. Muchas
familias iban a pasar el domingo y a llenar garrafas, convirtiendo el lugar en
un espacio lúdico, de encuentro, de contacto con la naturaleza.
Torre Foster |
El agua brota a 200 metros de altura y surge
de la boca de una pequeña cara colocada en una pared de piedra, bajo una gran
arcada cubierta de ramas trepadoras. Sigue su curso montaña abajo, deteniéndose
en dos pequeños estanques rodeados de un espacio para descansar, hacer algún
picnic o escuchar a las palomas torcaces en permanente conversación.
En cuanto a su nombre, unas tradiciones
apuntan a que se consideraba que sus aguas tenían virtudes para los problemas
intestinales (budells), mientras que
otras aseguran que en 1860 había una casa al pie del torrente donde se
fabricaban cuerdas para guitarra con intestinos de animales (generalmente
gatos) que se lavaban en el curso del agua.
El acceso al lugar en transporte público es
bastante cómodo. Con los Ferrocarriles de la Generalitat se llega hasta la
parada Peu del Funicular. Ese funicular, tras un trayecto corto de unos diez
minutos, llega a Vallvidrera.
El Funicular abre sus puertas en una pequeña
plaza. Desde ahí, unas pocas calles:
Camí dels Algarves, Alberes, Can Basseda, Gabriel Ferrater y carrer de la Budellera,
hasta entrar de lleno en el Parque de Collserola
El funicular en sí mismo ya es un aliciente
para la visita a la Budellera. Construido
en 1906, unía el pueblo de Vallvidrera con la ciudad de Barcelona. En 1976 se
pintaron los coches de gris; en 1979 se incorporaron la red de Ferrocarriles de
la Generalitat y se pintaron de marrón. En 1988 se cerró el servicio durante
cuatro meses para acometer una reforma integral: cambio de vías, estaciones y
vehículos.
Hoy en día es completamente automático; su
trayecto total es de 736 metros, subiendo 158 metros de desnivel hasta alcanzar
la cota de 351 m. de Vallvidrera Superior. Su pendiente es de 29%; funciona con
dos vehículos a la vez: en una sola línea uno sube y otra baja, y se
intercambian en un desdoblamiento puntual a mitad del recorrido. Cada vehículo
tiene capacidad para 50 personas y alcanza una velocidad de 5 metros por
segundo gracias a la tracción del cable que lo sujeta, de 30 mm de diámetro, y
que lo hace deslizarse en unas vías de 1 m. de anchura.
El entorno de la Budellera es una invitación permanente
a mirar el entorno y respirar hondo. Después de contemplar la ciudad de Barcelona
desde el funicular hasta la entrada del parque, los árboles de gran porte indican
quienes son los señores del lugar: Grandes robles centenarios (uno de ellos apuntalado
con una viga para que no se quiebre), pinos blancos de respetable altura, encinas,
sotobosque… y las huellas de estar en un entorno natural: canto de palomas torcaces,
huellas de jabalíes, alfombra de hojas secas del final del invierno, brotes de hojas
nuevas y flores…
Todo el parque tiene señalizaciones de otras rutas y otras fuentes en cada recoveco, paseos, masías… el Tibidabo, visible desde
casi todos los ángulos, otorga su imagen de castillo de cuento como referencia ante
una duda de orientación. La ruta sencilla, de Vallvidrera a la Budellera y vuelta,
son menos de cuatro kilómetros.
El rito obligado de beber agua de la fuente demuestra que la torre Foster no contaminó el agua, que la sequía del invierno ha
dejado el cauce casi exhausto… y que la gente no se ha olvidado de la Budellera.