Michael
Crichton (Chicago 1942- Los Ángeles 2008) publicó su
primera novela siendo estudiante de Medicina. En esta obra abordó uno de los
temas que más éxito le ha dado, la ficción médica. Además de guionista,
director y productor de cine, fue el creador de Parque Jurásico, y llegó a vender 200 millones de ejemplares de sus
libros (traducidos a 36 idiomas), entre los que destacan El Mundo Perdido, Acoso, Sol Naciente, Congo y Estado de Miedo. Doce
de sus obras han sido llevadas al cine.
A lo largo de 500 páginas Crichton va narrando una historia de
personas actuales afectadas por decisiones que les afectan en lo más propio:
sus propias células. Empresas de biogenética que patentan variaciones de genes
y por un requiebro legal pretenden ser los propietarios de una parte de una
persona, los tejidos de los que sacaron muestras, experimentos poniendo genes
humanos en un loro gris y en un chimpancé hasta el punto de que no queda claro
qué ser son ahora…
La novela, dinámica y con un punto policíaca,
da pie a reflexionar continuamente sobre el alcance de la bioingeniería, sobre
el ingente poder que pueden llegar a ejercer determinadas multinacionales por
encima de la integridad física de una persona, sobre las posibilidades
alienantes de convertir los tejidos vivos en pantallas publicitarias…
El propio texto comenta “...el mundo natural había tomado un camino totalmente erróneo. Lo que
el género humano le estaba haciendo al planeta había roto el delicado
equilibrio de la naturaleza. La contaminación, el crecimiento desenfrenado de
la industria, el deterioro del hábitat… Cuando los animales se sentían
asfixiados y acorralados, exhibían un comportamiento brutal en su esfuerzo
desesperado por sobrevivir.”
A lo largo del relato, el autor inserta
reproducciones de artículos de diarios ficticios. Uno de ellos defiende la patente
(y venta) de un gen modificado para la madurez personal: “Los adultos han dejado de madurar. Podría tratarse de una reacción
adaptativa; una flexibilidad de actitudes, comportamientos y conocimientos
infantil puede resultar útil para conducirse en la creciente inestabilidad del
mundo moderno, donde es más probable que la gente cambie de trabajo, tenga que
adquirir nuevos conocimientos y se mude a nuevos lugares. Sin embargo, el
precio que se ha de pagar a cambio es el de la incapacidad de mantener la
atención durante períodos prolongados, la búsqueda frenética de lo novedoso,
los ciclos cada vez más cortos de modas arbitrarias y una frivolidad emocional
y espiritual generalizada. La gente moderna carece de la profundidad de
carácter que parecía más común en el pasado”.
Ya puestos a sacar beneficio de cualquier
cosa que se pueda hacer a nivel genético, después de desterrar (previo pago)
enfermedades y adicciones, lo siguiente es sacarle provecho a cualquier forma
de vida sana, sin más. Por ejemplo, los peces de los arrecifes, esos seres
maravillosos, atractivos, de colores chillones y formas espectaculares. Se les
podría poner genes fosforescentes que, convenientemente manipulados, llegasen a
trasparentar en su piel el logo de una empresa: “…debemos escoger los que mejor se adapten a nuestras necesidades. Y
requerirán la patente de la fauna marina en cada caso. Patentaremos el pez
payaso Cadbury, el pez ángel Royal Bank, la manta British Airways… La capacidad
de reacción es importante, es una situación de competitividad, el pez payaso McDonald
ha de dominar el entorno antes de que Burguer King patente el suyo… Cuantos
mayores resultados reporte nuestro pez
patentado, con mayor frecuencia se verá nuestro anuncio y mayores garantías
obtendremos de la extinción de los peces originales sin mensaje. ¡Entramos en
la era de la publicidad darwinista! ¡La supervivencia del mejor anuncio!”
La novela fue publicada por primera vez en
2006.