El descenso del Amazonas es un libro escrito por Joe Kane. El
subtítulo reza: “El relato de la primera expedición que logró recorrer el Amazonas
desde la fuente hasta la desembocadura en el Océano Atlántico.”
No
es el último best seller en libros de viajes, es uno de esos volúmenes de fondo
de librería, uno de esos relatos que esperan pacientemente al lector adecuado,
porque no atienden modas, sino modos de leer.
Nueve
hombres y una mujer, de Polonia, Inglaterra, Costa Rica, Sudáfrica y Estados
Unidos. Deportistas, científicos, aventureros, una doctora, un periodista.
Ellos, sus miserias y sus heroicidades cotidianas se embarcaron en kayak para
recorrer el Amazonas desde la fuente hasta la desembocadura, 4.500 km. más allá.
No
es el argumento de una novela, es un viaje real realizado en 1985. Las
motivaciones de ellos fueron tan variadas como los vericuetos del rio, los
ramales que tuvieron que escoger, las decisiones sobre sus propias vidas que el
rio les iba imponiendo. Desde el que quiere filmar un documental hasta el
aventurero o en científico, pasando por el que quiere demostrarse a sí mismo
que no es cobarde. Las vidas de la gente del río, los que viven minúsculamente
en las orillas del mayor río del mundo, y el periodista que ha de escribirlo
todo.
No
fue sólo un viaje físicamente largo y extenuante, lleno de maravillas y de
sorpresas, de hielo andino, calor tropical, humedad asfixiante y un río que va
convirtiéndose en ocho kilómetros de anchura. Fue un recorrido que muchas veces
rozaba lo suicida, que algunos abandonaron a mitad de trayecto. Y que les
cambió la vida a todos.
La
obra, escrita por Joe Kane en 1989,
narra en primera persona las sensaciones del periodista y lo que observa de los
demás. Su texto es claro, con los adjetivos justos y con las descripciones más
elegantes de las escenas menos elegantes. No esconde sus miedos, su retos
físicos, el rechazo de algunos hacia él y de él hacia algunos, su cobardía, su
lucha contra ella, sus cambios de opinión… todo en medio de un mundo que es
agua en permanente movimiento, océano de líquido en movimiento que va a
travesando poblados, lugares que no merecen ni ese nombre, miserias, gentes
felices y gentes permanentemente asombradas, gentes estancadas y atrapadas en
las orillas de un río que siempre se va. Páginas para aprender qué son aguas
bravas, aprender a leer en los remolinos y en los rugidos, aprender a ser tan
prudente como valiente.
Los
libros de viajes tienen una garra que se aferra al pecho del lector, lo arranca
del sillón y lo empuja fuera de casa, a irse aunque no sepa a dónde. Pasar las
páginas de esas vivencias mientras se está cómodamente sentado en algún sitio
es sentir que algo se nos escapa, que estamos perdiendo alguna oportunidad magnífica,
que la aventura está llamándonos desde no sabemos dónde, y que criaremos una
enorme panza de aburridos si no le hacemos caso.
Las
páginas de Kane hay que leerlas y
después digerirlas, aceptar esa confesión de las propias contradicciones, la
descripción de un sentimiento en una dirección, que a la hora de expresarlo en
voz alta, se convierte en un razonamiento en dirección contraria. El
protagonista, agotado y asustado por el río, madura durante un buen rato las
razones por las que ha decidido abandonar la expedición. Llega ante el guía y
simplemente dice. “Cuenta conmigo,
llegaré hasta el final”.
Ese
es el gran mérito del libro, de la narración: todos nos sentimos de alguna
forma identificados con ese miedo que sentimos dentro y que convive con esos
actos valientes que llegamos a hacer. Y exactamente lo contrario, también
sentimos como propios esos valores que aseguramos tener dentro y acabamos
actuando alguna vez con la mayor cobardía. Las contradicciones de estar vivo.
A
fin de cuentas, todos, en nuestras pequeñas vidas, navegamos por nuestro Amazonas
particular, permanentemente hacia la desembocadura, conociendo gentes y lugares
que nunca acaban de ser nuestros, situaciones, riesgos, maravillas y penas que
siempre van quedando atrás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario