Dos ciclones han puesto patas arriba lo poco que había en pie en Cuba. Hay voces que claman para que de una vez también se arrase la penosidad cotidiana y la situación política que existe enquistada desde hace más de medio siglo. Que Cuba necesita grandes cambios lo saben hasta los que lo niegan. Pero ahora no es el momento.
Dos ciclones han arrasado la isla. No se pueden arrasar ahora las instituciones estatales, porque sería destruir el propio país. Son necesarias soluciones inteligentes y prudentes, dos piezas que no suelen prodigarse en los discursos latinos. No se puede rechazar una importante ayuda norteamericana (cinco millones) en nombre de una malentendida dignidad, que suele ser el nombre que le dan a la obcecación inadaptada. No se puede mantener un discurso de paranoia persecutoria. Es un argumento que solamente busca captar la atención y forzar el odio de los isleños en una única dirección externa a la isla, para que no se preocupen de nada más.
Insuflar odio antinorteamericano en el discurso, mientras se cobra el alquiler de Guantánamo y se practica béisbol americano. Imitar todo lo yanki, usar barbarismos ingleses y a la vez, reafirmar la condición de latinos. Cubanadas. Adorar a San Fidel es tan patéticamente ingenuo como satanizarlo. Nadie es totalmente bueno ni totalmente malo y todo tiene su momento. La soluciones que quizás fueron válidas en un momento pueden ser gravemente contraproducentes si no se entiende que el tiempo pasa por encima de todos, nos guste o no.
El mundo no empieza ni acaba en EUU. El embargo existe y es una chulería de matón barriobajero. Pero no es tan salvaje como lo fue en sus comienzos. De hecho, para el que puede pagarlo, hay de todo en la isla. Y ni Cuba es lo mejor del mundo, ni los cubanos son supermán en versión antillana, dos concepto que se les insufla en las venas a los isleños después de prohibirles salir de la isla y conectarse a Internet y mantenerlos bajo un sistema de control casa por casa.
El momento actual es muy delicado: empezaban las discretas aperturas, que tuvieron mucha aceptación en un país que todavía funciona con cartillas de racionamiento. Pero no hay que olvidar que no sólo son los hermanos de largo discurso los que ostentan el poder. Hay mucha más gente implicada, tentáculos imbricados en la sociedad civil. Las aperturas han de ser sin prisa y sin pausa para minimizar los daños colaterales.
Cuba necesita dinero, pero ahora no tiene producción, ni industria, ni siquiera fluido eléctrico. No es buen cliente para un crédito, además de que el mercado norteamericano, que sigue siendo su obsesión, ha demostrado que no es financieramente estable. La isla se dedica mayoritariamente al sector servicios y tiene que importar el 80% de los alimentos, a la vez que mantiene el 40% de las tierras de cultivo abandonadas. Y con la que está cayendo, ha subido la gasolina el 100%.
Podría acudir a otros mercados económicos. Desde Europa, que ya tiene mucho invertido (los españoles Meliá son los mejores hoteles de Cuba), hasta China, que está invirtiendo fuera de su país (en Africa) mucho más de lo que parece. India es una potencia consolidada (con sus peculiaridades, pero lo es) y todo el sureste asiático está despegando con fuerza.
Cuba exige que se le atienda sin preguntar. Pero todo el que presta dinero tiene derecho a saber para qué. Europa tiene una larga tradición de dolor y guerras y unas instituciones comunitarias que han costado larguísimas negociaciones. Ahora está en su derecho de no querer financiar a quienes no respetan la voz del disidente o mantienen unas actitudes de enfrentamiento, unos principios que costaron sangre en estas tierras. El Viejo Continente tiene sus contradicciones y no pequeñas, pero estamos hablando de créditos.
La solución, como siempre, está en la comunicación, en el diálogo. Que Cuba se siente y negocie créditos, inversiones, aportaciones. Sin bravuconadas, sin dignidad de opereta, sin oscurantismos, sin cubanadas. Como país es un mercado interesante, porque lo tiene todo por hacer. Con una aceptación previa: Cuba forma parte del mundo, y no puede pretender que sea el mundo el que baile al son de Cuba.
Texto y fotos: Marga Alconchel
1 comentario:
Astracanadas. No se puede hablar sin conocimientos. Aceptar "ese" tipo de ayuda norteamericana, para Cuba después de 40 años de embargo comercial, cultural y sanitario sería como si a "alguien" que se le deben dos millones de pesetas, le dieran un café cortado para que se consuele.
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