sábado, 8 de agosto de 2009

Algo suyo se nos quema, señor.

Lamentablemente, yo no tengo un bosque. Así que cuando arden miles de hectáreas, cuando mueren abrasados 11 hombres intentando apagarlos y cuando me dicen que tardarán noventa años en volver a estar como estaba, siento que se ha perdido algo mío que no es mío. Porque los bosques son de todos, pero en su mayoría tienen dueño con nombre y apellidos, no son públicos.

En algún sitio el propietario de un bosque comentaba que es carísimo cuidarlo y que no les dejan sacar beneficio razonable de ese cuidado. Y que encima es imposible vallarlo, y los domingueros lo llenan de basura que lo enferma y ayuda a propagar incendios. Que cuando todo está bien, es gracias a todos. Y cuando está mal, es culpa del propietario. Y que al final acaban tirando la toalla. 

Imagino que tener una propiedad de tropecientas hectáreas de bosque de pinos y matorral significa tener mucha madera que no puedes tocar. Y mucho suelo que no puedes sembrar ni edificar. Y mucho “monte de caza” que no puedes alquilar alegremente. Mucho dinero al que no tienes acceso, pero por el que pagas impuestos. También imagino que Ayuntamientos y propietarios tienen muy claro que es importante que esos bosques estén vivos y en perfecto estado. Como patrimonio verde, por salud planetaria y por atracción turística, que todo cuenta. Los ayuntamientos dicen que no tienen personal para limpiar los bosques, pero también es cierto que no es una actividad espectacular que levante votos.
La Ley de montes dice cómo hay que cuidarlos. También está escrito que sólo se cumple en un 13%. Hay quien habla de que arden por el rayo, otros por abandono, otros dicen que por pirómanos enloquecidos, otros hablan de venganzas vecinales, de herencias mal definidas y terrenos peor marcados. Como en las pelis, preguntamos otra vez: ¿A quién beneficia todo esto?

En el pueblo de Salt (Girona) han cogido infraganti a un pirómano que encendió 7 fuegos al lado de la carretera. No era tontería juvenil, tiene 72 años y antecedentes. A veces detrás de esos comportamientos hay odios enconados durante toda una vida. ¿Y qué culpa tienen los árboles?


¿Y los que son puro accidente, cómo los evitamos? El invierno pasado se avisó que había llovido mucho, que la primavera sería fértil y por tanto el verano, con alto riesgo de fuego. ¿Con seis meses de antelación ya se sabía y ha tenido que arder medio país? Se habla de concienciar a las generaciones que suben. La mayoría ya están concienciadas, se toman muy en serio la vida verde. Pero una cosa es la conciencia y otra el curro. Alguien no está haciendo los deberes.

Si los habitantes de los pueblos, los que están justo al ladito, se quejan de abandono y las instituciones forestales de que no dan abasto, algo hay que cambiar. Quizás trabajos de reinserción social, quizás condenas severas y rápidas a los culpables, quizás trabajos forestales que den créditos lectivos a los estudiantes, quizás brigadas de soldados que hagan algunas semanas de ejercicio bajo las copas… Se aceptan ideas: Se nos quema el país.

Texto y fotos: Marga Alconchel

1 comentario:

Anónimo dijo...

Está muy acertado en todo. Este me ha gustado mucho.
TERESA