Recientemente han coincidido en Barcelona dos
exposiciones que mostraban la Barcelona de los años 70, los años del
desarrollismo que andaba tranquilamente al lado de la miseria. Una de Antoni Capella, fotógrafo profesional
que ejerció para Radio Barcelona,
abierta hasta el próximo 3 de octubre. (http://arxiufotografic.bcn.cat/es/exposicion/exposicion-antoni-capella-fotograf-de-societat1955-1980)
La otra, ya clausurada, era un homenaje a Leopoldo
Pomés, fotógrafo y publicista de campañas míticas.( https://www.lapedrera.com/es/leer-mas/exposicion-leopoldo-pomes)
La de Capella
en el Arxiu Fotográfic de la ciudad,
que tiene en depósito los 260.000 negativos metódicamente ordenados que les ha
entregado su viuda. La otra en la gaudiniana Pedrera. Los dos retrataron las gentes, las modas, los modos y la
elitista Terraza Martini. Pero sus ojos no eran iguales.
Antoni
Capella Contra (1934-2005) empezó fotografiando las cosas
de su alrededor, las bodas, las gentes, lo cotidiano. Realizó un catálogo de
peluquería porque su mujer era peluquera. Fotografió la gran inundación de 1962
que arruinó la comarca del Vallés. Regaló una copia de las fotos a Joaquín
Soler Serrano, que lideraba una campaña en Ràdio
Barcelona para ayudarles. Ahí empezó una colaboración que duró décadas.
Capella
retrató con sus Leica locutores ante
el micrófono, grandes voces y grandes personalidades que dejaron huella y
condujeron el ánimo del país durante años, y que como tantas cosas, han acabado
residiendo en el olvido, ese enorme cielo. Retrató muchas noches en la Terraza
Martini, esa coctelería de la Barcelona benestant (bien-estante), de copas, charlas y vida nocturna en un país que se acostaba temprano porque la
tele (la única tele) finalizaba la emisión con la foto fija de un paisaje,
música lenta, la frase “…el alma se
serena…” y fundía en nieve.
La Terraza Martini, instalada en el 62 del Paseo de Gracia, fue escenario de estrenos
de película, obras de teatro y hasta entregas del Premio Planeta. Funcionó entre 1961 y 1980, sólo abría a la hora
del aperitivo y por la tarde hasta la cena. Se entraba por invitación y era
obligatoria la corbata… excepto para John
Wayne. Cosas que pasan.
En la exposición de Capella hay muchas imágenes de grupos musicales de vida efímera,
muchísimos baterías, cantantes con más voluntad que mérito, y algunas caras de
gentes que sí lo consiguieron. Capella
era un fotógrafo documentalista, tenía un gran dominio del flash, y sus fotos
quieren reproducir su entorno, ser un testimonio honesto. Sus imágenes casi
nunca se publicaban, porque se vendían a
los fotografiados.
Probablemente en la Terraza Martini coincidió
alguna vez con Leopoldo Pomés Campello (1931),
fotógrafo consagrado, artista del ángulo y de la imagen publicitaria, integrante
de Dau al Set y de la Gauche Divine.
Pomés es un hombre de la
burguesía de su época, de aquellas gentes que veían las vidas difíciles de su
entorno y querían cambiarlas, pero sin perder la sonrisa, con buen humor, con
divertimento. Con la amable solidaridad del que sabe que sus cosas siempre irán
bien.
La
retrospectiva de La Pedrera llevaba
el nombre de Flashback (el
restaurante especializado en tortillas creado por Pomés) y recorría su trayectoria como fotógrafo, impecable artista
de la cámara, creador de imágenes icónicas en todas sus facetas, tanto de
publicista como de retratista o simple enamorado de la fotografía, esa cienciarte que atrapa la vida en retazos
de papel.
Sus
ideas rompedoras, sus campañas publicistas, sus amigos, sus reuniones, sus
actividades, sus negocios… todo un universo que fue también toda una época en
sí mismo, la Gauche Divine… todos
esos elegantemente antisistema, discretamente anti régimen. Cultos,
intelectuales, escritores, poetas, creadores de cine (Escuela de Barcelona), cantantes y rubísimas modelos.
Al
margen de sus cuitas existenciales, de sus negocios y de su buena vida social,
las fotografías de Pomés son un lujo
para la vista. En una de las paredes hay una frase en la que agradece a su
padre que le enseñara a mirar. A
mirar las cosas, a mirar las gentes, a mirar la vida. Él se aplicó con aquellas
cámaras y con aquellas posibilidades, y desarrolló su mirada hasta ser todo un
referente en publicidad, hasta crear imágenes con tanto peso por sí mismas que
la gente recuerda la imagen más que la marca.
La
modelo rubia que cabalgaba sobre un caballo sin silla, los mohínes risueños de Teresa Gimpera mientras anunciaba algo,
los toros que tenían que ilustrar un libro que no llegó a ser porque Hemingway se pegó un tiro. La Barcelona
pobre que no llegó a ser libro porque era demasiado gris, triste, sin jardines.
Retrató
el dia a dia de la calle. De las gente que miraban su publicidad desde el lado
del que no puede consumir. Que contemplaban los mundos de ensueño que plasmaba
desde los ojos de los que no tienen más sueños que un sobrevivir medianamente
digno.
Maestro
del retrato, la exposición se abría con uno a tamaño natural de una persona de
su entorno familiar: su peluquero, el hombre que venía a casa a cuidarle el
cabello como lo había hecho antes con su padre. Pomés lo singularizó admirado por su talante, por sus ojos
burlones, por los instrumentos de su oficio que llevaba colgando del cinturón.
Ambos fotógrafos retrataron la ciudad en la
que vivían: Capella como un
documentalista, Pomés como un
artista. El tiempo ha colocado la obra de Capella
en el Archivo Fotográfico, lugar de la memoria en imágenes. Pomés
continúa creando, consciente de que el tiempo lo convierte todo en
recuerdos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario