Del
Reino Unido llega una noticia social: una madre afectada por la crisis
económica congeló el cadáver de su hijo hasta reunir el dinero suficiente para poder enterrarlo. Más que una práctica macabra, es una solución desesperada para dar una
salida digna a un problema que cuando sucede no admite esperas: enterrar a los
muertos propios.
En
diciembre, en Asturias, un hombre dejó en la cama el cadáver de su madre
fallecida y abandonó la vivienda, porque no podía pagar el alquiler ni el entierro.
Las
generaciones anteriores convivían con una mortandad alta tanto de ancianos como
de niños. Florecieron empresas de seguros funerarios, que por una cuota mensual
aseguraban un entierro con los complementos que contratara el beneficiario.
Fue una época en la que era corriente ver cada mes a los cobradores (no existía el pago domiciliado), carpeta en mano, llamando a los timbres de una portería y anunciándose directamente como “el de los muertos”.
Fue una época en la que era corriente ver cada mes a los cobradores (no existía el pago domiciliado), carpeta en mano, llamando a los timbres de una portería y anunciándose directamente como “el de los muertos”.
La
famosa crisis (y la ruina) que algunos políticos ven superada, o presente o
escondida, o amenazante, según el color de su partido o el momento electoral,
es una realidad absoluta, aplastante y cotidiana para muchísima gente.
Así
que se buscan salidas: Desde el que sólo puede pagar una cremación y se lleva
la urna para echarla al mar (pobre mar, último destino de demasiadas cosas),
hasta los que no pueden nada y donan el cuerpo a la ciencia, que se encarga de
recogerlo sin coste.
Y en España se han disparado tanto las donaciones de
cuerpos, que en algunas instituciones ya no admiten más porque no tiene dónde guardarlos.
Existe
la necesaria e impecable fosa común,
pero es un destino demasiado anónimo para la mayoría de los casos. Demasiadas
veces, ciudadanos con nombre y apellido, que han pagado impuestos durante toda
su vida en todos y cada uno de sus actos, han llegado a los últimos momentos
con un grado de pobreza que amenaza en convertirlos en NN, No Name, sin nombre,
acrónimo de los cadáveres sin identidad. Demasiadas veces, las familias
golpeadas por la muerte de uno de los suyos necesitan un lugar donde llorarlo,
donde dejar pedazos de pena en medio de la vorágine del día a día.
Quizás, además de solucionar esta crisis en la que nos metieron los que vivieron muy por encima de lo que nos estaban robando, deberían también cuestionarse que, igual que con nuestros impuestos el Estado cubre correctamente nuestro nacimiento, nuestra entrada en el mundo, debería cubrir en el mismo grado la salida de él, puesto que ese último paso es inevitable.
3 comentarios:
Daniel Escrig Secanell: Horrorós.
Marga Spilman: Por favor... Qué duro!
Lo que cuesta un entierro, las propuestas de municipalizar el servicio, las asociaciones, los abusos. Lo necesario y el negocio abusivo: http://www.eldiario.es/sociedad/desconocido-negocio-servicios-funerarios-Espana_0_502899757.html
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