lunes, 8 de mayo de 2017

Los tejados de Justo y Pastor

Las viejas ciudades acumulan historias, edificios, restos arqueológicos... y también rincones especiales que pasan desapercibidos en la vorágine de todo lo que hay que ver.

 Barcelona tiene un Barrio Gótico, y en él, apretujada entre las mini-calles que protegían las viejas murallas, hay una basílica que se mantiene discretamente en pie, sin estridencias, dedicada al culto cristiano ininterrumpidamente desde el siglo IV. Fue vendida por los Limosneros de Mir en 985 y transformada en iglesia gótica en 1342, en unas obras que se alargaron hasta 1574. Es la Basílica dedicada a los mártires Santos Justo y Pastor


Fue el último gran templo gótico construido en la ciudad, levantado sobre los restos de una iglesia románica. Una vez terminado, alzaba al cielo su nave central de cinco tramos, su ábside poligonal y las seis capillas rectangulares instaladas entre los contrafuertes de cada lado.

Hoy su puerta se abre en una minúscula plaza, de la que salen calles en las que casi no cabe un coche, donde comparte espacio con terrazas de bar, tiendas de suministros, balcones con macetas y ropas tendidas, en ese mundo abigarrado que es el Barri Gótic, creado cuando las murallas protegían y asfixiaban el espacio.

Los siglos y los vaivenes históricos han ido añadiendo y quitando, consiguiendo un lugar único, lleno de detalles, sereno y calmado en medio de la vorágine de un barrio intensamente turístico. Las guías hablan de sus restos visigóticos, de su órgano de tres niveles y 1.885 tubos. De su espléndido retablo de la Pasión pintado por Pere Nunyes entre 1528 y 1530. Incluso de la imagen de la Virgen de la Candelaria, patrona de Canarias y donada por la Casa Canaria en Catalunya.


Pero la visita guarda un lugar con vistas. En un rincón estrecho y discreto se abre una escalera de caracol que llega, esforzadamente, hasta el campanario, hasta el cielo de los tejados que la rodean.

Como corresponde, la escalera es estrecha y empinada. Algunas veces parece hecha para agobiar al que intente seguir ascendiendo, y siempre hace pensar en la talla física de las personas que la construyeron y que la usaban, seguramente mucho más pequeños que la media actual. 

El camino hacia el campanario pasa por una terraza intermedia a la que se abren las vidrieras del edificio, mostrando un trabajo artesano minucioso que unió los cristales de colores entre venas de plomo fundido. La dilatación del calor y la contracción del frío quedaban absorbidas por el plomo y el vidrio sobrevivía a todas las estaciones.

 
 Los escalones desgastados dan fe de las muchas suelas que los han usado. Al alcanzar la terraza del campanario se abre el cielo, sonríe la cruz lobulada y los tejados del barrio entero muestran sus lomos hasta donde alcanza la vista. Los turistas alemanes que se han atrevido a subir respiran hondo después de algunos tramos en que han tenido que subir de lado, literalmente. A fin de cuentas, los caminos fáciles no suelen llevar a sitios interesantes.
La basílica está tan encajonada entre las casas que los tejados casi se tocan, por las ventanas se ve la vida del barrio y los terrados de los edificios muestran ropas tendidas y armarios de ascensores, los elementos que recuerdan que estas piedras de miles de años están mirando al siglo XXI. 

Toda Barcelona se desparrama por los alrededores, muestra sus altas intimidades, sus alturas, su mar, siempre acariciando las playas y sus montañas, modestas, siempre dejando que se le suban a las laderas. Sus entramados de calles, sus barrios diferentes y diferenciados.  

Es un rincón de una ciudad milenaria que, sin dejar de actualizarse (con mayor o menor acierto), sigue mostrando su pasado, sus edificios, sus rincones, sus piedras vivas.


Web de la basílica: http://basilicasantjust.cat/

7 comentarios:

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