Bajo el titulo Bobos en el paraíso, David Brooks hace un estudio sociológico de la
nueva clase social que se ha ido extendiendo por todo el mundo occidental desde
hace unos años. Una clase que se ha alimentado de sus padres burgueses, que
rechaza los convencionalismos pasados de moda… para adoptar otros considerados
más cool.
David Brooks |
El autor confiesa que forma parte de
ese colectivo, de los que tienen buenos ingresos económicos, buena cultura y un
afán desmedido en que todo eso parezca casual, sin esfuerzo. Son burgueses
bohemios, bourgeois bohemians, bo-bo.
El prólogo de Vicente Verdú no
aclara si el autor sabe el significado de bobo
en castellano, ese idioma que hablan 500 millones de personas en el mundo.
Con lenguaje inteligente y
desenfadado, a lo largo de 300 páginas recrea el mundo bobo y las causas que lo han hecho florecer, sus modos y sus
contradicciones. Su obsesión por parecer creativos en trabajos intelectuales,
mientras visten ropa de obrero industrial a precios de ejecutivo yuppie. Su
decantación por la gastronomía rarísima, con productos rarísimos, pero todos
ecológicos y creados en cocinas domésticas con espacio para alimentar a un
ejército. Por supuesto, un colectivo humano con buenos ingresos económicos y
gran nivel cultural, pero que encuentran de mal gusto que se note demasiado.
Una generación que rechaza las
convicciones religiosas o filosóficas de sus mayores, pero mantiene una
vinculación con alguna creencia que no le presione demasiado. Que busca el
subidón de adrenalina del riesgo, pero con el suficiente margen como para no
hacerse daño. Que usan coches todoterreno con ruedas casi de camión para
circular por ciudad, o para acercarse a algún senderito donde tener la
sensación de que están en plena naturaleza salvaje.
Son una generación que recuerda y
rechaza todo lo burgués, lo pretencioso, lo del trabajo por el trabajo mismo.
También rechazan lo bohemio por inútil, por demasiadas carencias, por poco
efectivo. Y en su afán por tener entidad propia han creado unos modos propios,
ni bohemios ni burgueses, pero con un toque de ambos. En palabras del propio
autor: “Resulta pretencioso construirse
una gran finca con jardines cuidadísimos. Pero nadie te echará en cara que
cuides los detalles: un colador de pasta perfecto, un sacacorchos ingenioso, un
picaporte fantástico. Revestir el cajón de pan de terracota para que el pan
respire mejor…”
Se involucran en proyectos que tengan
vertiente social, ayudan a salvar la salud del planeta y están preocupados por
el cambio climático. Y todo ello con estilo propio, con el importe adecuado y
con una preocupación genuina…que no moleste mucho.
No son intelectuales concienzudos y
pesados, son líderes de opinión atractivos y ocurrentes. Todo en ellos se
realiza de forma profesionalizada, tanto si es un cuidado de una planta como la
selección de cualquier cosa que quieran comprar.
Pese a que pueda parecer que es una
tendencia norteamericana, tal como el propio Brooks vaticina, todo el mundo
occidental ya es uno, simplemente que las cosas no van a la misma velocidad en
todo el mundo.
Los bobos no son absurdos, no son
tontos, no son inútiles. Son una generación que ha crecido en unas condiciones
concretas y que a su vez, quizás sin ser conscientes de ello, están creando el
ambiente en el que crecerá la siguiente. “En
cuestiones de política les interesa más el consenso que la conquista, más el
civismo que la lucha. A veces se inclinan un poco hacia la izquierda y otras,
hacia la derecha, pero no desentierran el hacha de guerra. Se limitan a seguir
su camino, fusionando, conciliando. Y siguiendo el consejo que mejor los
define: Vivir bien es la mejor venganza”.