domingo, 8 de abril de 2018

Bohemios y burgueses en el paraíso


Bajo el titulo Bobos en el paraíso, David Brooks hace un estudio sociológico de la nueva clase social que se ha ido extendiendo por todo el mundo occidental desde hace unos años. Una clase que se ha alimentado de sus padres burgueses, que rechaza los convencionalismos pasados de moda… para adoptar otros considerados más cool.

David Brooks 
El autor confiesa que forma parte de ese colectivo, de los que tienen buenos ingresos económicos, buena cultura y un afán desmedido en que todo eso parezca casual, sin esfuerzo. Son burgueses bohemios, bourgeois bohemians, bo-bo. El prólogo de Vicente Verdú no aclara si el autor sabe el significado de bobo en castellano, ese idioma que hablan 500 millones de personas en el mundo.

Con lenguaje inteligente y desenfadado, a lo largo de 300 páginas recrea el mundo bobo y las causas que lo han hecho florecer, sus modos y sus contradicciones. Su obsesión por parecer creativos en trabajos intelectuales, mientras visten ropa de obrero industrial a precios de ejecutivo yuppie. Su decantación por la gastronomía rarísima, con productos rarísimos, pero todos ecológicos y creados en cocinas domésticas con espacio para alimentar a un ejército. Por supuesto, un colectivo humano con buenos ingresos económicos y gran nivel cultural, pero que encuentran de mal gusto que se note demasiado.

Una generación que rechaza las convicciones religiosas o filosóficas de sus mayores, pero mantiene una vinculación con alguna creencia que no le presione demasiado. Que busca el subidón de adrenalina del riesgo, pero con el suficiente margen como para no hacerse daño. Que usan coches todoterreno con ruedas casi de camión para circular por ciudad, o para acercarse a algún senderito donde tener la sensación de que están en plena naturaleza salvaje.  

Son una generación que recuerda y rechaza todo lo burgués, lo pretencioso, lo del trabajo por el trabajo mismo. También rechazan lo bohemio por inútil, por demasiadas carencias, por poco efectivo. Y en su afán por tener entidad propia han creado unos modos propios, ni bohemios ni burgueses, pero con un toque de ambos. En palabras del propio autor: “Resulta pretencioso construirse una gran finca con jardines cuidadísimos. Pero nadie te echará en cara que cuides los detalles: un colador de pasta perfecto, un sacacorchos ingenioso, un picaporte fantástico. Revestir el cajón de pan de terracota para que el pan respire mejor…”

Se involucran en proyectos que tengan vertiente social, ayudan a salvar la salud del planeta y están preocupados por el cambio climático. Y todo ello con estilo propio, con el importe adecuado y con una preocupación genuina…que no moleste mucho.

No son intelectuales concienzudos y pesados, son líderes de opinión atractivos y ocurrentes. Todo en ellos se realiza de forma profesionalizada, tanto si es un cuidado de una planta como la selección de cualquier cosa que quieran comprar.

Pese a que pueda parecer que es una tendencia norteamericana, tal como el propio Brooks vaticina, todo el mundo occidental ya es uno, simplemente que las cosas no van a la misma velocidad en todo el mundo.

Los bobos no son absurdos, no son tontos, no son inútiles. Son una generación que ha crecido en unas condiciones concretas y que a su vez, quizás sin ser conscientes de ello, están creando el ambiente en el que crecerá la siguiente. “En cuestiones de política les interesa más el consenso que la conquista, más el civismo que la lucha. A veces se inclinan un poco hacia la izquierda y otras, hacia la derecha, pero no desentierran el hacha de guerra. Se limitan a seguir su camino, fusionando, conciliando. Y siguiendo el consejo que mejor los define: Vivir bien es la mejor venganza”.



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