domingo, 20 de mayo de 2018

En busca de la Edad de Oro. Cuando los hombres eran dioses.


Hay muchas voces que aseguran que la Humanidad es mucho más antigua de lo que se cree. En miles de años. Y que ese pasado aflora en objetos y técnicas que ahora no entendemos, que no acertamos a ver cómo se construyeron o para qué servían, pero que indudablemente forman parte de nuestro pasado como especie. Forman parte de una Edad de Oro de la Humanidad que por alguna causa que aún no se ha deducido, dejó de existir. Hay quien apunta a un cataclismo climático o al impacto de un meteorito. O a ambas cosas. Después de eso la Humanidad volvió a empezar casi desde cero, y hemos llegado al día de hoy rodeados de esos misterios que desafían  nuestros propios relatos.

Javier Sierra
Ese es el razonamiento que recorre las 300 páginas de En busca de la Edad de Oro, cuyo autor, Javier Serra, es un experto en la materia. Ha investigado por todos los rincones del mundo buscando conexiones, pistas, razonamiento a las semejanzas en construcciones o leyendas distantes medio planeta, desde pirámides en América Central, Egipto y China, hasta construcciones con piedras de cientos de toneladas cortadas impecablemente en épocas que se presuponen sin tecnología.
Investigador y viajero incansable, no sólo detalla lo que no tiene explicación oficial, sino que expone los argumentos de los científicos (con nombre y apellido) que han dado otra explicación, que han buscado otra causa más allá de los relatos corrientes.

Uno de sus comentarios trata sobre la aviación: “En la más remota antigüedad pudo haberse desarrollado alguna clase primitiva de aviación. Los textos védicos de la India (s.IX al V aC, hace 3.000 años) se refieren a vehículos aéreos llamados “vimanas”. Hay una pieza arqueológica en el Museo Egipcio de El Cairo que recuerda a un pájaro. El Dr. Khalil Messiha examinó las “alas” y el “timón de cola” y descubrió que tenía características aerodinámicas perfectas, era un avión”.
También comenta las piedras azules encontradas en Guinea Conakry por Angelo Pitoni, que tras un examen químico en laboratorios oficiales demostraron ser artificiales, y que incluso tenían pequeños rastros orgánicos de las personas que las manipularon. Hace miles de años.
Y túneles de huida, y la Sociedad de la Niebla a la que perteneció Julio Verne. Y los cuerpos humanos de la capilla de Nápoles, que sólo tienen venas y arterias, y los miles de esferas perfectas repartidas por todo el globo. 

Y las historias recogidas por los indios Aymaras y su idioma insólito. Y los mapas de Piri Reis, que reproducen una costa que hace miles de años que yace bajo los hielos polares. Y la edad de la Esfinge de Gizé, miles de años más antigua que las pirámides….

Son muchas incógnitas, muchas posibles respuestas, muchas opciones. Javier Sierra opta por esa idea de la Humanidad avanzada. En cuanto a los estudios astronómicos, reproducidos en muchas culturas de una forma literaria o deificada, Sierra defiende: “Contrariamente a lo que pueda suponerse, el culto primordial de carácter astronómico que se esconde tras esos mitos no es un compendio de supersticiones. Más bien se trata de un conjunto de observaciones estelares de alto contenido científico, del que los pueblos de la Antigüedad fueron depositarios y celosos custodios.

Cada vez estoy más convencido de que ése es el verdadero tesoro que debemos buscar quienes nos enfrentamos a la investigación de los misterios del pasado. Porque, parafraseando a Hugo Reichenbach, es evidente, a la luz de todos los indicios aportados en este libro, que ‘existió una Edad de Oro cuando el oro no existía’”.


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