Hay muchas voces que aseguran que la
Humanidad es mucho más antigua de lo que se cree. En miles de años. Y que ese
pasado aflora en objetos y técnicas que ahora no entendemos, que no acertamos a
ver cómo se construyeron o para qué servían, pero que indudablemente forman
parte de nuestro pasado como especie. Forman parte de una Edad de Oro de la Humanidad que por alguna causa que aún no se ha
deducido, dejó de existir. Hay quien apunta a un cataclismo climático o al
impacto de un meteorito. O a ambas cosas. Después de eso la Humanidad volvió a
empezar casi desde cero, y hemos llegado al día de hoy rodeados de esos
misterios que desafían nuestros propios
relatos.
Javier Sierra |
Investigador y viajero incansable, no sólo
detalla lo que no tiene explicación oficial, sino que expone los argumentos de
los científicos (con nombre y apellido) que han dado otra explicación, que han
buscado otra causa más allá de los relatos corrientes.
Uno de sus comentarios trata sobre la
aviación: “En la más remota antigüedad
pudo haberse desarrollado alguna clase primitiva de aviación. Los textos
védicos de la India (s.IX al V aC, hace 3.000 años) se refieren a vehículos
aéreos llamados “vimanas”. Hay una pieza arqueológica en el Museo Egipcio de El
Cairo que recuerda a un pájaro. El Dr. Khalil
Messiha examinó las “alas” y el “timón de cola” y descubrió que tenía
características aerodinámicas perfectas, era un avión”.
También comenta las piedras azules
encontradas en Guinea Conakry por Angelo
Pitoni, que tras un examen químico en laboratorios oficiales demostraron
ser artificiales, y que incluso tenían pequeños rastros orgánicos de las
personas que las manipularon. Hace miles de años.
Y túneles de huida, y la Sociedad de la
Niebla a la que perteneció Julio Verne.
Y los cuerpos humanos de la capilla de
Nápoles, que sólo tienen venas y arterias, y los miles de esferas perfectas repartidas por todo
el globo.
Y las historias recogidas por los indios Aymaras y su idioma
insólito. Y los mapas de Piri Reis, que reproducen una costa que hace miles de años que yace bajo los hielos polares. Y la edad de la Esfinge de Gizé, miles de años más antigua que las
pirámides….
Son muchas incógnitas, muchas posibles
respuestas, muchas opciones. Javier Sierra opta por esa idea de la Humanidad avanzada.
En cuanto a los estudios astronómicos, reproducidos en muchas culturas de una
forma literaria o deificada, Sierra defiende: “Contrariamente a lo que pueda suponerse, el culto primordial de
carácter astronómico que se esconde tras esos mitos no es un compendio de
supersticiones. Más bien se trata de un conjunto de observaciones estelares de
alto contenido científico, del que los pueblos de la Antigüedad fueron
depositarios y celosos custodios.
Cada
vez estoy más convencido de que ése es el verdadero tesoro que debemos buscar
quienes nos enfrentamos a la investigación de los misterios del pasado. Porque,
parafraseando a Hugo Reichenbach, es
evidente, a la luz de todos los indicios aportados en este libro, que ‘existió
una Edad de Oro cuando el oro no existía’”.
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