La muerte reciente de Vicente Ferrer ha vuelto a recordarnos que las ONG están para algo. Pero las ayudas y las fundaciones se multiplican y el problema no se reduce. Algo va mal.
Fundaciones para desgravar impuestos. Ayuda a países que tienen petróleo o minerales estratégicos. Ayudas estatales a las órdenes del Banco Mundial. Ayudas médicas sí, pero fabricación de genéricos económicos, no. Clínicas que operan desinteresadamente a gente desahuciada, donde sus médicos adquieren la experiencia que después les hará ganar millones. Empresas que instalan fábricas que dan trabajo a centenares de personas que manejan material tóxico o peligroso sin protección.
Bajo el paraguas de “solidaridad” se amparan demasiadas cosas. Desde los que se desgarran ante el dolor ajeno y se entregan incansablemente, hasta los que sanean por unos euros su conciencia sin profundizar más o los que ven una oportunidad de hacer negocio sin competencia: Se pueden enviar sacos de semillas, media docena de tractores y abono con un pequeño truco, semillas estériles que den una planta útil pero que no se reproduce. Con lo que los ayudados tendrán que comprar la siguiente partida de semillas. Y los repuestos para los tractores. Todo a precio ajustado, por supuesto. Para eso los han convertido en clientes cautivos.
Hacer negocio es uno de los incentivos del hombre, y es absolutamente humano y lícito, es la recompensa al trabajo y a la inventiva. Y si en paralelo ayuda a gente necesitada, doblemente mejor. El problema, como en tantas cosas, está en la medida. Un buen beneficio a costa de los que son tan pobres que con medio sueldo ya están contentos, no es ético. Y con el tiempo, es antieconómico.
ONG’s que se instalan en condiciones muy precarias para dar primeros auxilios, asistencia alimentaria o para construir un pozo que suministre el agua imprescindible. Gente voluntaria que dedica mucho más que tiempo y esfuerzo. Y también, ONG que instalan sus reales en una urbanización del sureste asiático aislada de sus vecinos, con vigilantes, donde los esforzados blancos puedan descansar del duro trabajo de los demás llevando un nivel de vida que ni en sus países de origen. Y que sale de las aportaciones que deberían volcarse en esa zona.
Demasiados contrastes en un tema tan delicado, pero por encima de todo, una incoherencia brutal: con tantas décadas de ayuda y tantísima gente colaborando y tantísimo dinero destinado, la situación a nivel planetario prácticamente es la misma. El conjunto del tercer mundo (que son dos terceras partes del planeta, no nos engañemos) está prácticamente estancado. Y eso es un fallo de raíz, no cosmético.
Algo muy malo tiene que haber en el modelo para que sólo funcione en una parte del hemisferio norte. No es capitalismo ni comunismo, los dos con llagas estructurales. Tampoco es cuestión de religiones (judeo-cristianos ricos e islámicos y animistas pobres) porque hay grandes desequilibrios en el seno de esos inmensos colectivos.
Tampoco es lo de blancos malísimos contra indígenas inocentes o colonizadores sádicos contra pacíficos residentes: todos los pueblos del mundo han invadido y han sido invadidos, han robado y han sido robados, han matado y han sido muertos. La historia de Europa es de colonizaciones sucesivas: griegos, romanos, árabes... cada una ha dejado un poso y con todos juntos hemos ido saliendo adelante. Las claves ha de estar en otro tema.
Quizás una esté en que queremos ver el planeta como un todo que ha de ser homogéneo, que cualquier ciudadano de cualquier esquina ha de tener coche y vestir pantalones tejanos y comer carne dos veces por semana. Y no lo es. Ni por clima, ni por geología, ni por colectivo humano. Quizás tengamos que asumir que el modelo es para nosotros, no para ellos, y que ellos (dos terceras partes del planeta, repito), llevan otros ritmos. Eso no implica olvidar el hambre o las enfermedades, sino abordarlas de otra manera. No se trata de ir echando dinero permanentemente como agua a la arena, pero tampoco de pretender que vistan como nosotros, coman como nosotros, piensen como nosotros. La grandeza del planeta es la diversidad, palabra que sólo parecen aplicar a animalitos y plantas.
De hecho, si seguimos haciendo lo que estamos haciendo, seguiremos consiguiendo lo que estamos consiguiendo.
Texto: Marga Alconchel
4 comentarios:
buenas reflexiones, a perseverar en esta linea, aportando un punto de vista interesante y reflexivo
Más de lo mismo, demasiada gente interesada en que determinadas situaciones sigan eternizándose.... la miseria de unos es la riqueza de otros.
Ya sabes, de todos los que he leído "de golpe" éste es el que más me ha gustado y , eso que ha sido el último leído, después de toda la "borrachera2.
MUY BUENO.
TERESA
Me ha gustado mucho. Encuentro faltar, al final, una definición POSITIVA de lo que es ser "PERSONA (hombre o mujer) DE ESTADO".
Aparte ¿qué quieres decir con "las marcas verde oliva de algunos trajes"?.
Muy bien todo. UN ABRAZO. TERESA
Publicar un comentario