Zapatero es el presidente del país y por tanto las noticias graves le llegan pronto. Sabe perfectamente el alcance de la crisis, pero no puede pronunciar esa palabra. Cualquier representante político sabe que sus palabras tienen impacto en la calle. Un presidente que anuncie que estamos en una severa crisis que se alargará durante muchos meses genera pánico en las calles, reacciones desesperadas y hasta desabastecimiento.
Una huelga de camioneros en este país, que tiene todos los suministros garantizados, ha generado recientemente miedo, acumulaciones de provisiones que no hacían ninguna falta y estanterías vacías en los super. ¿Qué podría pasar si un Presidente anunciara por los micrófonos que estamos en plena crisis, que muchos empleos desaparecerán para siempre, que los precios están disparados y no van a detenerse... Y que la banca sigue aumentando vergonzosamente sus beneficios.
Por tanto, abonarse al deporte de buscar un lapsus por donde se le escape la palabra es un ejercicio de divertimento mental. No la puede decir, y que la oposición se abone a ella únicamente demuestra que continúa con la política dinamitera de reventar las instituciones del país mientras no las tenga en propiedad. Estamos en crisis, sí, pero no se puede decir, y callarlo no es un ejercicio de ocultamiento malicioso, sino una postura para evitar males mayores.
El Presidente del país y el presidente de la oposición y el presidente de los dineros podrían ponerse a planear grandes estrategias para salir de este problema. El precio especulativo del petróleo y el dinero negro metido en tanto ladrillo nos ha traído hasta aquí. Por tanto, la solución no puede estar en políticas que sigan en el patio del cemento y el andamio y en el baile de los oros negros. La gente ha de vivir en algún sitio, sí. Pero en un país donde se ha construido tanto y de tan mala manera, hay millones de viviendas deshabitadas que se devalúan por momentos. Construir más, aunque sea “protegido” no es la solución.
En un país donde la riqueza no nace ni en la industria ni en el agro, ni en la ganadería ni en la pesca, donde la dependencia a las energías ajenas es absoluta, la solución no es subvencionar el gasóleo, sino evitarlo. Ideas para otras fuentes energéticas hay. Y sin ser esos esperpentos que a veces llenan las portadas como si fueran los inventos del TBO. Lo que falta es la cadena de decisiones que nos aparte de esa dependencia exterior. Y que quizás nos aporte incluso una fuente más de ingresos.
Hay que hacer lo que se deba aunque se deba lo que se hace.
Texto y fotos: Marga Alconchel
No hay comentarios:
Publicar un comentario