Una noticia modesta sobresalía a mitad de agosto entre
los grandes titulares: Veinticinco mil campesinos habían pedido permiso al
presidente de la India, Pranab Mukherjee,
para suicidarse en el Día de la Independencia, 15 de agosto. (La Prensa: http://www.laprensa.hn/mundo/869361-410/25000-campesinos-piden-permiso-para-suicidarse
- RT: http://actualidad.rt.com/sociedad/183184-agricultores-india-pedir-suicidarse)
Hubo violentas manifestaciones y protestas durante un mes
y el gobierno las acalló con una declaración política, de esas que suenan tan
bien a pesar de estar vacías: Se comprometía a indemnizarles. La paciencia
india es proverbial, pero hasta ésta tiene su límite. En 2014, 17 años después,
seguían reclamando, seguían sin tierra y sin dinero. Hubo una manifestación
pacífica (dharna) volvieron las
palabras vacías, y nuevamente el incumplimiento.
Lo llamativo de la noticia no es que se estafe a los
pobres, en este caso campesinos, o que se les enrede en la mastodóntica
maquinaria burocrática para que desistan. Lo llamativo es la petición de permiso
para el suicidio (en la India el intento de suicidio es delito), y lo que hay detrás
aún es más preocupante: que los suicidios son comunes entre los agricultores
indios. Entre 2003 y 2011 más de 150.000 agricultores se suicidaron en todo el
país. En 2009, un campesino se suicidaba cada media hora. Según Times of India, 40 campesinos de Mathura se suicidaron después de que unas lluvias destruyeran todos
sus cultivos. Con un macabro detalle: en
las estadísticas no figuran las mujeres muertas porque no son las
titulares de las tierras, aunque las trabajen y respondan por ellas si no va
bien la cosecha. El número es una incógnita.
Otros se desesperan después de largas sequías o
de pésimas medidas gubernamentales. Para favorecer la apertura del país en los
años 90, el FMI y el Banco Mundial obligaron al país a la
privatización de grandes estructuras públicas y la drástica reducción de
subsidios al mundo agrario. En una sociedad mayoritariamente campesina, donde
no existen pensiones de jubilación ni seguros agrarios, era condenar a millones
de personas al hambre crónica. El país se enriqueció: su PIB pasó de 258.000 millones
en 1992 a 1.440 billones en 2011. Pero el 33% de la población se quedó (y sigue) por debajo
del umbral de pobreza. En un país de 1.252 millones de almas, eso es mucha
gente.
El campesinado ha tenido que soportar otra ruina venida
de esos mercaderes extraños (FMI, BM): cambiar sus cultivos tradicionales
por monocultivos para las grandes multinacionales, productos extraños y
modificados genéticamente. Más las deudas que muchos adquirieron para poder comprar,
a intereses de usurero porque la banca tradicional no les atiende. Deudas
hereditarias, que van pasando de padres a hijos hasta que se liquide o el
usurero se quede con la tierra. A lo que se suma el escarnio social: el hombre,
cabeza de familia y responsable social de su sustento, ya no puede cumplir su
papel. Son carne de horca. Porque los campesinos pobres se suicidan con un
trozo de cuerda.
El periodista indio P.Sainath
denunció los suicidios masivos, creció la presión social y el gobierno se vio
obligado a anunciar un fondo de “alivio de deuda” en 2008, que fue sólo maquillaje.
La noticia probablemente también debe tener otros matices
que no son visibles: de algo han tenido que vivir toda esa gente todos estos
años. 25.000 campesinos seguramente abarcan varios grados de situación
económica, seguramente no todos son inmensamente pobres, seguramente han
ido buscándose la vida de otras formas. Aun así, el permanente ninguneo de un
gobierno hacia un colectivo de 25.000 personas es para desesperarse. El gobierno
de un país que es puntero en altas tecnologías…. y mantiene el sistema feudal de
castas sociales.
Un viejo proverbio asegura que un pobre siempre acaba siendo un extraño en su patria.