domingo, 9 de agosto de 2015

Matar un león, una jirafa, un tiburón...


Zimbabwe es un país africano con grandes extensiones de tierra libre, o sea, no urbanizada. Un espacio tan natural, que los urbanitas de todo el mundo pagan grandes cantidades de dinero por ver cómo es una tierra sin asfalto ni semáforos, cómo es la Tierra con animales de verdad. Ese turismo de nostalgia primitiva (esa que llevamos dentro por ser seres vivos de este planeta), le deja cada año 2.500 millones de dólares sólo para ver, oler, sentir esa Tierra.

En ese espacio reinaba Cecil, un león de melena morena. Los leones fueron los reyes de las sabanas de África y ahora quedan demasiado pocos. Cecil tenía 13 años, era muy conocido, venían a verlo, era el jefe de un clan de tres hembras y varios cachorros, su rugido marcaba el territorio, su perfil era inconfundible.

 Walter Palmer es un dentista norteamericano. De buen nivel económico, no tiene bastante con arrancar muelas y quiere arrancar vidas. Pertenece a una asociación de cazadores, gente impecable del mismo nivel que él y pocos problemas graves, que se dedican a matar por gusto. Es decir, sin motivo alguno. Un humorista norteamericano preguntó en una intervención de Tv si es que a Walter le costaba tanto tener una erección que había ido a matar un león.

El comentario, al margen de la buscada comicidad, se mete en el territorio ignoto del ¿por qué, para qué? Qué mueve a un dentista rico (hay que serlo para soltar 50.000 dólares, el salario de varios años de trabajo para muchos) a cruzar medio mundo para matar desde lejos a un animal que ni sabe que existe? ¿Qué consigue? Los cazadores emplean un lenguaje florido para decir, a fin de cuentas, que les sube la adrenalina y con ella, el placer. Debe ser un placer muy primitivo, muy de la parte reptil de nuestro cerebro, muy básico, del comer o ser comido… pero el que mata está bien comido, a salvo y no forma parte del menú del muerto. Así que, sumando el dinero que cuesta y el nulo riesgo, se llega al punto del “porque puedo”. Matan porque pueden (dinero, siempre dinero), por satisfacer ese primitivismo sin más, por dar órdenes a los que participan en la cacería, por sentirse “dioses” cuando apretan el gatillo y ven caer varios cientos de kilos de vida, un desperdicio “porque pueden”.

 Ese valiente cazador, y los que son como él, pagan para que les faciliten la tarea. Es decir, contratan a gente pobre de un país pobre para que les acerquen al lugar donde viven los animales más grandes, más soberbios, los mejores representantes de esa nostalgia primitiva. Sean leones, jirafas, tiburones o marlines.

Todas las voces se han levantado contra ese crimen, y por extensión, contra la caza mayor, en tierra y en mar. Dos aerolíneas americanas han anunciado que no volverán a transportar trofeos de caza (BBC: http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/08/150804_aerolineas_cecil_leones_prohibicion_trofeos_mr?ocid=socialflow_facebook ). Y los asesinos se defienden asegurando que ellos son los primeros conservacionistas, porque matan ejemplares mayores para que suban los jóvenes, para que se regenere la especie (¿?). Que no se preocupen: la Naturaleza tiene mucha práctica en eso, lleva millones de años regenerando y puliendo todas las especies de este planeta mucho antes de la intervención de esos energúmenos, los únicos no evolucionados.

 Un hombre que echó carnaza con un anzuelo a un tiburón aseguró que el escualo, con el anzuelo clavado hasta el estómago, se debatía con las fauces abiertas y él “tuvo que defenderse”. Una cazadora después de matar a una jirafa dijo que era un animal muy peligroso porque la había atacado después de que le disparara. ¿Qué esperan que haga un animal que ha recibido una herida mortal sin más, sin lucha, sin necesidad?

 De todas formas, este debate, que es muy antiguo, también está muy intoxicado. Porque mucha gente está en contra de esas muertes, pero la ley las ampara, y eso sale de los políticos que se votan. Y los permisos para cazar y pescar son legales, valen dinero y están amparados por los países donde residen esos grandes animales. Cecil generó millones durante 13 años, mucho más de los 50.000 dólares que pagó el dentista para acabar con él. El dinero del turismo enriquecía todo el país. El dinero por matarlo sólo ha llenado unos cuantos bolsillos. La misma situación con tiburones, con marlines, con grandes tortugas, con… todo lo que esté vivo, sea grande, hermoso y parezca libre. ¿Será eso lo que tanto les perturba?

El país de los cazadores por antonomasia es EEUU. Un lugar con una cultura de la violencia tan crispada que las armas son un producto más de consumo, donde se ha propuesto que los maestros vayan armados a clase para defenderse, donde se fabrican armas reales de colores y peso ligero, adaptadas a niños. El que organizó la cacería, llamado a declarar por las autoridades de Zimbabue, dice que los cargos son “frívolos” (La Vanguardia: http://www.lavanguardia.com/natural/20150805/54434766813/organizador-caceria-leon-cecil-frivolo-caso.html ). Naturalmente, un matador norteamericano está por encima del bien y del mal.

 Walter pagó 50.000 dólares de golpe para que le sacaran el animal del espacio protegido donde vivía, para que se lo pusieran a tiro de arco y flecha, para que lo persiguieran malherido durante 40 horas, se lo volvieran a poner a tiro de fusil, lo desollaran y le cortaran la cabeza, dejando en medio de la nada unos despojos sanguinolientos junto al GPS que llevaba al cuello. ¿Cuánto dejará de ganar el país por esta muerte?

Somos seres vivos en un planeta vivo. Cualquier muerte nos disminuye a todos. ¿Cuánto hemos perdido por estas muertes absurdas?

Habrá que recordar otra vez esas palabras tan repetidas de los indios nativos Cree: "Cuando el último árbol  sea cortado, el último río envenenado, el último búfalo matado, el último pez pescado, solo entonces el hombre descubrirá que el dinero no se come"

3 comentarios:

marga alconchel - margalc3@gmail.com dijo...

Los norteamericanos tienen prohibido hacer negocios con Irán desde hace 35 años... pero sí tienen permiso legal para ir a cazar a la República Islámica de Irán animales en peligro de extinción que sólo se encuentran allí. Y las agencias de viajes crean publicidad y ofertas específicamente para cazadores norteamericanos. http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/08/150811_caza_iran_estados_unidos_lp

marga alconchel - margalc3@gmail.com dijo...

Los ricos (porque esto es una actividad para ricos, evidentemente) ya tienen otro animal a tiro fácil: En Australia han propuesto cazar a los cocodrilos de agua salada (que han estado en riesgo de extinción), por 20.000 euros la pieza: http://elpais.com/elpais/2015/08/06/ciencia/1438870204_079248.html?id_externo_rsoc=FB_CM

marga alconchel - margalc3@gmail.com dijo...

Un hombre de Zimbabwue, que vive y trabaja en EEUU no siente ninguna piedad por el león muerto. El, nacido en una aldea, sabe del terror del animal salvaje cuando ataca a la gente. Pregunta si alguien sabe poner a Zimbabwue en el mapa, si alguien sabe lo que es hambre, si alguien sabe lo que es Africa. Un gran reflexión desde otro punto de vista.

http://www.upsocl.com/comunidad/en-zimbabue-no-lloramos-por-los-leones-la-carta-que-esta-conmocionando-al-mundo/?utm_source=FBppal&utm_medium=Facebook&utm_campaign=fb