jueves, 26 de junio de 2008

No se puede prohibir el sexo

A veces asaltan los noticiarios imágenes de calles marginales adornadas con mujeres marginales ejerciendo el más cotidiano de los oficios marginales. Los vecinos hartos, las mujeres huyendo si les piden los papeles, los clientes zigzagueando por en medio.

Girar la cara para no ver el problema es pusilánime. Prohibir la prostitución es tan inútil como prohibir el sexo. Multar a los clientes es ridículo, simplemente vuelve la actividad mucho más obscura, pero no la hace desaparecer. Porque se tendría que prohibir la testosterona y me parece que de momento no se puede.

El deseo sexual es un impulso inherente al ser humano, y en muchos varones (mal entendidos como varones, pero esa es otra batalla), más que un impulso es un ataque. Y puesto que hay demanda, hay oferta. Y consecuentemente, mercado. A partir de ahí se puede reglamentar para que la demanda no llegue a la imposición, para que la oferta no sea forzada y para que los intermediarios sean correctos empresarios, no proxenetas esclavistas. Porque ese mercado existe desde que el ser humano existe, y eso es mucho tiempo para ponerse a prohibirlo (por enésima vez) tontamente. El burdo argumento de que lo son porque quieren, que lo suyo es vicio o negocio sin más, sólo se sostiene en contadísimos casos, y no suelen estar en la calle aguantando una farola.

Legalizar y reglamentar la prostitución a la brava, como si fuera una manufactura cualquiera tampoco es válido. Vivimos como vivimos y tenemos la cultura y la historia que tenemos. No se puede abrir alegremente una empresa que se llame “Casa de Putas, S.A., NIF XXXX”. No se puede dar de alta a las trabajadoras como “Especialista en francés, Oficiala de primera en sado, con conocimientos de zoofilia”. Socialmente es inviable, esas trabajadoras estarían marcadas, tal como lo están ahora. Habría que inventar una fórmula legal y protectora (revisiones médicas, bajas laborales, indemnizaciones) que tratara dignamente el tema, que las protegiera sin caer en el ridículo o el escarnio social. O incluirlas por consenso en algún “cajón de sastre” reglamentario, como esas actividades de servicios personales. Clama al cielo que en una misma mesa se sienten especialistas del mundo laboral, sindicatos y prostitutas y se pongan de acuerdo de una vez. Y escuchándolas mucho, no caigamos en el paternalismo de tratar su problema sin hablar con ellas.

La legalización las sacaría de las calles, las protegería de agresiones impunes y a la vez, liberaría a los vecinos del cutre espectáculo con que se encuentran en su puerta, de inventar respuestas para contestar a un niño que pregunta qué está haciendo esa señora con ese señor.

Igual que muchas señoras se ven abocadas a ejercer como señoras de la limpieza por motivos económicos y cuando pueden dejan ese trabajo sin mayores consecuencias, las señoras que practiquen sexo por necesidad deberían poder dejarlo sin mayores consecuencias. Sin embargo, me imagino sus entrevistas laborales si constara en su informe que de tal a tal fecha trabajó en la empresa “Sexo, S.A.” como “Especialista”.

Es preciso una legalización y una reglamentación, pero que parta de una premisa inexcusable: que en ese trabajo el trato se realice de mutuo acuerdo, por ambas

 
voluntades. Aunque por una parte la voluntad esté empujada por la necesidad económica y por otra parte por una abstinencia coercitante. Legalizarla minimizaría la existencia de los intermediarios, como pasó (salvando las diferencias) con la Ley Seca. Nunca hubo más borrachos ni más mafiosos ni más dinero negro ni más alcohol adulterado que con la prohibición de beber.

Texto y fotos: Marga Alconchel

martes, 24 de junio de 2008

¿Orgullo Pedófilo?

Parece que los pederastas celebran desde hace ocho años el día del orgullo pedófilo. Se convocan entre sí a través de una página web que está bloqueada en toda Europa menos en España. Y en España esa llamada no está prohibida porque no existe la figura de “apología de la pederastia”. Sin embargo, sí existe la figura de la “incitación al delito” y si no estoy equivocada, la pederastia es delito.
Los convocantes juegan con las dos palabras como si fueran sinónimas, y convenientemente se quedan con la acepción menos aberrante. El pederasta practica sexo con menores, el pedófilo siente inclinación erótica por ellos sin llegar a mayores.

Todos hemos de someternos a las leyes del lugar en el que vivimos. Esas leyes son precisamente las que nos hacen libres, porque son las que nos dan la medida exacta del espacio que no será invadido por otros. Nos dan la medida de aquello en lo que nos defenderán las instituciones que mantenemos entre todos. Nos dan los parámetros de lo que no consentirán que nos pase. No vivimos solos en el planeta, y por tanto, nuestra libertad tiene la medida de la libertad de todos.

Con esas premisas por delante, que exista una página pederasta ya atenta a la propia esencia de la Humanidad, puesto que agrede su propio futuro encarnado en esos niños. Tildar como “muestra de amor” lo que es la simple satisfacción de los pantalones es rizar mucho el rizo. Cualquier muestra de amor parte de una persona y llega a otra, que la acepta o no. Un niño de menos de cinco años no puede discernir, no puede opinar, si es que en algún momento el pederasta le ha pedido opinión. Y si no hay una ley específicamente específica, hay otras que se pueden aplicar.

Los delitos nacen más rápido que las leyes que los prohíben, pero eso no significa que no haya muchos resortes jurídicos por los que impedir la carnicería anímica que se ha hecho con el futuro de esos niños.

Por otro lado está la familia de ese niño. Es completamente entendible la rabia, el dolor, el bloqueo emocional. Pero la pregunta surge inevitable: nadie se dio cuenta de nada? Una madre comentaba de Nanysex que había visto sangre en el pañal del niño y enrojecimiento. Entiendo que en primera instancia nadie piense en esa posibilidad, pero no le extrañó, no le pareció suficiente como para investigar?

Lo que se hace con los niños es lo que se hace con el futuro. Ellos son los que llevarán las riendas de todo dentro de 30 años, que es muy poco tiempo.
¿Y aun hay quien promociona la pedofilia como un orgullo?

Texto y fotos: Marga Alconchel

lunes, 23 de junio de 2008

Propietarios de la palabra matrimonio

Aunque las voces ahora están más moderadas, sigue la sorda lucha por conseguir que “matrimonio” sea definido únicamente como el contrato católico. ¿La iglesia es propietaria de las palabras? Desde cuando tiene patentado el dominio de ese término?

Matrimonio es una palabra de origen latino que significa, etimológicamente, “una mujer”, entendido en su sentido más antropológico, de matriz. O sea, en tiempos de promiscuidades habituales, indicaba la unión con una sola mujer.

La iglesia católica adoptó ese término junto a miles más. Y no es bueno ni malo, es un paso en el camino de consolidación de cualquier agrupación humana. De ahí a pretender que se es propietaria no sólo de las voluntades, no sólo de los deseos, no sólo del bien absoluto, sino incluso de las palabras, raya en la paranoia. No olvidemos que es un asociación privada como cualquier otra.

Que no acepten la unión entre dos personas del mismo sexo es una de sus características, como tampoco aceptan el divorcio, ni el sacerdocio de las mujeres, ni la abolición del celibato… Sin embargo, nacieron en medio de un imperio romano caracterizado por la bisexualidad cotidiana y el divorcio, entre otras múltiples variedades de las relaciones humanas. El matrimonio de los sacerdotes católicos existió durante sus mil primeros años, y desde que se abolió y se obligó al celibato por cuestiones económicas se han disparado los casos de sacerdotes con “mayordomas” íntimas, con hijos no legalizados, con comportamientos gay… más que escandalizarse por la vida que hay fuera del alzacuellos, tendrían que poner al día sus propias normas internas.

La iglesia católica, cualquier iglesia, vela por intangibles, por cuestiones espirituales, por ideas que están más allá de lo estrictamente humano. Pero no deberían dejar de estar en lo cotidiano, y tendrían que ser conscientes de que el mensaje de los libros en los que se basan es etéreo, anímico. Pretender que la vida de las gentes que buscan su consejo se mantenga hoy, línea por línea, como hace dos mil años, es demostrar que están lejos, muy lejos, de la realidad.

Texto y fotos: Marga Alconchel

Zapatero no puede decir crisis

Zapatero es el presidente del país y por tanto las noticias graves le llegan pronto. Sabe perfectamente el alcance de la crisis, pero no puede pronunciar esa palabra. Cualquier representante político sabe que sus palabras tienen impacto en la calle. Un presidente que anuncie que estamos en una severa crisis que se alargará durante muchos meses genera pánico en las calles, reacciones desesperadas y hasta desabastecimiento. 

Una huelga de camioneros en este país, que tiene todos los suministros garantizados, ha generado recientemente miedo, acumulaciones de provisiones que no hacían ninguna falta y estanterías vacías en los super. ¿Qué podría pasar si un Presidente anunciara por los micrófonos que estamos en plena crisis, que muchos empleos desaparecerán para siempre, que los precios están disparados y no van a detenerse... Y que la banca sigue aumentando vergonzosamente sus beneficios.

Por tanto, abonarse al deporte de buscar un lapsus por donde se le escape la palabra es un ejercicio de divertimento mental. No la puede decir, y que la oposición se abone a ella únicamente demuestra que continúa con la política dinamitera de reventar las instituciones del país mientras no las tenga en propiedad. Estamos en crisis, sí, pero no se puede decir, y callarlo no es un ejercicio de ocultamiento malicioso, sino una postura para evitar males mayores.

El Presidente del país y el presidente de la oposición y el presidente de los dineros podrían ponerse a planear grandes estrategias para salir de este problema. El precio especulativo del petróleo y el dinero negro metido en tanto ladrillo nos ha traído hasta aquí. Por tanto, la solución no puede estar en políticas que sigan en el patio del cemento y el andamio y en el baile de los oros negros. La gente ha de vivir en algún sitio, sí. Pero en un país donde se ha construido tanto y de tan mala manera, hay millones de viviendas deshabitadas que se devalúan por momentos. Construir más, aunque sea “protegido” no es la solución.

En un país donde la riqueza no nace ni en la industria ni en el agro, ni en la ganadería ni en la pesca, donde la dependencia a las energías ajenas es absoluta, la solución no es subvencionar el gasóleo, sino evitarlo. Ideas para otras fuentes energéticas hay. Y sin ser esos esperpentos que a veces llenan las portadas como si fueran los inventos del TBO. Lo que falta es la cadena de decisiones que nos aparte de esa dependencia exterior. Y que quizás nos aporte incluso una fuente más de ingresos.

Hay que hacer lo que se deba aunque se deba lo que se hace.

Texto y fotos: Marga Alconchel