miércoles, 27 de marzo de 2019

Font de la Budellera


Font de la Budellera (Fuente de la Budellera) es un manantial de agua dentro del Parque Natural de Collserola, en Barcelona. Da origen a un pequeño curso de agua que, después de 1.800 metros de recorrido, desemboca en la riera de Vallvidrera.
El Pelegrí
Toda la instalación del lugar, obra del arquitecto paisajista francés Jean Claude Nicolas Forestier, fue realizada en 1918 en medio de un gran bosque de encinas.  En los años 50 los marqueses de Saint-Innocent (un norteamericano y una bielorrusa) compraron la finca de la Budellera. En el camino de entrada querían una escultura que representase a un peregrino que con una mano señalara la entrada de la casa.
 
En 1964 encargaron la figura a Ceràmiques Bellvitge, de Hospitalet, con la condición de que la cara del peregrino fuera la del marqués. En abril de 1965 quedó acabada y al mes siguiente se colocó en la entrada: realizado en terracota esmaltada, de 1,95 m. de altura, vestido de hábito, apoyado en un báculo y señalando la entrada de la casa con la otra mano. Había nacido El Pelegrí. Mucha gente creyó que la estatua representaba a San Francisco, porque los marqueses tenían relación con la Sociedad Protectora de Animales, y eran muy devotos del santo, que es su patrón. Los años y el vandalismo dejaron a la escultura sin bastón y sin manos.
Obra de Antoni Tàpies
La finca pasó a propiedad pública y fue restaurada en 1988 y nuevamente en 2007 por los destrozos de unas lluvias torrenciales, momento en que se instaló en la fuente una obra de Antoni Tàpies que representa el escudo de Barcelona.

En sus primeros años su agua tuvo fama de ser mucho más sana que la del grifo, puesto que ésta atravesaba un bosque. Muchas familias iban a pasar el domingo y a llenar garrafas, convirtiendo el lugar en un espacio lúdico, de encuentro, de contacto con la naturaleza.

Torre Foster
Muy cerca de la fuente se construyó en 1992 la torre de comunicaciones de Norman Foster, de 288 m. de altura, al amparo de las reformas de la ciudad para acoger los Juegos Olímpicos. Las obras removieron el terreno y junto al manantial colocaron un cartel que informaba de que ya no se podía asegurar la potabilidad del agua. Fue el fin de las filas de garrafas y un motivo menos para subir hasta la fuente.

El agua brota a 200 metros de altura y surge de la boca de una pequeña cara colocada en una pared de piedra, bajo una gran arcada cubierta de ramas trepadoras. Sigue su curso montaña abajo, deteniéndose en dos pequeños estanques rodeados de un espacio para descansar, hacer algún picnic o escuchar a las palomas torcaces en permanente conversación.

En cuanto a su nombre, unas tradiciones apuntan a que se consideraba que sus aguas tenían virtudes para los problemas intestinales (budells), mientras que otras aseguran que en 1860 había una casa al pie del torrente donde se fabricaban cuerdas para guitarra con intestinos de animales (generalmente gatos) que se lavaban en el curso del agua.

El acceso al lugar en transporte público es bastante cómodo. Con los Ferrocarriles de la Generalitat se llega hasta la parada Peu del Funicular. Ese funicular, tras un trayecto corto de unos diez minutos, llega a Vallvidrera.

El Funicular abre sus puertas en una pequeña plaza. Desde ahí, unas pocas  calles: Camí dels Algarves, Alberes, Can Basseda, Gabriel Ferrater y carrer de la Budellera,  hasta entrar de lleno en el Parque de Collserola

El funicular en sí mismo ya es un aliciente para la visita a la Budellera.  Construido en 1906, unía el pueblo de Vallvidrera con la ciudad de Barcelona. En 1976 se pintaron los coches de gris; en 1979 se incorporaron la red de Ferrocarriles de la Generalitat y se pintaron de marrón. En 1988 se cerró el servicio durante cuatro meses para acometer una reforma integral: cambio de vías, estaciones y vehículos.

Hoy en día es completamente automático; su trayecto total es de 736 metros, subiendo 158 metros de desnivel hasta alcanzar la cota de 351 m. de Vallvidrera Superior. Su pendiente es de 29%; funciona con dos vehículos a la vez: en una sola línea uno sube y otra baja, y se intercambian en un desdoblamiento puntual a mitad del recorrido. Cada vehículo tiene capacidad para 50 personas y alcanza una velocidad de 5 metros por segundo gracias a la tracción del cable que lo sujeta, de 30 mm de diámetro, y que lo hace deslizarse en unas vías de 1 m. de anchura.

El entorno de la Budellera es una invitación permanente a mirar el entorno y respirar hondo. Después de contemplar la ciudad de Barcelona desde el funicular hasta la entrada del parque, los árboles de gran porte indican quienes son los señores del lugar: Grandes robles centenarios (uno de ellos apuntalado con una viga para que no se quiebre), pinos blancos de respetable altura, encinas, sotobosque… y las huellas de estar en un entorno natural: canto de palomas torcaces, huellas de jabalíes, alfombra de hojas secas del final del invierno, brotes de hojas nuevas y flores…

Todo el parque tiene señalizaciones de otras rutas y otras fuentes en cada recoveco, paseos, masías… el Tibidabo, visible desde casi todos los ángulos, otorga su imagen de castillo de cuento como referencia ante una duda de orientación. La ruta sencilla, de Vallvidrera a la Budellera y vuelta, son menos de cuatro kilómetros.

El rito obligado de beber agua de la fuente demuestra que la torre Foster no contaminó el agua, que la sequía del invierno ha dejado el cauce casi exhausto… y que la gente no se ha olvidado de la Budellera.