lunes, 2 de agosto de 2010

El Toro Diferencial

Dicen los taurinos que hay que respetar las tradiciones. Dicen los antitaurinos que el maltrato animal no tiene excusa. Dicen los taurinos que todo es una rabia anti-español. Dicen los antitaurinos que es mucho más sano que eso, que es anti-tortura. Y detrás, medio mundo mirando.

Las tradiciones forman parte de la historia de la Humanidad, y como tales deben ser tenidas en cuenta. Pero igual que ya no se sacrifican niños para propiciar buenas cosechas ni se queman vivas a las mujeres que curan enfermos, tampoco se deben torturar a los animales en nombre de unas tradiciones que tienen más de exhibición de testosterona que de cultura ancestral.

Entran en el mismo apartado las corridas de toros, los toros embolados, las cabras lanzadas desde un campanario, los patos lanzados a la playa, los toros acribillados a cerbatana, etc.etc. Se libra el encierro de los sanfermines, pero no olvidemos que los encierran para torearlos hasta la muerte. El mundo mira este debate con curiosidad, porque es un rito que jamás se consentiría en sus países y consideran un anacronismo curioso que aquí se mantenga y hasta se defienda con tanto ahínco. Los turistas llenan las plazas porque es la única forma de ver en vivo una tortura legal, porque forma parte del “spain is different” y para presumir después en casa de haber hecho algo por lo que allí irían a la cárcel.

La gente de la calle quiere algo con lo que divertirse, y esa chulería machota que exhiben los toreros les impresiona más que la sangre del toro o la crueldad de todo el ceremonial. Y se ponen en lucha contra los que les quieren quitar la fiesta, y como en la guerra todo vale, se gritan consignas de "¡antiespañol!". Una tontería más, porque si en la catalana Barcelona se levantaron en su día La Monumental y Las Arenas es porque tenían público, y si han salido aquí grandes nombres del toreo es porque esta tradición no es española, sino mediterránea. Afortunadamente, los demás países de la cuenca lo tienen bastante superado.

Como en todo, también hay una filosofía vital, un concepto de cómo se vive. Hay una gente que suele tener una vida bastante estable, con pocas sorpresas, con pocos cambios, con pocos visitantes y los amigos de siempre. Gente que disfrutan con las cosas como han sido siempre y cualquier alteración les supone un trauma. Hay otra gente que gusta de los cambios, las novedades, los visitantes, los avances, el movimiento. Y que se sienten vivos en ese trasiego. Cualquier inmovilismo les resulta un lastre asfixiante. De los dos grupos hay en todas las tierras, aunque no en la misma proporción. Y compatibilizar ambas posturas es una tarea de políticos finos, de hombres de estado, de esos que no tenemos.

Pero en esta baraja hay más cartas: Los criadores de toros existen porque hay corridas, y eso es mucho dinero invertido y muchos sueldos. Los ayuntamientos cobran sus impuestos para permitir que se monten las plazas temporales de los festejos, y todos los pueblos se benefician de visitantes que dejan dinero en todas las tiendas. El que lo dijo más claramente fue el presidente de Extremadura, tierra de dehesas: los toros son una fiesta de Interés Económico Vital. Y luego está lo que cobra un torero, su apoderado, el organizador, etc. por una corrida. Y se multiplica cuando es en una plaza de ciudad grande.

Detrás también hay, por supuesto, el punto geográfico en el que se ha instalado la confrontación. Canarias los prohibió hace veinte años y nadie se inmutó. A Catalunya la han tildado incluso de “liberticida” porque su Parlamento ha promulgado una ley debatida desde hace meses (mucho antes de la sentencia del Constitucional) con testimonios de todos los ángulos y apoyada por la mayoría. Naturalmente semejante adjetivo salió del partido político que promulgó el boicot al cava catalán, a los productos catalanes, al idioma catalán, al Estatut Catalán y ahora a la ley anti-tortura catalana.

Y porqué tanto rencor sobre el mismo rincón de la península? Pues por lo mismo: dinero. Catalunya es contribuyente neto a las arcas estatales, desde las que se redistribuye incesantemente hacia las tierras que más la insultan, tal como quedó demostrado en las Balanzas Fiscales que tanto costó que se publicaran y que tan interesadamente se han arrinconado.

Catalunya es una zona económicamente activa, donde el tejido empresarial es dinámico y razonablemente emprendedor, tierra a donde han llegado millones de personas saliendo de sus miserias y donde han conseguido trabajando una vida más que digna. Y Catalunya se siente catalana. Pero la parte rígida de la península (curiosamente, de donde han venido tantos que están aquí) ve un riesgo en cada movimiento, una posibilidad de ruptura, o lo que es lo mismo, de penuria económica. Por eso cualquier gesto en esta tierra es cercenado inmediatamente.

El toro en Catalunya es un bovino como en cualquier otro sitio. Pero la forma de afrontar las corridas es otra: es una forma de querer esta tierra saneada, sin torturas en nombre de tradiciones trasnochadas. Es un toro diferencial: prefiere su calendario sin sangre, aunque le cueste dinero.

Texto: Marga Alconchel