jueves, 30 de agosto de 2018

Rielar y los Reinos del Mar


En un gran volumen de 600 páginas, Guadalupe Oteo Iturmendi desarrolla un universo inmenso, una enciclopedia de lo que serían los Reinos del Mar, unos mundos submarinos que se extenderían por todo el planeta, y no hay que olvidar que eso es el 75% del globo.

En su relato, cuyo eje es la vida de una mujer pelirroja llamada Rielar, se desarrollan razas distintas, hermanamiento con animales submarinos, simbiosis para que los humanos profundos puedan sobrevivir en el mar, enfrentamientos, amores, culturas… un universo entero tan desarrollado que tiene incluso su genealogía de dioses, su origen, sus acervos para custodiar el saber acumulado de todos, sus intrigas, y cómo no, sus enfrentamientos.

Oteo narra la acción sin desdeñar el ambiente, los paisajes o las emociones, de una manera natural, extensa sin ser excesiva. Muy documentada, mira el océano y sus seres desde un ángulo siempre ecológico, aprovecha las distintas razas submarinas para ponerle a algunas, tolerancia con los humanos secos que lo estropean todo, y a otras intolerancia absoluta, lo que le sirve para desarrollar el tema. En cada página destila un vínculo vital, anímico con todos los mares del mundo. Describe fondos marinos, corrientes, oleajes, densidades y salinidades no como una parte del relato, sino como una parte de la vida en este planeta, en este mundo, en la vida de todos.

Según comenta en las entrevistas publicadas, Guadalupe Oteo es una enamorada de los relatos de fantasía, de Verne o Tolkien, y también del mar. No encontró el libro sobre el mar que le atrapara y decidió escribirlo ella misma. Así nació Rielar.

En el blog que tiene dedicado al este universo y que titula Crónicas de los Reinos del Mar, Oteo incluye unos singulares dibujos que realizó Xavier Fora Soriano para toda su obra, y que plasman de una forma onírica y a la vez muy natural, los personajes y las sensaciones que evocan.


Oteo aprovecha un personaje de su novela para definir qué es el agua en el mundo:

“El agua es femenina, un poquito rara y extraordinariamente mágica. Es femenina porque es cíclica, porque es origen de vida, vientre fecundo, e incluso porque es eterna de un modo que sólo una mujer puede entender. Al igual que en las mitocondrias aun habita la Eva primera, en las infinitas gotas que conforman ríos, charcos, rocíos, tsunamis, lagunas, brebajes y lágrimas late el mismo espíritu que en aquellas aguas primeras que anegaron la roca humeante, que saciaron la sed de dinosaurios o que conservaron intacto algún que otro mamut. No es una metáfora. Tenemos esa agua y nada más. ¿Cuál íbamos a tener? Se evapora y se condensa, asciende, desciende, sustenta la vida, empapa la tierra, se disfraza y se transforma en una rueda sin fin. Es eterna.


»También es un poco rara. El agua, con sus especialísimas cualidades no surgió de una espectacular mixtura cósmica entre el wolframio y el tecnecio, por poner un ejemplo, sino del humilde enlace de dos átomos de anodino hidrógeno con uno de aburrido oxígeno.  Y como suele pasar en los cuentos de hadas, de esta insignificante unión nació, como de la chistera de un prestidigitador, una de las realidades más mágicas que imaginarse pueda.

»Porque por sobre todas las cosas, el agua es magia, y por encima de todo, vida. Tiene ese desequilibrio maravillosamente simple de la bipolaridad, que hace que en cada molécula de agua haya siempre una ligera carga positiva en el extremo del hidrógeno y una ligeramente negativa en el del oxígeno. Con eso se configuró el comportamiento del océano, y se aseguró el milagro de la vida en la Tierra.

»Ese asimétrico enlace de hidrógeno determina que el océano tenga piel, que sus moléculas se unan como lo hacen y que la tensión superficial marque el límite entre el agua y el aire. Así también es viscoso a su manera: permite a sus criaturas tanto flotar como adentrarse en su interior, pero, si desean desplazarse, les exige que pongan algo de su parte, que se esfuercen un poquito.

»Además, en la carrera por el trofeo a la capacidad calorífica, ella, que es algo cojuela, siempre va rezagada- ¡le cuesta tanto calentarse, le cuesta tanto enfriarse!- que al final se ha convertido en el máximo moderador del clima sobre el planeta.

»No está mal para una cojita, aunque su máximo logro está en la solución que ha encontrado entre temperatura y densidad, con la ayuda de su gran salinidad. Si fuera un previsible y aburrido líquido haría lo que hacen otros: cuanto más frío hiciera, más densa se volvería. Al principio lo intenta y va bajando formalita, pero al llegar a los cuatro ya no puede más. Entonces decide ser ella misma ¡e invierte la densidad! Gracias a ese enlace de hidrógeno que la hace tan rarita, sus moléculas se transforman en cristales hexaédricos mucho más voluminosos, pero como el sitio del que dispone es el mismo, ya no caben tantas moléculas (ahora que son tan grandotas) y en su condición de sólida, es menos densa y se permite flotar. Parece que esto le gusta, pues le permite albergar en su seno a los seres que tanto ama por mucho frío que tenga. Y aliándose con presión y salinidad ha conseguido no convertirse en un bloque de hielo, la muy listilla, no sólo a cuatro grados, sino incluso bajo cero.


»Y hablando de salinidades. El agua ama la tierra; de hecho, siempre le ha parecido una realidad de lo más atractiva. En su ciclo sin fin se pasea por ella, se filtra exploradora, la recorre sinuosa, se estanca tranquila e incluso la lame y besa con fruición a cada rato. En todos esos procesos, como pasa con las buenas amistades, no es extraño que algo del otro se te quede dentro, y-gracias a su enlace de hidrógeno, faltaría más-consigue disolver todo lo que encuentra a su paso. Como es bastante curiosa, ha probado a llevar en su seno más o menos cantidad de sales y minerales y ha llegado a la conclusión- ¡qué sabia es nuestra cojita!- de que los extremos nunca son buenos. Si desea continuar preñada de vida no deberá ni empapuzarse de sales, como lo hizo en el Mar Muerto, ni hacer dieta demasiado baja en sal, como en esos lagos del trópico austral, tan cristalinos como yermos. Y si se ha quedado corta, siempre podrá echar mano del salero del frío o del calor, que por distintos caminos conseguirán, intensificados, devolver la sazón al caldo de la biodiversidad.”  

Todo un mundo.