martes, 29 de mayo de 2018

El poder del sonido, El Origen Perdido


Matilde Asensi aborda en su obra El Origen Perdido una aventura por las culturas precolombinas, teniendo como telón de fondo un concepto muy debatido en los ambientes científicos: el poder de la palabra como sonido, como vibración de la materia.

El argumento de la novela parte de un hombre que está gravemente enfermo y postrado, al parecer por el efecto de una maldición, que le afectó al ser pronunciada en idioma aymara y que sólo puede ser sanado con una frase pronunciada también en ese idioma.

De ahí viajes por el mundo, Bolivia, Tiahuanaco, y la selva del Madidi, pruebas con trampas, aventuras y tratos entre el hermano rico e informático del enfermo y sus dos colaboradores más la profesora antropóloga que encargó al enfermo el trabajo que lo dejó postrado.
 
La obra se puede leer como una novela de aventuras, pero también como una aproximación a un estudio de la situación histórica y social en el continente americano en el momento del desembarco de europeos. De las culturas que existían, de sus historias, sus dioses, sus ritos y sus creencias. Quechuas, Aymaras, Yatiri. De lo que se ha divulgado y de lo que se ha callado. También hay una mirada a las creencias, la figura controvertida de Viracocha como deidad o como representación de alguien real que pasó por allí hace mucho tiempo.

 
Y en paralelo, un estudio sobre el primer lenguaje, ese que llaman nostrático y que se supone que era el que usaban  los primeros humanos, hace unos 13.000 años. Sus vocalizaciones, sus vibraciones, el efecto sobre el cerebro. La posibilidad de que un maleficio, una frase, un conjunto de sonidos, tengan un efecto determinado  sobre las neuronas del cerebro, sobre la inteligencia o la voluntad.

Los personajes informáticos dan su versión comparándolo con un software, una clave de acceso que por vibración bloqueara o desbloqueara algo, que diera unas órdenes o las anulara.
Uno de los protagonistas asegura: “Yo creo que el aymara es un vehículo perfecto para bombardear el cerebro con sonidos. ¿Has visto la típica escena de película en la que una copa de cristal estalla cuando se produce cerca un sonido muy fuerte? Pues el cerebro responde de la misma manera cuando se le bombardea con ondas sonoras. Se disparan los neurotransmisores que provocan tal estado de ánimo o tal sentimiento”.


Como buena novela de aventuras, la superación de pruebas también trae una madurez emocional de los protagonistas, una evaluación de sus propios comportamientos, un crecimiento. 

En la obra se percibe una labor ingente de documentación por parte de la autora, de estudio de la cultura maya y aymara, de la presencia española en las luchas por el poder de las culturas que ya existían, de los tratos y los pactos. Todo con el respeto, la veracidad y la curiosidad debida.

Precisamente esa fase de documentación previa fue la que generó gran polémica después de ser publicada la novela en 2003. Se alzaron voces en Bolivia quejándose de que Asensi no había reconocido sus fuentes, las investigaciones reales en las que se basó, los nombres y apellidos de las personas que le dedicaron tiempo e información. Incluso se la llegó a acusar de plagio en cuanto a los resultados de unas expediciones que se citan en el texto.

El asunto llegó a los tribunales, intervino Editorial Planeta y en 2005 la Cámara de Diputados de Bolivia emitió un comunicado  ofendido por considerar que  Asensi “había violado los más elementales derechos de propiedad de Bolivia y los derechos de autor de la expedición Madidi”. Textualmente declara: “censura pública a la utilización indebida de la Expedición Madidi, sus miembros y sus temas, sin autorización y sin cita, por parte de la ciudadana española Matilde Asensi en la novela El Origen Perdido”.

Al margen de la polémica, se trata de una novela de aventuras de buena lectura, con dos temas de fondo (el mundo precolombino y el poder del sonido) interesantes y bien tratados.


domingo, 20 de mayo de 2018

En busca de la Edad de Oro. Cuando los hombres eran dioses.


Hay muchas voces que aseguran que la Humanidad es mucho más antigua de lo que se cree. En miles de años. Y que ese pasado aflora en objetos y técnicas que ahora no entendemos, que no acertamos a ver cómo se construyeron o para qué servían, pero que indudablemente forman parte de nuestro pasado como especie. Forman parte de una Edad de Oro de la Humanidad que por alguna causa que aún no se ha deducido, dejó de existir. Hay quien apunta a un cataclismo climático o al impacto de un meteorito. O a ambas cosas. Después de eso la Humanidad volvió a empezar casi desde cero, y hemos llegado al día de hoy rodeados de esos misterios que desafían  nuestros propios relatos.

Javier Sierra
Ese es el razonamiento que recorre las 300 páginas de En busca de la Edad de Oro, cuyo autor, Javier Serra, es un experto en la materia. Ha investigado por todos los rincones del mundo buscando conexiones, pistas, razonamiento a las semejanzas en construcciones o leyendas distantes medio planeta, desde pirámides en América Central, Egipto y China, hasta construcciones con piedras de cientos de toneladas cortadas impecablemente en épocas que se presuponen sin tecnología.
Investigador y viajero incansable, no sólo detalla lo que no tiene explicación oficial, sino que expone los argumentos de los científicos (con nombre y apellido) que han dado otra explicación, que han buscado otra causa más allá de los relatos corrientes.

Uno de sus comentarios trata sobre la aviación: “En la más remota antigüedad pudo haberse desarrollado alguna clase primitiva de aviación. Los textos védicos de la India (s.IX al V aC, hace 3.000 años) se refieren a vehículos aéreos llamados “vimanas”. Hay una pieza arqueológica en el Museo Egipcio de El Cairo que recuerda a un pájaro. El Dr. Khalil Messiha examinó las “alas” y el “timón de cola” y descubrió que tenía características aerodinámicas perfectas, era un avión”.
También comenta las piedras azules encontradas en Guinea Conakry por Angelo Pitoni, que tras un examen químico en laboratorios oficiales demostraron ser artificiales, y que incluso tenían pequeños rastros orgánicos de las personas que las manipularon. Hace miles de años.
Y túneles de huida, y la Sociedad de la Niebla a la que perteneció Julio Verne. Y los cuerpos humanos de la capilla de Nápoles, que sólo tienen venas y arterias, y los miles de esferas perfectas repartidas por todo el globo. 

Y las historias recogidas por los indios Aymaras y su idioma insólito. Y los mapas de Piri Reis, que reproducen una costa que hace miles de años que yace bajo los hielos polares. Y la edad de la Esfinge de Gizé, miles de años más antigua que las pirámides….

Son muchas incógnitas, muchas posibles respuestas, muchas opciones. Javier Sierra opta por esa idea de la Humanidad avanzada. En cuanto a los estudios astronómicos, reproducidos en muchas culturas de una forma literaria o deificada, Sierra defiende: “Contrariamente a lo que pueda suponerse, el culto primordial de carácter astronómico que se esconde tras esos mitos no es un compendio de supersticiones. Más bien se trata de un conjunto de observaciones estelares de alto contenido científico, del que los pueblos de la Antigüedad fueron depositarios y celosos custodios.

Cada vez estoy más convencido de que ése es el verdadero tesoro que debemos buscar quienes nos enfrentamos a la investigación de los misterios del pasado. Porque, parafraseando a Hugo Reichenbach, es evidente, a la luz de todos los indicios aportados en este libro, que ‘existió una Edad de Oro cuando el oro no existía’”.