miércoles, 20 de enero de 2010

Se busca director/a para Haití

Un terremoto se ha llevado un poco de tierra, muchas casas y todo el presente de un país entero. Un país que a duras penas había salido de las dictaduras de los Duvalier, que a duras penas tenía algo bueno de la democracia y seguía teniendo lo peor de las condiciones humanas.

Desgarro internacional, voces de apoyo, toneladas de ayuda que llegan de todos los rincones. Los cooperantes en catástrofes humanitarias tienen que batallar con voluntarios que tienen eso, voluntad y poco más. Gente en las calles pidiendo ayuda y con la paciencia infinita que tienen los que no tienen nada más.

El presidente del país estuvo invisible durante los primeros días. No estaba herido, sólo estaba desbordado. Y no tuvo lo que debería tener como presidente: el gesto, la palabra, la presencia entre su pueblo que sufre. La voz que los calme y la guía para canalizar la ayuda, porque se supone que es el que mejor conoce su país. Pero sólo se le vio cuando llegaron Hilary Clinton y después Teresa de la Vega, porque los importantes han de ser recibidos por los importantes. Y mientras, todo el mundo sabe que Haití era un país sin gobierno efectivo y ahora sin techos.

Hasta la paciencia se acaba cuando pasados varios días el hambre crece, la ayuda sigue almacenada y nadie la distribuye porque falta esto o aquello. Y alguien asalta, y aparece el pillaje y hay que poner orden y al final los soldados toman las calles y todo el mundo hace la misma pregunta “¿Aquí quién manda?”

Todos los cuellos se giran hacia la ONU por su imagen neutral y de árbitro. Pero tampoco da la talla. En una situación de catástrofe, aunque hagan falta más recursos continuamente, tiene que haber un timón muy firme, una cabeza de organice y dirija lo que va llegando, que sepa dónde está lo más grave. Una voz que tenga credibilidad ante los demás, un órgano bajo cuya dirección se pongan todos nada más llegar, para que les indique dónde y cómo canalizar la ayuda. Y eso no se ha visto. Tampoco se vio en el tsunami indonésico, ni en el Katrina que se paseó por el país más rico del mundo.

Parece que hay escoceduras de poder incluso cuando se trata de gente que se muere. Nadie se coordina porque todos quieren ser dueños de su propia ayuda y de su propia voluntad y de los destinos de aquellos a los que están salvando la vida. Todos creen que saben más que los demás. “¡Falta coordinación!” es el grito de todos, pero una vez dicho, nadie se pone a coordinarse con los demás. Y ese es caldo perfecto para una apropiación del país.

Quizás sea demasiado cómodo hacer todas estas reflexiones desde un rincón europeo. Pero los toros se ven en toda su proporción desde la barrera. Desde la arena están demasiado cerca. Así que desde esta comodidad preguntamos: ¿Miles de ONG y una ONU y no han sido capaces nunca de establecer un organigrama que esté bien engrasado para intervenir rápidamente en las situaciones de catástrofe, con el compromiso de todas las organizaciones de ayuda de someterse a su dirección? No estoy hablando de un grupito de políticos llenos de buenas intenciones, estoy hablando de médicos, bomberos o militares entrenados en situaciones de emergencia severa. Y hasta de ingenieros y arquitectos que calibren el estado de las ruinas. O especialistas multidisciplinares. Pero el fantasma del “¡A mí no me das órdenes!” campea alegremente. Los soldados americanos se están adueñando de la situación. Exactamente: ni coordinan ni organizan más que lo suyo. Que no es poco, pero no es lo que tiene que ser.

Mientras, a nosotros se nos pide 1 euro para Haití. Una aportación que se canaliza a través de los bancos que crearon nuestra crisis y nos cobran intereses. Y que cobran la deuda externa del país más pobre del Caribe y le cobran intereses. Unas instituciones que siempre sacan rédito, porque se saben imprescindibles. No estoy tontamente en contra de la banca. Pero la inmoralidad vergonzosa que ha demostrado en las peores situaciones la convierte en “non grata”. Con unos beneficios declarados de miles de millones, no se les ha oído ni un suspiro de apoyo. Eso sí, el cobro legal e inmoral de comisiones por las trasferencias de ayuda a Haití lo escudan con un “es un problema informático, no se puede arreglar.” Y si te empeñas en que te lo devuelvan, te enredan en mil trámites burocráticos que cansan al más valiente.

Al parecer, las ONG’s, la ONU y la banca no recuerdan que es más fácil conservar la dignidad que recuperarla.

Texto: Marga Alconchel.