viernes, 14 de agosto de 2009

La banalidad telediaria

Pantalón de Obama fuera de moda. Lifting de Berlusconi. Culo de la Bruni contra culo de la Leti. Eso son las noticias que se exhiben en los noticiarios de máxima audiencia y en las portadas de los diarios de máxima tirada. Realmente eso es lo más destacado que ha pasado en el mundo en 24 h.?

Comentarios: Que éste está gordo, que aquel lleva peluquín, que el muerto negro que parecía blanco tiene hijos blancos del semen de sus amigos. ¿Eso es todo lo que se les ocurre con lo que está cayendo? No se trata de ponerse moralistas ni de convertir cada diario en un berrinche o un lacrimal sin cura. Pero seguro que han pasado otras cosas por ahí mucho más interesantes. Porque realmente, a alguien le importa de verdad si un político lleva peluquín o quién se acuesta con quién? Y si realmente tienen tanta gente preocupada por esas cuestiones, que las traspasen a esos programas de sobremesa de tanta audiencia. 

Llevamos una temporada larga con los accidentes de tráfico en prime-time. ¿Dónde está la novedad de que un coche se salga de carril y se empotre en la bionda de una curva? Vale que se quiera ayudar a disminuir la siniestralidad, pero tanto tema repetido parece más un anuncio de compañía de seguros que un noticiario. Y ni aumenta ni disminuye la cantidad de accidentes, porque acaba resultando indiferente.

Un chico ha muerto de un navajazo en un barrio marginal de una ciudad. ¿Eso es noticia? ¡Mueren a docenas cada día! Se busca la imagen chillona, la proximidad, el comentario simplón del vecino más indignado o más dolido. Y mientras nos dan una hora de menudencias trufadas de publicidad (con alguna guinda válida para compensar), el mundo va haciendo de las suyas y nosotros nos enteramos cuando les da la gana.

El noticiario de la noche es el mismo del mediodía, con alguna cosita para distinguirlos. Y es casi el mismo del día siguiente de madrugada, comprimido en menos minutos. Y al final nos dan un mundo muy pequeño, donde pasan sólo las cosas muy evidentes y donde casi todas las preguntas quedan sin respuesta.

¿Dónde están los grandes analistas de la bolsa, que además transmitan la información económica, de la que dependemos todos, de una forma entendible y amena? ¿Dónde están los grandes analistas de política que sepan interpretar entre tanto griterío de parvulario cutre, por dónde van los tiros? Cuando sacan el navajazo del barrio, dónde está la mínima investigación para exponer la situación en la zona? Resumiendo: dónde están los periodistas?

Al final, entre noticias simples, temas que no se tocan y repeticiones vagas, acabamos con desidia mental. Y caemos en lo que dijo Machado: “Esa segunda inocencia que da en no creer en nada”.

Texto: Marga Alconchel

sábado, 8 de agosto de 2009

Algo suyo se nos quema, señor.

Lamentablemente, yo no tengo un bosque. Así que cuando arden miles de hectáreas, cuando mueren abrasados 11 hombres intentando apagarlos y cuando me dicen que tardarán noventa años en volver a estar como estaba, siento que se ha perdido algo mío que no es mío. Porque los bosques son de todos, pero en su mayoría tienen dueño con nombre y apellidos, no son públicos.

En algún sitio el propietario de un bosque comentaba que es carísimo cuidarlo y que no les dejan sacar beneficio razonable de ese cuidado. Y que encima es imposible vallarlo, y los domingueros lo llenan de basura que lo enferma y ayuda a propagar incendios. Que cuando todo está bien, es gracias a todos. Y cuando está mal, es culpa del propietario. Y que al final acaban tirando la toalla. 

Imagino que tener una propiedad de tropecientas hectáreas de bosque de pinos y matorral significa tener mucha madera que no puedes tocar. Y mucho suelo que no puedes sembrar ni edificar. Y mucho “monte de caza” que no puedes alquilar alegremente. Mucho dinero al que no tienes acceso, pero por el que pagas impuestos. También imagino que Ayuntamientos y propietarios tienen muy claro que es importante que esos bosques estén vivos y en perfecto estado. Como patrimonio verde, por salud planetaria y por atracción turística, que todo cuenta. Los ayuntamientos dicen que no tienen personal para limpiar los bosques, pero también es cierto que no es una actividad espectacular que levante votos.
La Ley de montes dice cómo hay que cuidarlos. También está escrito que sólo se cumple en un 13%. Hay quien habla de que arden por el rayo, otros por abandono, otros dicen que por pirómanos enloquecidos, otros hablan de venganzas vecinales, de herencias mal definidas y terrenos peor marcados. Como en las pelis, preguntamos otra vez: ¿A quién beneficia todo esto?

En el pueblo de Salt (Girona) han cogido infraganti a un pirómano que encendió 7 fuegos al lado de la carretera. No era tontería juvenil, tiene 72 años y antecedentes. A veces detrás de esos comportamientos hay odios enconados durante toda una vida. ¿Y qué culpa tienen los árboles?


¿Y los que son puro accidente, cómo los evitamos? El invierno pasado se avisó que había llovido mucho, que la primavera sería fértil y por tanto el verano, con alto riesgo de fuego. ¿Con seis meses de antelación ya se sabía y ha tenido que arder medio país? Se habla de concienciar a las generaciones que suben. La mayoría ya están concienciadas, se toman muy en serio la vida verde. Pero una cosa es la conciencia y otra el curro. Alguien no está haciendo los deberes.

Si los habitantes de los pueblos, los que están justo al ladito, se quejan de abandono y las instituciones forestales de que no dan abasto, algo hay que cambiar. Quizás trabajos de reinserción social, quizás condenas severas y rápidas a los culpables, quizás trabajos forestales que den créditos lectivos a los estudiantes, quizás brigadas de soldados que hagan algunas semanas de ejercicio bajo las copas… Se aceptan ideas: Se nos quema el país.

Texto y fotos: Marga Alconchel

martes, 4 de agosto de 2009

Delincuentes a los 13

Siete chicos han violado por turnos a una chica de 13 años. Y a los pocos días, otra chica, otros chicos, mismo hecho. No es una cuestión de sexo: es violencia contra alguien vulnerable. No se les puede meter en la cárcel, tampoco deberían estar en la calle. Algo muy serio falla cuando les importa más pertenecer a un grupo que el daño que causan.

Unas voces piden bajar la edad penal: mal anda una sociedad que para atajar la violencia mete en la cárcel a niños de menos de 14 años. Los que lo defienden dicen que si ya tienen edad de hacer daño, tienen edad para pagarlo. Eso entraría en el convencimiento de que hay gente (niños) que nacen intrínsecamente malos y por tanto sólo se les puede encarcelar. Dicen que las leyes son demasiado permisivas. La historia de la Humanidad ha demostrado sobradamente que se gana más educando que pegando. 

En este problema hay dos lados que atender, la víctima y los atacantes. Mirando a los atacantes, hay dos cuestiones que decidir: que se hace ahora con éstos, y cómo evitar que más adelante lo hagan otros. Y de dónde salen éstos para evitar que salgan otros.

Y ahí nos encontramos con niños asilvestrados que han crecido sin guía familiar, ambientes donde los pequeños delitos son lo habitual, climas sociales donde el concepto de bien/mal es muy, muy flexible. Críos llenos de dudas que las solucionan con lo que ven a su alrededor: gana el que pega primero. Es evidente que solucionar eso es mucho más complejo que educar a los chicos para que no ataquen, pero ese es un principio.

En esos ambientes marginales también hay una inmensa bolsa de inmigración que traen sus propias leyes y sus propias culturas, no siempre respetuosas. Y todos se influyen entre sí. Una maestra de escuela me comentaba que tenía un alumno islámico que cuando cumplió 7 años empezó a no hacerle caso porque en casa le habían dicho que las mujeres son inferiores y él ya era un hombre. Y por supuesto, los demás críos de la clase querían seguir su ejemplo. Esas son las causas que hay que atajar para que no vuelva a suceder.

Por supuesto, también están los que no han conocido problemas económicos y sencillamente creen que son superiores y eso les concede impunidad. Y si sobrevienen problemas, papápaga. Tampoco han de ir a la cárcel, pero también tienen mucho que aprender.

Y con lo que ya ha pasado, qué hacemos? Dejar en la calle a un chico que sabe que ha hecho mal y ha comprobado que puede burlar a la justicia con las propias armas de la justicia es un ejemplo muy peligroso. Esos niños concretos necesitan un severo trabajo sicológico, en una institución cerrada o no, según determinen los que de eso saben. Pero no pueden quedarse impunes. Tienen que aprender ahora lo que no aprendieron en su momento. Y saber que hacer daño nunca es la salida para nada.

En una ocasión, un chico que conducía a lo loco y ponía en riesgo a los demás, fue condenado a realizar trabajos sociales en una clínica de rehabilitación de tetrapléjicos, muchos de ellos por accidentes de tráfico. Quedó concienciado de por vida, sin un sólo bofetón.

Quizás por ahí haya un poco de esperanza para este caso, porque con 13 años no se puede decir que son irrecuperables. Martín Luther King dijo: “Si supiera que el mundo se acaba mañana, hoy todavía plantaría un árbol”.

Texto y fotos: Marga Alconchel