lunes, 9 de noviembre de 2015

Un millón de euros hechos confeti

Una noticia de tinte casi cómico ha ocupado unos cuantos titulares recientemente: una anciana armada de tijeras ha hecho tiritas con 950.000 euros en efectivo. En billetes de 100 y 500, para ser exactos. (http://www.huffingtonpost.es/2015/11/06/mujer-destruye-dinero_n_8491222.html?utm_hp_ref=spain)


La buena mujer destruyó meticulosamente su cartilla de ahorros y todos los billetes. Tranquilamente sentada en la habitación de una residencia en la ciudad austríaca de Wiener Neustad, a 45 km. de Viena, donde la había ingresado la familia cinco dias antes.

Al margen de esa acción de destruir una ingente cantidad de billetes, que es un sueño puntual para mucha gente, hay algunos detalles a tener en cuenta. Por la información que ha trascendido, lo destruyó todo para que sus herederos no pudiesen cobrar.

Tenía 85 años, dinero y herederos. Pero la ingresaron en una residencia. La mayor pena que comentan muchos ancianos en esa situación es sentirse abandonados. Olvidados, solos. Volverse prescindibles para aquellos que se beneficiarán de todo lo que ellos dejen.

Se puede imaginar a la anciana dirigirse a su banco con un gran bolso de mano y pedir el saldo de su cuenta en efectivo, y cargar esa cantidad de papel (probablemente unos 3.000 billetes) hasta su nueva residencia, esa que será la última. Imaginarla sentada con las tijeras en la mano y verla pacientemente hacer tiritas con todos los billetes, con las cartillas, con los recuerdos, con las caras de los herederos, con los sentimientos, con la soledad. Cinco días le llevó hacer trizas toda su vida. Después falleció. Ya no tenía nada más que hacer.
 
La primera reacción general ha sido la fácil: estaba loca. La segunda, la de los herederos, la previsible: “¿Se puede recuperar ese dinero?” El Banco Nacional Austríaco dice que si los datos son ciertos, pueden restituir el dinero. Normalmente sólo restituyen los billetes deteriorados por el uso que no superen el 50% del billete, pero en este caso harán una excepción. Porque si no, podrían estar castigando a la gente equivocada, ya que no saben si la anciana se volvió loca.  El director del banco, Friedrich Hammerschmied, aseguró que probablemente ella no sabía lo que hacía y que cada año tienen entre tres y cinco casos así.

El comentario de la policía también ha sido el esperado: el fiscal Erich Habitzl asegura que no se abrirá investigación ya que los hechos no suponen infracción penal: no hay delito, nadie se queja, no hay caso.

Y en el trasfondo, una anciana que quiso castigar a aquellos que le negaban lo que todo ser humano busca: compañía, calidez, todo lo que ponga distancia entre uno mismo y ese frío al que llaman soledad. Una anciana que sabía que su tiempo iba contrarreloj, que a la tumba no se llevaría nada y que aquellos que se lo quedarían todo le negaban lo único que a estas alturas quería: compañía.

Las estadísticas indican que hay un alto porcentaje de ancianos que caen en grandes depresiones cuando entran en una residencia. No es demencia, no es un problema de la calidad de las instalaciones o de la bondad de las personas que trabajan allí. Es la sensación de estar de más, de que no caben en la vida de aquellos a los que les dieron la vida. De que “residencia” sea una manera elegante de decir “almacén de viejos”.

Naturalmente hay toda una casuística detrás, no todos los que viven en una residencia están olvidados por su gente. Hay gente mayor que está a gusto porque están bien atendidos, rodeados de gente de su misma generación y porque antes estaban siempre solos, con toda la familia trabajando y obligada por compromisos. También hay quienes quieren estar ahí porque tienen el médico muy a mano y el  día a día en perfecto estado.

Y también hay brotes de ilusión y de primavera nacida en esos pasillos, de parejas que se han formado construyendo minuciosamente un amor a medida.

Dicen que desde que salió la noticia del millón hecho confeti, hay movimiento en algunas residencias, que algunos residentes hablan en corrillos y están haciendo acopio de tijeras y consultando sus saldos, mientras muchos familiares empiezan a incorporar las visitas al abuelo como parte de la agenda de los fines de semana….