domingo, 9 de abril de 2017

Se ha suicidado un niño de 11 años

Ha sido una noticia reciente (http://www.20minutos.es/noticia/3007305/0/nino-suicida-novia-fingir-muerte/ ). En EEUU, una niña de 13 años y sus amigos hicieron creer al novio de ella, de 11 años, que ella se había suicidado. Y él reaccionó ahorcándose en su habitación. Lo encontró su madre y lo llevó al hospital, pero no sobrevivió. 

La niña ideó una broma de mal gusto, exagerada, infantilmente torturante (quizás acababa de leer una novela de Shakespeare), pero broma al fin. Sus amigos la siguieron en ese comportamiento tan humano de “hacer piña”, de colaborar con lo que sea por los amigos. Y lo extendieron por las redes sociales, rapidísimas, multiplicadoras de cualquier voz. 
Tysen Benz,  de once años, extrovertido, simpático y deportista, se lo creyó todo, porque era ella, porque eran sus amigos, porque salía en las redes sociales, porque a su edad no tenía más recursos de experiencias vitales para comprobarlo por sí mismo. Luego la decisión trágica, que sólo conociendo su mente y su entorno familiar podríamos llegar a entender.  

Y después la reacción de la madre, Katrina Goss. Con el ánimo hundido de dolor por la pérdida de un hijo necesita encontrar un culpable a quien volcarle ese peso. Averiguó que su hijo había comprado un móvil a escondidas, que se veía con la niña, a la que ella no llegó a conocer. El comportamiento habitual de dos niños que se gustan y empiezan a dar pasitos por la vida en esa nueva etapa.

De ahí a considerar a la niña culpable de asesinato va un abismo. La madre ha considerado que la niña es culpable de esa muerte, la acusa de haber utilizado un ordenador para cometer un crimen, de utilizar con maldad las redes sociales, y asegura que “con 13 años ya eres consciente de tus actos. Siento que se aprovechó de mi hijo para manipularlo porque era mayor que él. No creo que esto se deba tomar a la ligera”. No está hablando de adultos metidos en juegos macabros. Está hablando de niños a los que la broma se les fue de las manos.

La reacción de la madre, aun pudiendo ser entendible, es excesiva y muy cuestionable. Un suicidio es un hecho personal. Tysen decidió quitarse la vida, y con ese dolor seguirán viviendo sus padres y sus hermanos de 10 y 14 años. Probablemente ni la niña ni sus amigos esperaban algo así, probablemente ella está tan asustada e impactada como los amigos que participaron en la broma. Todos tendrán en su interior el peso de esa muerte, porque también era amigo de ellos, porque la niña y él eran “novietes”.

En las noticias publicadas dicen que la madre ha declarado que la niña “No hizo nada para ponerse en contacto conmigo o con las autoridades”. Lógico: la niña y sus padres están seguros de no haber cometido ningún delito, tienen su duelo propio y en todo caso, después de las declaraciones de la otra madre, mantienen las distancias. Pero Katrina Goss insiste en que es como un asesinato y quiere que tenga alguna clase de castigo.
La niña ya tiene castigo, y largo. En el colegio todos sabían que salían juntos, así que todos saben lo que ha pasado. En su casa también habrá tenido conversaciones sobre el uso del ordenador. La que nunca habló con ella es precisamente la que la acusa de asesinato.

A veces el dolor nubla los ojos. Los padres de ambos son los que han de tener un comportamiento adulto, no los niños. Las iniciativas, las conversaciones, las explicaciones, los pasos, los tienen que dar los adultos, y después hablar con los niños. Las decisiones se deben tomar después de hablar, de entender, de conocer todos los ángulos de lo que haya pasado.

Sólo entonces se podrá decidir si ha sido una maldita broma que se fue muy lejos, o si hay varios clientes para los sicólogos. Pero la salida no puede ser empezar por acusar de crimen a una niña de trece años. Eso, en un país con pena de muerte y que tiene a menores en la cárcel, puede coger un camino muy peligroso. 

viernes, 7 de abril de 2017

El Celler de can Roca, un mundo en sí mismo

Dicen que lo que llenó nuestra infancia estará presente en toda nuestra vida, para bien y para mal. Los hermanos Roca (Joan, Josep y Jordi) crecieron entre fogones, cazuelas, verduras y carnes, y les han llenado la vida para bien. Con ellos han creado Can Roca, un universo absoluto, reconocido en todo el mundo y nombrado en 2013 El Mejor Restaurante del Mundo.
Ahora celebra sus 30 años sin haber querido nunca alejarse de la primera cocina, aquella de la infancia. Una trayectoria que ahora se exhibe el Palau Robert de Barcelona, encuadrada en el Año de la Gastronomía y Enoturismo, en el que Catalunya ha sido declarada Región Europea de la Gastronomía
La trayectoria vital de los hermanos Roca, su filosofía, sus proyectos y sus metas se recogen en una exposición con el acertadísimo título De la Tierra a la Luna, como aquella novela de Julio Verne que hacia real lo imposible. Y esa era la meta que parecían haberse marcado los Roca y que han conseguido sobradamente. Y sin haber perdido la tierra bajo los pies, ni las cazuelas de la madre y la abuela en aquel primer bar que dio origen a todo, donde los críos ayudaban en la cocina y jugaban a llevar platos en los brazos.


Sólo desde la pasión y el sentido de la vida como un todo que todo lo envuelve puede entenderse la trayectoria de los hermanos, lo que han conseguido y la inmensidad que han alcanzado casi sin haber sacado (simbólicamente) los pies de casa. 

Un sentido holístico de la vida para convertir cada idea, cada pensamiento, cada imagen, cada noticia, en un referente culinario y alimenticio, en un acto que llevará a incorporar esa vivencia al interior de uno mismo por la vía del gusto. Una afinidad de piano entre las capacidades y las peculiaridades de cada hermano, un sentido de la dirección en que han de remar todos, un respeto a la tradición y una absoluta entrega a la modernidad. Todo se une en el mundo de los Roca, en ese viaje vital que los lleva de la Tierra a la Luna continuamente.

Hubo  años de profesionalización, de especialización, de paso por el Bulli de Ferràn Adrià. De ir consolidando una carta que aúna novedades al lado de los platos de siempre, esos que han evolucionado en nuevos conceptos y presentaciones, sin haber olvidado nunca la raíz que les da sentido.

Los diferentes ámbitos de la exposición pasean por los conceptos de su cocina y de su proyecto, sus propuestas y hasta sus inventos, porque para crear algunos platos han tenido que empezar creando la máquina que los haría posibles. Su filosofía, su estrategia con todo el equipo que hace posible cada plato, e incluso su especialización: Son tres hermanos y cubren todo el espectro de una buena mesa, Joan en cocina, Josep en vinos y Jordi en postres.
Una parte de la visita recrea en 360º el universo de los Roca. Tres máscaras (a escoger) permiten al visitante observar desde dentro y con visión total los tres ámbitos del mundo Roca: guiso, vino, postre. En el de los vinos, Josep muestra y explica los “escenarios” que ha creado en su bodega para explicar a las visitas sus sensaciones y sus vinculaciones con clases de uva, con matices, con formas plásticas de explicar un sabor o una textura. Explica mirando al espectador que la uva Riesling le recuerda a la seda dorada, que los campos del Priorat son su infancia, que el vino tiene tierra y tiene cielo. En el de los postres, Jordi solidifica humo para un postre y recrea la filigrana de un pase de futbol que acabó en gol.

La implicación de todos los miembros del equipo, la fantasía, la poesía, la creatividad, la actualidad que los rodea, los recuerdos, la alegría, incluso la presencia de su coach Inma Puig (conocida por su labor en el FC Barcelona) una figura imprescindible para que el engranaje emocional y creativo de todo el equipo funcione como un reloj que marca la buena hora para todos.

Todo lo demás es el simbólico viaje a la Luna, los éxitos, los reconocimientos, e incluso los viajes de exhibición, en los que trasladan literalmente el restaurante, que sin embargo, nunca han querido clonar o multiplicar en otros lares. Viajan por todo el mundo para aprender de todo el mundo, para mostrarse a todo el mundo… y para volver siempre a casa, porque Can Roca está en la misma tierra desde siempre, y no hay sucursal en el mundo.


La exposición permanecerá en el Palau Robert hasta el 23 de abril de 2017. Web del propio Celler de Can Roca: Celler de Can Roca

Video promocional de la exposición (1,04’): Expo Palau Robert