lunes, 24 de noviembre de 2008

La verdad se empeña en no morir

Recientemente el juez Garzón abrió grandes esperanzas incoando actuaciones por las desapariciones de republicanos en tiempos de Franco. Le dijeron que no quedaba ningún responsable vivo. Pidió el certificado de defunción del dictador cuando faltaba un mes para celebrar el 33 aniversario de ese óbito y todos creyeron que era una estupidez para mantenerse en la actualidad. Recibido el documento, cerró el expediente y pasó el caso a los juzgados ordinarios salpicados por toda la península donde se ubican los 140.000 enterrados en fosas comunes.

Garzón es cualquier cosa menos tonto o ignorante de los procesos judiciales. Siendo un asunto de tamaño nacional, le correspondía incoarlo y buscar al culpable. Y si ha fallecido, tenia que aportar el certificado legal para que el asunto pudiese pasar a los juzgados cercanos a las tumbas, donde se seguiera el proceso y las familias pudieran exhumar los restos y obtener certezas. Lo que ha hecho Garzón ha sido seguir escrupulosamente la ley para que esa úlcera oculta pudiera sanarse sin que la cerrara en falso un tecnicismo.

Una noticia llegada del otro lado del océano habla de las últimas declaraciones del presidente chileno Salvador Allende. Después de 35 años con una versión oficial sobre sus últimas palabras y los responsables de que se hubieran salvado, resulta que no fue así. El periodista Rubén Adrián Valenzuela, afincado en Barcelona, desvela que fue él y no otros quien recogió esa voz, que no fue una llamada sino tres, que habló personalmente con el presidente y que tiene la grabación y recuerda los comentarios de Allende en sus últimos momentos, antes del asalto definitivo al Palacio de la Moneda. Que el fallecido confiaba en el general Pinochet y no creía que estuviera detrás de los tanques que querían matarlo. La prueba de que Valenzuela fue testigo directo lo certifican las heridas de bala que recibió en el asalto.

Parece que la verdad se empeña en no morir. Hechos que sucedieron hace décadas, versiones oficiales, méritos que alguien se adjudica injustamente, silencios cómplices o piadosos que han ido poniendo una capa de sangre hecha cenizas sobre la historia. Y cualquier dia se alzan voces que dispersan ese polvo, argumentos que revuelven conciencias. Son testimonios que se niegan a vivir en el olvido, que es una forma de estar muerto. Y delante de ellos, oídos de gente que ni había nacido entonces y que escuchan desconcertados unos relatos que les suenan a rancio.

Unos afectados directos quieren saber qué pasó de verdad. Otros quieren que de verdad se deje en paz lo que pasó. Los dos apelan al tiempo transcurrido, unos porque ha sido de mentira injusta, otros porque remover huesos de muertos y perturbar protagonistas ancianos no mejora nada: los muertos, muertos van a seguir, lo que fue injusto, injusto sigue siendo. Los méritos que se apuntó alguien, convencido de que eran una especie de verdad sin dueño, tienen que ser desenmascarados. A cualquier lado el océano. Y poco más. Descubrir las mentiras sangrantes de un culpable y dejarlo en evidencia ante sus vecinos y su familia después de décadas de silencio plomizo ya es suficiente afrenta. Pretender enfrentarlos a su conciencia sería presuponer que tienen, y eso no siempre está claro.

Y todos estos clamores en medio de un presente que está por cualquier tema menos éste. Un presente de unas generaciones a las que todo eso le suena a prehistoria, unos hijos de culpables que quieren paz para sus ancianos, unos hijos de víctimas que quieren paz para sus recuerdos. Que prefieren gastar el tiempo y el dinero en presentes y futuros, no en pasados amargos y difusos.


A Lincoln se le atribuye una frase: "los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla". Quizás por ahí esté el tercer camino, la medicina de esta sociedad. Que no se olvide la propia historia, que quede recogida con letras de molde, que cada hecho tenga sus autores y sus víctimas y sus cifras. Que los culpables sean declarados culpables. Y poco más. Llenar las cárceles de ancianos es volver al estado de barbarie, pese a que los asesinos también llegan a viejos. Descubrirle a un hombre que no es quien cree ser, sino hijo de unos desaparecidos y fue regalado a sus segundos padres es una carnicería moral. Es desguazarle la vida sin alternativas, cuando además no es culpable de nada. Abrir causas penales, sacar listas de culpables a voz en grito, buscar condenas… No es ese el camino de la paz. Poner cada cosa en su sitio, sí. Y poco más.

No podemos acusar a un colectivo de destrozar vidas y a la vez ponernos a destrozar las suyas: nos igualaríamos a ellos. Tampoco podemos dejar impunes delitos y heridas que todavía sangran, porque tal como comentó Ian Gibson, “no se reabre una herida, porque nunca se cerró”. Hemos de tener el honor que ellos no tuvieron nunca, la nobleza que jamás encontró sitio en sus corazones de mala calidad. Limpiar la historia para que luzca verdadera, con todos sus matices y con todos los agujeros que ha creado el paso del tiempo. Darle a cada uno el mérito que fue suyo o la culpa que le corresponde. Hacer las paces con nuestro dolor y nuestras ausencias.

Y seguir caminando.

Texto y fotos: Marga Alconchel

domingo, 16 de noviembre de 2008

El desequilibrio imprescindible

Cuando se habla de países ricos y pobres se utiliza la argucia soterrada de que deberían ser todos iguales, de que los ricos lo son porque los pobres lo son. Cuando se habla de gente con estudios y gente analfabeta se usa la misma argucia: las oportunidades de unos lo son a costa de los otros. El desequilibrio entre países, entre culturas y entre clases sociales es un hecho innegable. Y que es brutal e injusto, también. Pero no lo inventaron ni el capitalismo y ni el comunismo, es tan viejo como el hombre.

Un río existe porque su nacimiento está más alto que su entorno. Un mar existe porque su cuenca está más baja que su entorno. Una montaña nace porque hay una presión desequilibrada entre placas tectónicas. Si todo estuviera equilibradísimo, si nada fuera más alto o más bajo o más denso o más ligero, todo sería una masa amorfa y muerta. Un grado de desequilibrio, de diferencia, es el secreto de la vida.

Las relaciones sociales y las comunidades humanas no están exentas de ese principio. Se desarrollan, se comunican, se pelean, se invaden y se encuentran desde que el hombre bajó del árbol. Y todo eso genera diferentes situaciones y diferentes velocidades, favorecidas por el entorno tanto humano como geofísico. Y con los siglos, las diferencias son tan llamativas como las sociedades tecnológicas y aparentemente ricas frente a las sociedades más rústicas y aparentemente más pobres.

Si no hubiera nada mejor de lo que ya se tiene, nadie movería un dedo por crecer. Si nadie se atreviera a desarrollar un invento alterando su entorno, no hubiera habido ni rueda en la historia del hombre. Y que alguien tenga ese atrevimiento no significa que le esté robando nada al vecino; implica que sigue su idea y asume un riesgo.

Naturalmente hay auténticos casos aberrantes creados por personas aberrantes que impiden, incluso por la fuerza, el desarrollo de comunidades enteras para beneficio de unos pocos. Y que el desequilibrio sea una fuente de vida no significa que haya de ser un escalón insalvable y asesino. El afán de mejorar ha hecho avanzar al ser humano y le ha dotado de una tecnología y una calidad de vida como no había tenido nunca. Que sistema y sus autores se hayan extralimitado y en una huida hacia adelante se esten precipitando solitos hacia el barranco no le quita valor a la idea, sólo la acota.

El capitalismo extremo es suicida, tal como ya anunciaban sus propios creadores. Se acelera en una huida hacia adelante que siembra el camino de cadáveres de perdedores y mendigos. Y ha demostrado ser dañino incluso para el planeta. El comunismo extremo era suicida tal como también anunciaban sus propios pioneros porque anulaba al individuo, montaba unos grupos mortecinos y artrósicos por falta de estímulo. Y ha dejado millones de muertos por hambrunas y millones de personas con el ánima hecha ceniza.

Y como siempre en la vida, la solución está en un mestizaje que tome lo mejor de cada propuesta y lo amase hasta dar con la solución más adecuada. Con el grado justo de mercado que dé estimulo para arriesgar, con el grado justo de protección social para que ningún ser humano quede desamparado, con el grado justo de beneficio al que ha arriesgado y ha trabajado duro. Y con todas las flexibilidades y las adaptaciones que sean necesarias.

La vergonzosa distancia entre ricos y pobres, entre desarrollo y atraso ha de reducirse, innegablemente. La tecnología ha de llegar a todos para mejorar su calidad de vida, sin discusión. Y todos han de respetar el planeta en el que vivimos. Hay voces que abogan por quitarles todo a los ricos para repartirlo entre toda la humanidad; sólo conseguirían que todos fuéramos igual de pobres y sin expectativa de más, algo que mataría al propio mundo. No tiene nombre que 1000 millones se personas del tercer (y cuarto) mundo mueran de hambre mientras se construyen palacios con la grifería de oro, pero tampoco serviría que todo el mundo viviera en un anodino dia a dia con el mismo menú. No es ese el objetivo ideal.

La primera potencia capitalista, la que parece más rica y es la más endeudada, la que ha propiciado esta catástrofe financiera junto con la Gran Banca, estira el cuello y asegura que su sistema es el mejor del mundo, que necesita algún parche y poco más. Las potencias emergentes dicen que ahora les toca a ellos marcar la pauta, pero no dicen cómo. Y los del tercer mundo dicen que si  
sólo les dieron migajas del menú, no tienen que pagar los platos rotos.

Habría que inventar un tercer sistema, pero no tenemos tiempo. Así que tendrán que hacer un sistema de tránsito que reúna lo menos malo de los dos y asumir que la etapa del primer mundo y el segundo y la guerra fría ya ha acabado. Se impone un nuevo modelo que tenga en mente lo mejor y lo peor de lo vivido hasta ahora, y que se atreva a los cambios rotundos que hacen falta. A asumir desequilibrios y su maravillosa oportunidad para crear nuevos ritmos.

Nos jugamos la vida.

Texto y fotos: Marga Alconchel

martes, 14 de octubre de 2008

De talantes y malentendidos

La comunicación es un arte y una técnica. Pero que funcione tiene una clave inevitable: las voluntades de los implicados. Creer que poseemos la verdad absoluta es un primer y sanote impulso que tenemos todos y que nos mueve a actuar. Afortunadamente, la vida, el desarrollo de la inteligencia y la tolerancia nos va demostrando que esa afirmación tiene muchos matices.

“El ser y el hacer no coinciden. Nadie refleja perfectamente su alma en su acción y por lo mismo, es grosero juzgar a alguien por lo que hace”. Esa máxima, firmada por Keiserling, debería estar en la cabecera de todos los intelectuales y en la carpeta de todos los negociadores. Y en el corazón y el talante de todo ser humano. Un comentario desafortunado, un malentendido o una reacción jocosa pueden ocasionar grandes males. Es el famoso efecto mariposa, que no por ser conocido deja de ser cierto.

Los foros internacionales están trufados de desacuerdos a los que se ha llegado por partir de posturas extremas y del cerrilismo intolerante (y cobarde) de no querer oir más voz que la propia. Todos tenemos culturas diferentes y talantes diferentes, pero por encima de todo, lo que impide la fluidez en las comunicaciones es el miedo al otro. De la voz del otro, las experiencias del otro, la realidad del otro.

En una negociación, los que se sientan frente a frente son dos seres humanos, aunque cada uno de ellos lleve en sí toda una nación o una clase social. Una baraja tiene ases y figuras, pero también tiene cartas simples y sin ellas no está completa; al dialogar, las pequeñas miserias de cada uno existen junto a sus grandes virtudes y sobre el tapete, cualquiera de ellas puede decidir la partida.


Gente que se autonombra portavoz de quien no los conoce, gente que toma la lanza en defensa de quien no ha pedido ayuda, gente que decide atacar a quien no se ha declarado enemigo. Gente que entiende la libertad de expresión como un derecho exclusivamente suyo. Todos esos comportamientos anti-personas son los que van minando las comunicaciones entre la gente, son los que van haciendo de este planeta un espacio ensordecido y de confrontamiento, en el que se considera que la actuación propia ha sido de defensa, el que ataca siempre es el otro. Distintas caras del mismo miedo.

Y sin embargo, detrás de esas lanzas y esas soflamas y esos griteríos, sigue habiendo un ser humano. Y muy probablemente, un ser humano curioso que quisiera aprender, conocer, saber de otras verdades, de otros verbos, de otras gentes. Un ser humano que tiene tantas ganas de aprender como miedo al extraño. Un pavor que le lleva a un comportamiento incoherente: desear oir otros discursos y a la vez, rehusar la voz del que no dice lo que él espera oir. Miedo al otro y al cambio.

Miedo a un discurso que no sea el de siempre, de creer que el que no está a nuestro lado repitiendo las mismas consignas, es porque es enemigo y malo. Es un virus que infecta las mayúsculas relaciones internacionales y las minúsculas relaciones personales, que ensucia los foros y los sofás. Hasta guerras se han declarado por malentendidos que se hubieran solucionado en el metro cuadrado de una mesa y dos sillas.

El que no piensa como nosotros es eso, uno que no piensa como nosotros. El que vive en otro país o con otra cultura, es eso, una persona de otra cultura. El que tiene otra visión de las cosas es eso, una persona con otra visión. Y del debate amistoso de todo sale la variedad multicolor y multicultural en la que existimos todos. La comunicación es movimiento de ideas, la vida es movimiento y en el movimiento hay vida.

Hace unos años se hizo famosa una imagen en la que el seguidor de un perdedor se encaraba con un seguidor del ganador: “No estoy de acuerdo con lo que dice, pero defenderé hasta el final su derecho a decirlo”.

Así sea.

Texto y fotos: Marga Alconchel

lunes, 22 de septiembre de 2008

Cuba y sus cubanadas

Dos ciclones han puesto patas arriba lo poco que había en pie en Cuba. Hay voces que claman para que de una vez también se arrase la penosidad cotidiana y la situación política que existe enquistada desde hace más de medio siglo. Que Cuba necesita grandes cambios lo saben hasta los que lo niegan. Pero ahora no es el momento.

Dos ciclones han arrasado la isla. No se pueden arrasar ahora las instituciones estatales, porque sería destruir el propio país. Son necesarias soluciones inteligentes y prudentes, dos piezas que no suelen prodigarse en los discursos latinos. No se puede rechazar una importante ayuda norteamericana (cinco millones) en nombre de una malentendida dignidad, que suele ser el nombre que le dan a la obcecación inadaptada. No se puede mantener un discurso de paranoia persecutoria. Es un argumento que solamente busca captar la atención y forzar el odio de los isleños en una única dirección externa a la isla, para que no se preocupen de nada más.  


Insuflar odio antinorteamericano en el discurso, mientras se cobra el alquiler de Guantánamo y se practica  béisbol americano. Imitar todo lo yanki, usar barbarismos ingleses y a la vez, reafirmar la condición de latinos. Cubanadas. Adorar a San Fidel es tan patéticamente ingenuo como satanizarlo. Nadie es totalmente bueno ni totalmente malo y todo tiene su momento. La soluciones que quizás fueron válidas en un momento pueden ser gravemente contraproducentes si no se entiende que el tiempo pasa por encima de todos, nos guste o no.

El mundo no empieza ni acaba en EUU. El embargo existe y es una chulería de matón barriobajero. Pero no es tan salvaje como lo fue en sus comienzos. De hecho, para el que puede pagarlo, hay de todo en la isla. Y ni Cuba es lo mejor del mundo, ni los cubanos son supermán en versión antillana, dos concepto que se les insufla en las venas a los isleños después de prohibirles salir de la isla y conectarse a Internet y mantenerlos bajo un sistema de control casa por casa.

El momento actual es muy delicado: empezaban las discretas aperturas, que tuvieron mucha aceptación en un país que todavía funciona con cartillas de racionamiento. Pero no hay que olvidar que no sólo son los hermanos de largo discurso los que ostentan el poder. Hay mucha más gente implicada, tentáculos imbricados en la sociedad civil. Las aperturas han de ser sin prisa y sin pausa para minimizar los daños colaterales.

Cuba necesita dinero, pero ahora no tiene producción, ni industria, ni siquiera fluido eléctrico. No es buen cliente para un crédito, además de que el mercado norteamericano, que sigue siendo su obsesión, ha demostrado que no es financieramente estable. La isla se dedica mayoritariamente al sector servicios y tiene que importar el 80% de los alimentos, a la vez que mantiene el 40% de las tierras de cultivo abandonadas. Y con la que está cayendo, ha subido la gasolina el 100%.

Podría acudir a otros mercados económicos. Desde Europa, que ya tiene mucho invertido (los españoles Meliá son los mejores hoteles de Cuba), hasta China, que está invirtiendo fuera de su país (en Africa) mucho más de lo que parece. India es una potencia consolidada (con sus peculiaridades, pero lo es) y todo el sureste asiático está despegando con fuerza.

Cuba exige que se le atienda sin preguntar. Pero todo el que presta dinero tiene derecho a saber para qué. Europa tiene una larga tradición de dolor y guerras y unas instituciones comunitarias que han costado larguísimas negociaciones. Ahora está en su derecho de no querer financiar a quienes no respetan la voz del disidente o mantienen unas actitudes de enfrentamiento, unos principios que costaron sangre en estas tierras. El Viejo Continente tiene sus contradicciones y no pequeñas, pero estamos hablando de créditos.

La solución, como siempre, está en la comunicación, en el diálogo. Que Cuba se siente y negocie créditos, inversiones, aportaciones. Sin bravuconadas, sin dignidad de opereta, sin oscurantismos, sin cubanadas. Como país es un mercado interesante, porque lo tiene todo por hacer. Con una aceptación previa: Cuba forma parte del mundo, y no puede pretender que sea el mundo el que baile al son de Cuba.

Texto y fotos: Marga Alconchel

martes, 2 de septiembre de 2008

Paises de opereta

América Latina es un continente lleno de colores, de idiomas, de pieles y de costumbres. De riquezas en la tierra y bajo tierra. De aires tórridos y de huracanes. Tan denso y tan desgarrado que no se entiende a sí mismo.

Su tierra sufrió una colonización, como todo el mundo. Tenía pueblos indígenas, culturas, idiomas. Fue expoliado, como todo lo colonizado en el mundo. Y se le impuso una cultura ajena, como a todo el mundo. Consiguió la independencia, como todo el mundo. Y aun no sabe qué hacer con ella.

No quiere sus pueblos nativos que le parecen vergonzantes, como unos parientes lejanos que todo el mundo quiere tener ocultos. No quiere la cultura que le impusieron, lógicamente. Mira a su vecino del Norte con una mezcla de rechazo por su colonización económica y envidia por su aparente vida rica. Lo imita tanto como lo odia. América Latina anda sin identidad propia y dando bandazos.

Sus estructuras estatales son dinamitadas continuamente desde el interior. Las guerrillas que han hecho del secuestro y el narcotráfico su modus vivendi, siguen enarbolando discursos decimonónicos sobre los derechos del pueblo. Las clases pudientes hacen una ostentación hortera de nuevo rico, las clases bajas siempre están con el quejido y la mano tendida. Los políticos emplean expresiones grandilocuentes, parafernalia de opereta destinada a impresionar. Gentes de escaparate que fuera de esa situación no tendrían trabajo ni en el circo. Y mientras, el continente va a la deriva.

Las multinacionales siguen extrayendo beneficio. Los políticos llegan a la palestra sin más cultura política que haber conseguido los votos ilusionados de los más desilusionados. Hacen declaraciones a gritos, invaden instalaciones y aseguran que van a nacionalizar. Después la realidad se impone y tienen que bajar la voz y negociar, porque no hay nadie en el país que sepa gestionar eso si los extranjeros se van.

Las grandes empresas van a donde obtengan más beneficio, sin más consideraciones. E invierten muchos millones en conseguirlo. Y los ciudadanos quieren que la riqueza de su subsuelo se quede en su suelo. Ambas son consideraciones razonables, hay que ponerlas en sintonía. Gritar que ya no es “América Latina” sino “América India” cuando en el continente los indios son parias en riesgo de exterminio es directamente hipócrita. Pretender que en el siglo XXI todo el continente se rija por las costumbres ancestrales de pueblos minoritarios es inviable, politiqueo de predicador barato. Los indígenas y los negros y los mestizos y los blancos, todos son americanos. Y todos son producto de su propia historia, sangrante como la de todo el mundo. No se pueden ignorar unos a otros ni pueden expulsar a los que no les gustan.

El gran trabajo de América Latina es aceptarse. Aceptar su historia sin que en los colegios se enseñe odio al antiguo colonizador ni en las calles se imite al nuevo. Aceptar su colorido social, su riqueza humana y sus grandes posibilidades. Entender que su esencia, su manera de ser propia es indígena y latina y además, americana. Diseñar su cohesión, sus relaciones internas e internacionales. Afrontar el narcotráfico en serio, afrontar la gestión del petróleo en serio. Dejar de considerar a los estafadores como listos que han conseguido burlar a unas instituciones en las que nadie cree ni confía.

Hasta que no se tome en serio a sí misma, hasta que no se mire al espejo con los ojos serenos no tendrá estabilidad interior. Y por tanto, seguirá padeciendo los desgarros que la hacen insostenible y que la tildan de no fiable en los foros internacionales. La gente los quiere, sólo están esperando que ellos se quieran a sí mismos.

Texto y fotos: Marga Alconchel

jueves, 24 de julio de 2008

Africanos para Africa

Africa es una isla inmensa. Tan grande, que cabe en ella desde el mundo árabe del norte, el desierto eterno del Sahara, las selvas del centro, el mundo negro y hasta las minas de diamantes del sur. Tan inmensamente rica que tiene los yacimientos de minerales estratégicos más importantes del planeta y tan inmensamente pobre que millones de sus gentes mueren de hambre. Tan acogedora para ofrecer lo que tenga a cualquier visita. Tan inhumana con su propia gente como para enzarzarse en genocidios tribales sin pestañear. Tan desesperada como para jugarse la vida detrás de un sueño que vio en la tele: las pateras y los cayucos vomitan fracasos, el mar se traga gente que nadie cuenta. Pero abrir las puertas sin más no es la solución. La solución no es vaciar Africa.

Es una isla tan grande que en ella caben ciudades con tecnología punta, sociedades feudales y comunidades prehistóricas. Tan grande que no se conoce a sí misma y ha sido deseada por todos los exploradores del mundo. Lo que esgrime siempre para justificar sus males es el colonialismo europeo, y siendo una verdad incuestionable, no se sostiene como causa. También rechazan la religión católica vinculada a esos tiempos, y están adoptando masivamente el islam, que les habla contra lo occidental y que tampoco es suyo. Dios contra Dios.

No sirve que vaya de víctima. Todos los pueblos del mundo han invadido y han sido invadidos, han robado y han sido robados, han matado y han sido muertos. También fueron colonia europea Canadá y EEUU y Australia. Y también media Europa fue colonia de la otra media. Y toda ella fue colonia de Roma. Y a nadie se le ocurre hoy ir a la Ciudad Eterna a reclamar. La historia es como es y no vuelve atrás. No es un orgullo, pero ya pasó. Hay que aprovechar lo que queda, enterrar los muertos y seguir caminando. Las generaciones que van subiendo conformarán un buen futuro, pero el presente urge.

Exigen capitales a Europa, que después se disuelven en un marasmo de corrupción, señores de la guerra, intermediarios… También hay casos impecables, pero son una flor en el desierto. Una ONG fabricó un pozo artesiano para que un poblado tuviera agua potable. Los jefes de la zona lo destruyeron porque eliminaba el peaje que ellos cobraban sobre el único pozo de la zona, y echaron a los de la ONG. La vida humana no les merece ningún valor, sólo importa el negocio. Y ni siquiera a medio plazo, sino para el día a día.

La situación es compleja: con una extensión de varias europas, genera riqueza, recibe dinero y se muere de hambre. Una de las claves está en su idiosincrasia. Una isla tan distinta de los demás continentes no puede ser tratada desde fuera como una pequeña unidad a la que se le impone un modelo de comportamiento. La democracia occidental, que es una versión del régimen político de la ciudad griega de Atenas, no es linealmente aplicable a Africa.

Por supuesto, en un mundo globalizado, en el que se lucha para que se entienda que estamos todos en el mismo barco, no se pueden admitir determinados comportamientos que van directamente contra el ser humano. La venganza tribal, la mutilación genital, la venta de niños, nada de todo eso ni de otros comportamientos ancestrales es admisible en una mesa común. Es parte del reto que tiene Africa. El otro reto es la autogestión. Sí que hay organizaciones y estructuras de gobierno y policías y tribunales. Pero no tienen la más mínima credibilidad. Desidia, nulo respeto por sus propias leyes… La corrupción es tan omnipresente que ataca al olfato.

Los problemas de Africa se tienen que solucionar en Africa y entre africanos. Eso no excluye al resto del mundo, sólo lo pone en segunda fila. Hay países africanos ricos que podrían invertir en su entorno, hay mucho por hacer, pero a su manera. Su propio trabajo es cohesionarse, formar realmente un continente negro, con toda la serenidad y la conciencia de su diferencia. Si Africa no fuera negocio, no estarían invirtiendo los empresarios chinos, con un potencial de expansión que se multiplica por años. Si no hubiera un futuro interesante, no habría multinacionales con inversiones milmillonarias. Se trata de que ellos lleguen a formar sus propias grandes empresas, gestionen su vida y su riqueza. Han de empezar a dignificarse sin griterío. Si siguen haciendo lo que están haciendo seguirán consiguiendo lo que están consiguiendo.

Deben crear sus propios sistemas de diálogo. Y deben respetarlos si quieren ganar respetabilidad en el mundo. Sus foros, su forma propia de coordinar sus áfricas. Sin ceder a presiones occidentales, pero entendiendo que han de caminar hacia un futuro interrelacionado. Muchas cosas de su presente son anacronías culturales que han de ser superadas. Deben llegar al grado de desarrollo y de serenidad como continente que les merezca sentirse orgullosos de sí mismos.

Tienen mucho por hacer, y un futuro tan grande como su sonrisa.


Texto: Marga Alconchel

lunes, 21 de julio de 2008

Cerebro y llanto contra el terrorismo

Las noticias sobre hechos terroristas salpican de sangre el dia a dia de todos. Los que realizan esos actos se amparan en unas palabras grandilocuentes y sagradas en todo colectivo humano: independencia, derecho a vivir la propia vida con los propios códigos, supervivencia cultural. Una especie de “vete, que no te quiero” dedicado a entidades estatales, ejércitos, y un confuso batiburrillo en el que cabe todo lo que no gusta.

Por supuesto, todos sabemos que la sangre no se limpia con sangre, por mucho que sea una frase impactante. Pero si dejamos de escuchar los gritos y los llantos y miramos más allá del color rojo, probablemente encontraremos algunas claves. Los movimientos terroristas se amparan en esas palabras, y usan bombas, armas, municiones… nada de todo eso se compra a plazos. Ahí hay dinero. Y ya que el dinero clandestino va con dinero clandestino, también hablamos de drogas, mercenarios… Por tanto estamos ante un negocio que mueve muchos billetes y que si acabara dejaría a mucha gente en paro. Hace mucho que para muchos, toda esta situación no es más que una empresa, una forma de vida. Como las guerrillas sudamericanas enquistadas en discursos irreales, pero viviendo de secuestros, rescates, narcotráfico y demás florituras.

Hace tiempo se propuso a los terroristas del norte de España que abandonaran las armas y se reintegraran a la vida civil con garantías y en un proceso delicado pero factible. Factible en la teoría, porque en el mundo real cruje. Un hombre que se ha pasado muchos años en clandestinidad, moviendo mucho dinero, teniendo un grado de poder en la organización y una sensación de prepotencia sobre los vecinos en función del terror que les inspira… Que lo deje todo y se dedique a la carpinteria ocho horas al día por un sueldo que es la décima parte de lo que cobraba. Irá a casa de los vecinos a pulir una ventana que no cierra bien o a hacer un mueble de cajones para los juguetes del nieto… No es creíble. Es una situación atrapada. Y necesita una salida inteligente y creativa. Porque mientras no tengan una opción realmente válida no van a cambiar. Ni su status económico ni su etiqueta de víctimas de la península, ni su íntimo orgullo se pueden intercambiar por un trabajo corriente. Tampoco se puede eternizar esta situación, y meterlos sucesiva y llanamente en prisión alimenta un caldo de cultivo para que aparezcan nuevos aspirantes a héroe.

Ya que su motivo publicitado es la independencia de esa tierra, se podrían injertar (los que no tengan delitos de sangre, que para esos hay leyes específicas) en las instituciones públicas de la zona. El objetivo de alcanzar el poder político es gestionar la cuestión pública. Pues que gestionen la cosa pública desde las propias instituciones; que demuestren lo buenas que son sus ideas. Que vean el mundo desde ese lado y gestionen esas cosas con todos esos condicionantes. Entre su gente, en tratos con todos, vistos por todos. Sin amenazas, sin publicar las ideas a balazos. Habría que articular todos los detalles, habría que hacer una auténtica obra de orfebrería política, social y legislativa. Pero anularía la etiqueta de su terrorismo: quieren el poder, ya lo tienen. Quieren la independencia, que comprueben qué están diciendo desde el propio poder.

Tampoco podemos actuar sobre los que ya han sido capturados y están en prisión con la indignidad que ellos han demostrado. Esa es una de los condicionantes de un estado de derecho: su grandeza y una de sus losas está precisamente en que no puede ser indigno con los indignos. Hay un terrorista en prisión que está a punto de ser liberado, que jamás se ha arrepentido y que irá a vivir cerca de la familia de una de sus víctimas. Se oyen voces airadas y dolidas para que no salga nunca de prisión. Ese es el sentir, pero no puede ser el derecho. Se le juzgó, se le aplicó una pena y la ha cumplido. Si queremos que respeten la ley, nosotros mismos debemos ser escrupulosos con la ley. Debe salir, aunque nadie lo quiera de vecino.
 
Aunque lluevan lágrimas.

Texto: Marga Alconchel
 

viernes, 18 de julio de 2008

Macho por pegar, macho por no pegar

Los medios están llenos de agresiones machistas. Se publican declaraciones solemnes de expertos que aseguran que ellas se enamoran de quien no deben, como si fuera una estupidez que sólo sufren las mujeres, sentimentaloides suicidas que deberían hacer un test antes de saludar al que les acompaña tomando una copa. Se proclaman leyes, se decretan órdenes de alejamiento, pulseras chillonas… todo para después de la violencia. Educar en el respeto está muy bien para el futuro, pero en el presente tenemos más de una muerte por semana, no podemos esperar. Para detener esta carnicería hay que actuar antes de la agresión.

El ser humano es social por naturaleza. El varón sigue sintiendo necesidad de formar parte de un grupo: de cazadores de mamuts, de jugadores de fútbol, de lo que sea. Sin embargo, la mujer sigue viviendo sola. La maternidad y el cuidado de los hijos la han mantenido siempre aislada en casa, y al ser considerada no productiva sino reproductiva (la supervivencia de la especie, nada menos), no se la valora. Ya está incorporada al mundo laboral, pero con más problemas que ventajas. 


Los motivos por los que un hombre ataca a una mujer suelen salir de un gran cajón donde se amontonan frustración, inmadurez emocional, inseguridad, coleccion de fracasos vitales, celos, problemas en el trabajo, bebida por inadaptación social…Y ataca a quien tiene más cerca, su mujer. A la que considera su propiedad ya que él le da de comer. Su agresión tiene una voluntad de autoafirmación, de demostrar que sigue siendo válido para formar parte del grupo. Por eso después de la agresión aluden de una forma obtusa a un ataque verbal de ella (“¡yo soy un hombre, qué se ha creído!”) o que lo había abandonado (cómo puede irse algo que es mío?) o lo más alienante, que él se ha quedado sin trabajo y “¿qué harán ella y los niños?”, así que masacre y nadie sufrirá en el futuro.

Es una forma de gritar a los demás hombres que es un gran macho de la manada, que no lo dejen solo. Y ahí está la clave para detener esta sangría en tiempo presente, hasta que las generaciones bien educadas lleguen a adultas. Que los demás varones no acepten este comportamiento. No se trata del gesto del anuncio de mirar al agresor y soltarle “si pegas a una mujer tú no eres hombre”. Están usando el mismo argumento del agresor: la testosterona como medida. Ser macho por pegar o ser macho por no pegar.

La clave está en que los varones no agresivos (que afortunadamente son millones) entiendan qué es ser persona por encima de tanto ruido. Y que no consientan ningún otro comportamiento. Un comentario grosero puede ser una broma maloliente, pero si se va repitiendo ya no es una broma, es un síntoma. Un correo electrónico con unos genitales abiertos y chorreantes puede ser de mal gusto. Docenas de correos en la misma línea indican ya una característica de carácter. Es una forma más de deshumanizar, de cosificar a la mujer: no es un ser humano, no es de la manada, es un trozo de carne a disposición, esas fotos son un “juguete” que el macho comparte con sus compañeros de grupo.

Los varones no agresivos tendrían que rechazar esa actitud y dejarle claro al que la ejecuta que no es aceptado. Pero no lo hacen. No por que compartan la agresividad, sino porque no la ven. El menosprecio hacia la mujer como ser inferior está extendido desde siempre como un olor, como un telón de fondo que a fuerza de estar siempre ahí nadie lo ve. Y la solidaridad de género los lleva a sentirse más cerca de quien exhibe testosterona que de quien es diana de esa testosterona. No son agresivos, pero tampoco se van a enzarzar en una discusión por esa tontería… No les gusta, pero tampoco es para ponerse así… y con esa actitud los comportamientos se eternizan y a la mínima que la presión lleva a la frustración surge la violencia como liberación.

Señores no agresivos, imaginaros el cuadro: una mujer de vuestro despacho tiene todas sus carpetas cubiertas de fotografías de falos y pectorales de concurso, pone más fotos en las paredes del despacho que comparte con vosotros, sólo comenta medidas de penes y número de veces de sexos, que mira a cualquier hombre con el que se cruce de abajo a arriba y lo tasa, que siempre hace el mismo tipo de comentarios entre risotadas, que os envía siempre fotografías húmedas de muchos centímetros que define como “artísticas”, que comenta siempre los muchos machos con los que se acuesta y que sólo valen lo que dura dura... Cansa, verdad?

Pues nosotras lo aguantamos toda la vida.

En vuestras manos está que el presente cambie.

Texto y fotos: Marga Alconchel

miércoles, 9 de julio de 2008

A 600 kilómetros de otro idioma

Gente que no suele salir de su pueblo mental despotrica sobre cómo hablan los que no son de su grey. Y asegura que está amenazado de muerte un idioma que hablan 400 millones de personas, que utilizan 100 millones de internautas y que tiene escritores de valor universal en sus filas desde hace siglos. Cuatrocientos millones de personas que hablan castellano y cientos de idiomas más, están seriamente amenazados por siete millones de personas bilingües que lo hablan y también se expresan en catalán. Porque todos los que vivimos en esta esquina de la península hablamos como mínimo dos idiomas. Lo que también implica que tenemos dos culturas, y ese es el déficit que más se les descubre a los que gritan desde su pueblo.

Y desde el púlpito insisten en que hay familias que no pueden educar a sus hijos como quieren. Sí que las hay, millones. Millones de familias pobres que quisieran tener acceso a una educación que no pueden pagar. Y algunas familias que quieren tener en la escuela pública enseñanza a la carta. Se insiste a gritos sobre el idioma castellano. A gritos porque están a 600 kilómetros de esta realidad, y creen que así se les oirá. Ninguno de los que están aquí comentan esas tonterías, porque aquí aprende y habla castellano hasta el que no quiere. Está en la calle, en la literatura, en los kioscos, en las terrazas, en los carteles, en todo. En todo. Y a nadie le molesta, porque también es nuestro idioma y nuestra cultura. A nadie le puede molestar realmente porque las oleadas inmigrantes que ha ido recibiendo Catalunya la han convertido, literalmente, en una sociedad multicultural sin aspavientos. Esos gritos aquí sólo son ruido de algunos que andan a 600 kilómetros de cualquier vida.

Sin embargo, cuando hablas con la gente de a pie de esos lugares, no solamente no sienten rechazo por los catalanes y el catalán, sino que sienten la curiosidad intelectual de averiguar cosas de esa cultura. Quieren saber cómo se dice esto o aquello, e incluso se sorprenden divertidos al enterarse de que algunos conceptos y algunas palabras de su castellano idioma, son absolutamente catalanes: peseta es una palabra catalana (peçeta) que significa “pieza pequeña” y se nombro así una moneda que era fracción del duro que reinaba entonces. Decisión del Ministro de Finanzas, catalán para más señas. Porque los idiomas son las herramientas vivas que tienen las personas vivas para comunicarse, y se influyen entre sí y se enriquecen.

Que no fabriquen problemas donde no existen, que no hagan ruido para llamar la atención. Quien quiera una educación monolinguística tendrá que irse a una zona monolinguística o pagar una educación privada, a la que tienen derecho y para la que tienen opciones. Los demás vivimos en sociedades abiertas con varios idiomas, varias costumbres, varias culturas… sociedades dinámicas, que naturalmente también tienen sus incidencias, sus injusticias y sus mecanismos de corrección. Todo lo que nos amplía nos hace crecer.

Todo lo que nos incomunica es lo que nos está matando.

Texto: Marga Alconchel
Fotos: Marga Alconchel y publicidad

jueves, 26 de junio de 2008

No se puede prohibir el sexo

A veces asaltan los noticiarios imágenes de calles marginales adornadas con mujeres marginales ejerciendo el más cotidiano de los oficios marginales. Los vecinos hartos, las mujeres huyendo si les piden los papeles, los clientes zigzagueando por en medio.

Girar la cara para no ver el problema es pusilánime. Prohibir la prostitución es tan inútil como prohibir el sexo. Multar a los clientes es ridículo, simplemente vuelve la actividad mucho más obscura, pero no la hace desaparecer. Porque se tendría que prohibir la testosterona y me parece que de momento no se puede.

El deseo sexual es un impulso inherente al ser humano, y en muchos varones (mal entendidos como varones, pero esa es otra batalla), más que un impulso es un ataque. Y puesto que hay demanda, hay oferta. Y consecuentemente, mercado. A partir de ahí se puede reglamentar para que la demanda no llegue a la imposición, para que la oferta no sea forzada y para que los intermediarios sean correctos empresarios, no proxenetas esclavistas. Porque ese mercado existe desde que el ser humano existe, y eso es mucho tiempo para ponerse a prohibirlo (por enésima vez) tontamente. El burdo argumento de que lo son porque quieren, que lo suyo es vicio o negocio sin más, sólo se sostiene en contadísimos casos, y no suelen estar en la calle aguantando una farola.

Legalizar y reglamentar la prostitución a la brava, como si fuera una manufactura cualquiera tampoco es válido. Vivimos como vivimos y tenemos la cultura y la historia que tenemos. No se puede abrir alegremente una empresa que se llame “Casa de Putas, S.A., NIF XXXX”. No se puede dar de alta a las trabajadoras como “Especialista en francés, Oficiala de primera en sado, con conocimientos de zoofilia”. Socialmente es inviable, esas trabajadoras estarían marcadas, tal como lo están ahora. Habría que inventar una fórmula legal y protectora (revisiones médicas, bajas laborales, indemnizaciones) que tratara dignamente el tema, que las protegiera sin caer en el ridículo o el escarnio social. O incluirlas por consenso en algún “cajón de sastre” reglamentario, como esas actividades de servicios personales. Clama al cielo que en una misma mesa se sienten especialistas del mundo laboral, sindicatos y prostitutas y se pongan de acuerdo de una vez. Y escuchándolas mucho, no caigamos en el paternalismo de tratar su problema sin hablar con ellas.

La legalización las sacaría de las calles, las protegería de agresiones impunes y a la vez, liberaría a los vecinos del cutre espectáculo con que se encuentran en su puerta, de inventar respuestas para contestar a un niño que pregunta qué está haciendo esa señora con ese señor.

Igual que muchas señoras se ven abocadas a ejercer como señoras de la limpieza por motivos económicos y cuando pueden dejan ese trabajo sin mayores consecuencias, las señoras que practiquen sexo por necesidad deberían poder dejarlo sin mayores consecuencias. Sin embargo, me imagino sus entrevistas laborales si constara en su informe que de tal a tal fecha trabajó en la empresa “Sexo, S.A.” como “Especialista”.

Es preciso una legalización y una reglamentación, pero que parta de una premisa inexcusable: que en ese trabajo el trato se realice de mutuo acuerdo, por ambas

 
voluntades. Aunque por una parte la voluntad esté empujada por la necesidad económica y por otra parte por una abstinencia coercitante. Legalizarla minimizaría la existencia de los intermediarios, como pasó (salvando las diferencias) con la Ley Seca. Nunca hubo más borrachos ni más mafiosos ni más dinero negro ni más alcohol adulterado que con la prohibición de beber.

Texto y fotos: Marga Alconchel

martes, 24 de junio de 2008

¿Orgullo Pedófilo?

Parece que los pederastas celebran desde hace ocho años el día del orgullo pedófilo. Se convocan entre sí a través de una página web que está bloqueada en toda Europa menos en España. Y en España esa llamada no está prohibida porque no existe la figura de “apología de la pederastia”. Sin embargo, sí existe la figura de la “incitación al delito” y si no estoy equivocada, la pederastia es delito.
Los convocantes juegan con las dos palabras como si fueran sinónimas, y convenientemente se quedan con la acepción menos aberrante. El pederasta practica sexo con menores, el pedófilo siente inclinación erótica por ellos sin llegar a mayores.

Todos hemos de someternos a las leyes del lugar en el que vivimos. Esas leyes son precisamente las que nos hacen libres, porque son las que nos dan la medida exacta del espacio que no será invadido por otros. Nos dan la medida de aquello en lo que nos defenderán las instituciones que mantenemos entre todos. Nos dan los parámetros de lo que no consentirán que nos pase. No vivimos solos en el planeta, y por tanto, nuestra libertad tiene la medida de la libertad de todos.

Con esas premisas por delante, que exista una página pederasta ya atenta a la propia esencia de la Humanidad, puesto que agrede su propio futuro encarnado en esos niños. Tildar como “muestra de amor” lo que es la simple satisfacción de los pantalones es rizar mucho el rizo. Cualquier muestra de amor parte de una persona y llega a otra, que la acepta o no. Un niño de menos de cinco años no puede discernir, no puede opinar, si es que en algún momento el pederasta le ha pedido opinión. Y si no hay una ley específicamente específica, hay otras que se pueden aplicar.

Los delitos nacen más rápido que las leyes que los prohíben, pero eso no significa que no haya muchos resortes jurídicos por los que impedir la carnicería anímica que se ha hecho con el futuro de esos niños.

Por otro lado está la familia de ese niño. Es completamente entendible la rabia, el dolor, el bloqueo emocional. Pero la pregunta surge inevitable: nadie se dio cuenta de nada? Una madre comentaba de Nanysex que había visto sangre en el pañal del niño y enrojecimiento. Entiendo que en primera instancia nadie piense en esa posibilidad, pero no le extrañó, no le pareció suficiente como para investigar?

Lo que se hace con los niños es lo que se hace con el futuro. Ellos son los que llevarán las riendas de todo dentro de 30 años, que es muy poco tiempo.
¿Y aun hay quien promociona la pedofilia como un orgullo?

Texto y fotos: Marga Alconchel

lunes, 23 de junio de 2008

Propietarios de la palabra matrimonio

Aunque las voces ahora están más moderadas, sigue la sorda lucha por conseguir que “matrimonio” sea definido únicamente como el contrato católico. ¿La iglesia es propietaria de las palabras? Desde cuando tiene patentado el dominio de ese término?

Matrimonio es una palabra de origen latino que significa, etimológicamente, “una mujer”, entendido en su sentido más antropológico, de matriz. O sea, en tiempos de promiscuidades habituales, indicaba la unión con una sola mujer.

La iglesia católica adoptó ese término junto a miles más. Y no es bueno ni malo, es un paso en el camino de consolidación de cualquier agrupación humana. De ahí a pretender que se es propietaria no sólo de las voluntades, no sólo de los deseos, no sólo del bien absoluto, sino incluso de las palabras, raya en la paranoia. No olvidemos que es un asociación privada como cualquier otra.

Que no acepten la unión entre dos personas del mismo sexo es una de sus características, como tampoco aceptan el divorcio, ni el sacerdocio de las mujeres, ni la abolición del celibato… Sin embargo, nacieron en medio de un imperio romano caracterizado por la bisexualidad cotidiana y el divorcio, entre otras múltiples variedades de las relaciones humanas. El matrimonio de los sacerdotes católicos existió durante sus mil primeros años, y desde que se abolió y se obligó al celibato por cuestiones económicas se han disparado los casos de sacerdotes con “mayordomas” íntimas, con hijos no legalizados, con comportamientos gay… más que escandalizarse por la vida que hay fuera del alzacuellos, tendrían que poner al día sus propias normas internas.

La iglesia católica, cualquier iglesia, vela por intangibles, por cuestiones espirituales, por ideas que están más allá de lo estrictamente humano. Pero no deberían dejar de estar en lo cotidiano, y tendrían que ser conscientes de que el mensaje de los libros en los que se basan es etéreo, anímico. Pretender que la vida de las gentes que buscan su consejo se mantenga hoy, línea por línea, como hace dos mil años, es demostrar que están lejos, muy lejos, de la realidad.

Texto y fotos: Marga Alconchel

Zapatero no puede decir crisis

Zapatero es el presidente del país y por tanto las noticias graves le llegan pronto. Sabe perfectamente el alcance de la crisis, pero no puede pronunciar esa palabra. Cualquier representante político sabe que sus palabras tienen impacto en la calle. Un presidente que anuncie que estamos en una severa crisis que se alargará durante muchos meses genera pánico en las calles, reacciones desesperadas y hasta desabastecimiento. 

Una huelga de camioneros en este país, que tiene todos los suministros garantizados, ha generado recientemente miedo, acumulaciones de provisiones que no hacían ninguna falta y estanterías vacías en los super. ¿Qué podría pasar si un Presidente anunciara por los micrófonos que estamos en plena crisis, que muchos empleos desaparecerán para siempre, que los precios están disparados y no van a detenerse... Y que la banca sigue aumentando vergonzosamente sus beneficios.

Por tanto, abonarse al deporte de buscar un lapsus por donde se le escape la palabra es un ejercicio de divertimento mental. No la puede decir, y que la oposición se abone a ella únicamente demuestra que continúa con la política dinamitera de reventar las instituciones del país mientras no las tenga en propiedad. Estamos en crisis, sí, pero no se puede decir, y callarlo no es un ejercicio de ocultamiento malicioso, sino una postura para evitar males mayores.

El Presidente del país y el presidente de la oposición y el presidente de los dineros podrían ponerse a planear grandes estrategias para salir de este problema. El precio especulativo del petróleo y el dinero negro metido en tanto ladrillo nos ha traído hasta aquí. Por tanto, la solución no puede estar en políticas que sigan en el patio del cemento y el andamio y en el baile de los oros negros. La gente ha de vivir en algún sitio, sí. Pero en un país donde se ha construido tanto y de tan mala manera, hay millones de viviendas deshabitadas que se devalúan por momentos. Construir más, aunque sea “protegido” no es la solución.

En un país donde la riqueza no nace ni en la industria ni en el agro, ni en la ganadería ni en la pesca, donde la dependencia a las energías ajenas es absoluta, la solución no es subvencionar el gasóleo, sino evitarlo. Ideas para otras fuentes energéticas hay. Y sin ser esos esperpentos que a veces llenan las portadas como si fueran los inventos del TBO. Lo que falta es la cadena de decisiones que nos aparte de esa dependencia exterior. Y que quizás nos aporte incluso una fuente más de ingresos.

Hay que hacer lo que se deba aunque se deba lo que se hace.

Texto y fotos: Marga Alconchel

domingo, 25 de mayo de 2008

Triste bolsa de plástico

Erase una vez una bolsa de plástico desconcertada. Venía de una larga estirpe de procesos químicos, depurados en laboratorios carísimos, gestada por hombres inteligentísimos. Trabajaba en un súper: su función en la vida era ayudar a los demás a llevar sus cosas, y cuando ya estuviera viejecita, moriría y sería pasto del mundo, que para eso la hicieron "biodegradable".

Después de millones de bolsas de plástico repartidas por el planeta, ahora le dicen que es la culpable de no se qué, y que ya no la quieren más. Que su raza debería extinguirse. Que los mares y los estómagos, y los peces se ahogan. Ella no lo entiende. Si la hicieron biodegradable, porqué ahora dicen que no lo es? Y si a ella no la quieren, dónde meterán la basura? Porque todas las bolsas del súper hacen horas extras llevando cientos de cosas, y la mayoría se jubilan llevando la basura al contenedor. ¿La pondrán en bolsas de papel que se irán rompiendo por el camino? ¿Y que les pasará a los bosques de los que se saca el papel y el cartón?

¿O es que el problema es que no la quieren a ella porque es gratis? Pero no es gratis: lo que le cuesta a la empresa sus miles de bolsas de plástico lo repercute en el precio de las cosas, como el gasto de luz, o los sueldos, o los uniformes de los empleados. Dicen que para concienciar a la gente , las cajeras de los supers cobrarán las bolsas. ¿Significa que a ella le darán una paga? Porque si el super ya cobra las bolsas a través de los productos, va a sacarse más beneficio sin coste alguno.

¿O es que es el jefe Estado el que quiere exprimir algunas monedas más de la cartera de la gente que va al super? Deberían hablar con ella, que ve lo que hay y lo que no hay en las carteras. Y ve lo que le meten dentro: Productos de línea blanca, ofertas, lo imprescindible. Hay crisis, de verdad.

Así que la pobre bolsa del super teme por el futuro de su raza. A lo mejor la solución sería que hicieran algun cambio genético y salieran bolsitas más biodegradables, y más rápido, y a menor coste. Soñar no está prohibido.

Claro que también están las otras bolsas. Porque siempre se ensañan con las pequeñas, pero no dicen nada de los grandes embalajes, de los envoltorios de varios kilos, de las inevitables bolsas específicas para la basura... ¿o es que no es plástico? ¿Y no dicen también que son biodegradables? Atacan a la pobre Bolsa del Super porque es la más pequeña, la más indefensa, la más pobre.
 

Ella tiembla con las asas en alto e intenta averiguar cómo se hacían antes las cosas. Y le hablan de camiones abiertos que venían a horas concertadas, y la gente se acercaba con cubos abiertos llenos de basura que el empleado volcaba dentro. Todo el barrio sabia por el olor que llegaba el camión, y sólo las amas de casa estaban a esa hora para bajar la basura ... ¿realmente quieren suprimir las bolsas de plástico?