miércoles, 14 de octubre de 2009

Sentido de Estado

Hay políticos y gente que está en la política. Políticos que tienen Sentido de Estado y gentes que se apuntaron al carro de lo público “para forrarse”. Políticos que llegaron a lo público como cumbre de una carrera de fondo, llena de trabajo, estudio y compromiso. Y personajillos que llegaron a lo público de cualquier manera, desde los amiguismos a los asaltos militares, según el país. Desde los trajes de marca a las marcas verde oliva de algunos trajes.

Son gentes que están, pero no son. Usan grandes sillones, tienen micrófonos atentos, se desgarran ofendidísimos por cualquier opinión que no sea la suya…Pero siguen sin ser políticos. No entienden lo que significa Cosa Pública, no entienden lo que significa Interés General, Situación Multicultural, Compromisos Internacionales. Lo suyo siempre es personalísimo, o como mucho, está partido. 

Tener Sentido de Estado se define más por lo que no es: No tienen Sentido de Estado los presidentes americanos que fuerzan elecciones para perpetuarse en el poder, salvapatrias de guiñol. No tiene Sentido de Estado el que bloquea todo cambio en su isla, convirtiéndola en patrimonio hereditario en la figura de su hermano. No tienen Sentido de Estado los políticos europeos (incluidísimos los españoles) que confunden las instituciones del estado con el partido en el poder, y se dedican a ensuciarlas aprovechando cualquier atril, sea dentro de las fronteras o fuera. No tienen Sentido de Estado los reyezuelos africanos que cobran ayudas millonarias para salvar la miseria de su tierra y después envían a sus tres esposas favoritas a buscar objetos de lujo por el mundo para decorar su nueva mansión. No tienen Sentido de Estado los que insultan todo lo que se mueva si no es de los suyos.

No tienen Sentido de Estado los que quieren aplicar una apisonadora sobre las culturas que no conocen o sobre las aspiraciones de la gente que no piensa como ellos, usando el argumento de que como fueron anulados como nación hace siglos, hace siglos que no tienen derecho a nada. No tienen Sentido de Estado los que exigen la cabeza de los corruptos ajenos y aplican la tolerancia y el beneficio de la duda sobre los propios. No tienen Sentido de Estado los que menosprecian la formación de un gobierno ajeno porque tiene demasiadas mujeres (“gobierno rosa” lo llamó el italiano), los que se apropian de los medios de comunicación para que sólo se comunique lo conveniente (el italiano, el venezolano), los que conocen información peligrosa y la callan hasta el momento que más les convenga. No tienen Sentido de Estado los que insultan a la Judicatura (un Poder del Estado, no lo olvidemos) cuando no les da la razón y que trufan la vida pública de denuncias sólo por protagonismo, convirtiendo el trabajo de gestionar un país en una carrera de obstáculos innecesarios.

No se ve, entre los nombres más conocidos del politiqueo interno y externo, ni una sola persona con Sentido de Estado. Ni en esta península-puente entre dos continentes y dos aguas, ni en los países que la rodean ni en los que están más lejos. No significa que no haya, sino que no se les oye ni se les ve. Y las gentes de a pie estamos deseando que se manifiesten. Estamos deseando que las personas que ocupan los grandes cargos tengan también grandes contenidos, grandes palabras y grandes hechos. Barack Obama es una hermosa esperanza, pero de momento sólo es eso.

Sabemos que todos somos humanos, que cualquiera puede cometer un desliz y que cualquiera puede verlo. Y que la grandeza de esas personas con Sentido de Estado está también en asumir sus errores y sus debilidades. Entonar el mea culpa los engrandece, igual que hacer limpieza en las propias filas cuando corresponde. La frasecita de “no admito ni media lección de honestidad” es una estupidez contraproducente; la historia ha demostrado sobradamente que todos tienen que recibir muchas lecciones.

A los votantes de a pie, sean del color y partido que sea, se les ruborizan hasta las rodillas cuando se enteran de sobornos y trapicheos. Y cuando descubren que aquellos que se llevaron carretadas de votos han sido pillados y han puesto vergonzosamente de cabeza de turco al último monín y después quieren cerrar el asunto sin más. Cuidado: las heridas cerradas en falso revientan en pus.

Texto y fotos: Marga Alconchel