


Con todas las reflexiones habituales en West, el protagonista se encuentra con
una pequeña niña discapacitada que se acerca a él sin miedo, con una eterna
sonrisa. Y recuerda la definición que hizo alguien de esas personas,
eternamente alegres, eternamente necesitadas de ayuda, eternamente regalando
cariño, esos pequeños bufones que
Dios ha puesto en el camino para que cada uno reflexione sobre su propia vida.
Y de ahí un cambio existencial que comportará también, un riesgo geopolítico
mundial.
La novela mantiene el ritmo entre los
momentos de reflexión, de meditación, de conversaciones intensas, y los otros
de acción policíaca, de poner en realidad palpable lo que eran conjeturas
mentales.
West,
gran conocedor de los entresijos del Vaticano como estructura política con
poder real sobre mil millones de personas, iglesias en todo el planeta y
cuentas bancarias con muchos ceros, reflexiona por boca del Papa en las
consecuencias de todo lo que hace y sobre todo, en el gran monstruo rígido y
aislado del presente en el que se ha convertido la iglesia de los pobres.
Los
bufones de Dios también incluye un tema frecuente en
la literatura de West: la soledad de
los sacerdotes mayores, el contrasentido de tener vocación de servir a un
colectivo de más de mil millones de creyentes y acabar anciano y solo. La
añoranza de sentir unas vocecitas que le llamen abuelo, el vacío de no haber
criado un hijo propio al que enseñarle desde el principio a navegar en los
vaivenes del mundo, la frialdad de un lecho en el que nadie le regala un abrazo
de buenas noches.
West no ataca el celibato vocacional,
pero siempre pone el acento en la soltería forzada, en el vacío de la casa, en
la vejez desamparada, en el miedo que va expandiéndose en el corazón de los que
tuvieron vocación de ayudar a todos siguiendo una fe y se ven mayores, con
dudas existenciales y dependencias existenciales que les resultan desde
vergonzosas hasta humillantes. Y en todas sus reflexiones se le nota un punto
de queja personal, de lamento por los sacerdotes que tuvieron que dejar de
serlo, por los hombres que no pudieron desarrollar su capacidad de padres de un
hijo, por todo lo que no les dejaron ser.