sábado, 2 de abril de 2016

He congelado a mi hijo porque no puedo pagar el entierro.

Del Reino Unido llega una noticia social: una madre afectada por la crisis económica congeló el cadáver de su hijo hasta reunir el dinero suficiente para poder enterrarlo. Más que una práctica macabra, es una solución desesperada para dar una salida digna a un problema que cuando sucede no admite esperas: enterrar a los muertos propios.

En diciembre, en Asturias, un hombre dejó en la cama el cadáver de su madre fallecida y abandonó la vivienda, porque no podía pagar el alquiler ni el entierro

 Las generaciones anteriores convivían con una mortandad alta tanto de ancianos como de niños. Florecieron empresas de seguros funerarios, que por una cuota mensual aseguraban un entierro con los complementos que contratara el beneficiario. 

Fue una época en la que era corriente ver cada mes a los cobradores (no existía el pago domiciliado), carpeta en mano, llamando a los timbres de una portería y anunciándose directamente como “el de los muertos”.

La famosa crisis (y la ruina) que algunos políticos ven superada, o presente o escondida, o amenazante, según el color de su partido o el momento electoral, es una realidad absoluta, aplastante y cotidiana para muchísima gente.

 Las personas que han tenido que ir suprimiendo uno a uno todos los costes de su mini-bienestar, también suprimieron éste. Y una vez que la muerte ha sucedido, el trámite ha de ser solucionado en menos de 48 horas. Un entierro o una cremación es un gasto que se mide en miles de euros, sin entrar en si es abusivo o si realmente es el coste del servicio.

Así que se buscan salidas: Desde el que sólo puede pagar una cremación y se lleva la urna para echarla al mar (pobre mar, último destino de demasiadas cosas), hasta los que no pueden nada y donan el cuerpo a la ciencia, que se encarga de recogerlo sin coste. 

Y en España se han disparado tanto las donaciones de cuerpos, que en algunas instituciones ya no admiten más porque no tiene dónde guardarlos

Existe la necesaria e impecable fosa común, pero es un destino demasiado anónimo para la mayoría de los casos. Demasiadas veces, ciudadanos con nombre y apellido, que han pagado impuestos durante toda su vida en todos y cada uno de sus actos, han llegado a los últimos momentos con un grado de pobreza que amenaza en convertirlos en NN, No Name, sin nombre, acrónimo de los cadáveres sin identidad. Demasiadas veces, las familias golpeadas por la muerte de uno de los suyos necesitan un lugar donde llorarlo, donde dejar pedazos de pena en medio de la vorágine del día a día.

Quizás, además de solucionar esta crisis en la que nos metieron los que vivieron muy por encima de lo que nos estaban robando, deberían también cuestionarse que, igual que con nuestros impuestos el Estado cubre correctamente nuestro nacimiento, nuestra entrada en el mundo, debería cubrir en el mismo grado la salida de él, puesto que ese último paso es inevitable.  

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Daniel Escrig Secanell: Horrorós.

Anónimo dijo...

Marga Spilman: Por favor... Qué duro!

marga alconchel - margalc3@gmail.com dijo...

Lo que cuesta un entierro, las propuestas de municipalizar el servicio, las asociaciones, los abusos. Lo necesario y el negocio abusivo: http://www.eldiario.es/sociedad/desconocido-negocio-servicios-funerarios-Espana_0_502899757.html