
Se
exhiben trajes diseñados por Freddie
Buretti, creaciones de Kansai
Yamamoto e incluso el abrigo confeccionado con la bandera Union Jack
diseñado por el propio Bowie y Alexander Macqueen. Les acompañan
fotografías, carátulas, fragmentos de películas en diferentes pantallas,
entrevistas, fragmentos de conciertos y multitud de objetos personales, desde
dibujos, storyboards, partituras, notas…

Convencido
de que en un escenario debía haber un espectáculo, creaba escenografías, trajes
y efectos, además de su particular vestuario, cortes y colores de pelo y
maquillajes. Su nombre artístico (Bowie)
lo tomó de un modelo de cuchillo.

La
exposición se pasea por toda su trayectoria vital y musical, y los auriculares
reproducen, en cada espacio, la música que le corresponde o el contenido de las
pantallas, todo en inglés. Es un paseo por sus trajes más icónicos, las
fotografías más personales de su biografía, los detalles de su juventud o los
primeros pasos de su trayectoria musical, que ya anunciaban su diferencia. Su
fascinación por el teatro japonés y el bailarín Lindsay Kemp, con el que mantuvo relaciones y estudió mimo.
Venía
de una familia desequilibrada y llegó a declarar: “Hay una tendencia esquizoide en la familia,
así que me atrevo a decir que estoy afectado por ésta. La mayoría de mis
familiares han estado en algún tipo de institución metal y mi hermano no quiere
salir. Le gusta mucho”. Dos de sus tías fueron declarados esquizofrénicas, una
tercera fue ingresada y su hermano Terry, con la misma enfermedad, acabó suicidándose
en 1985.

Apodado
El Duque Blanco Delgado, deliberadamente
ambiguo y bisexual, intelectual a su manera, sus letras y sus espectáculos
exponían su opinión sobre los temas de actualidad. Obsesionado con las
instituciones mentales, en una de sus obras preguntaba. “¿Dónde puede estar el horizonte/cuando una nación esconde/sus mentes
orgánicas en un sótano?”
Durante
una entrevista que le hacían vía satélite entre Los Ángeles e Inglaterra,
sucedió el fallecimiento del dictador Francisco Franco. El gobierno español
solicitó permiso para utilizar el satélite y transmitir la noticia, pero Bowie se negó a cederlo y continuó con
la entrevista.
Una
de las facetas intelectuales de Bowie
fue como creador de unos bonos financieros (celebrity
bonds), respaldados por la propiedad intelectual y emitidos por el titular.
Fue una forma de transformar los derechos de propiedad intelectual en bonos que
aseguran a los inversores participar en los futuros beneficios de los royalties
que vaya a cobrar. Con esa maniobra se garantizó el flujo de dinero necesario
para trabajar y para devolver principal más intereses.

Como en todas las facetas de su vida, el público
se dividió entre los que lo encontraron innovador y dueño de su destino y los
que lo etiquetaron como vendido a Wall Street. Sus actividades musicales y
financieras consiguieron que en el momento de su fallecimiento (enero de 2016)
tuviera una fortuna de 194 millones de dólares, y que a lo largo de toda su
carrera hubiera vendido 150 millones de álbumes.
Falleció
el 10 de enero de 2016, dos días después de su cumpleaños, de un cáncer de
hígado.
Dylan Jones, exdirector de la
revista GQ, dijo: “David Bowie era su
propia creación, su propia obra de arte. Era un chico de Brixton, del sur de
Londres, de la posguerra con la mirada puesta en el mundo. Toda su carrera
profesional era un mito, una leyenda e invención”.
En
los años 90 declaró en una entrevista: “Siempre
tuve la necesidad impulsiva de ser algo más que un humano y pensé: al diablo,
quiero ser un superhumano”. En 1997 dijo: “Creo que un artista ha de ser siempre fiel a los dictados de su corazón”.
La
exposición permanecerá en el Museu del Disseny de Barcelona (el único de España
que la acogerá) hasta el próximo 25 de septiembre de 2017.