domingo, 14 de agosto de 2016

De hierro y de fuego

Hay algo profundo, instintivo, en el afán de domar el hierro y el fuego. En poder someter a un elemento con el otro, y a los dos, moldearlos según una idea propia. Construir con ellos algo duradero que resulte útil o simplemente hermoso, que es otra forma de utilidad. Tan importante es ese afán de dominio del fuego, que los romanos le asignaron todo un dios eterno (Vulcano) y aseguraron que de él son todos los volcanes de la tierra y toda la lava ardiente de las profundidades.

El hierro es uno de los  materiales más abundantes de la corteza de la tierra. Él es la causa del campo magnético planetario, y es tan útil como para definir toda una etapa del desarrollo humano, la  Edad de Hierro.

Tan duro como para necesitar 1.500ºC para fundirse. Tan dúctil como para adoptar prácticamente todas las formas. Tan versátil como para ser imán y acero. Tan compatible como para alearse con otros metales. Tan necesario como para estar en las estructuras de los miles de edificios que han cambiado el perfil de las ciudades, tan polifacético como para estar en los clips de la oficina y en los tenedores de la cocina.

Hay algo hipnótico en el trabajo de la forja, en la imagen de las piezas al rojo vivo, domeñadas y convertidas en obras de arte. Hay una enorme fuerza contenida en esos objetos de hierro que ya ha vuelto a ser negro, pero con otra forma de ser. El hombre convirtió este dominio en herramientas y armas. 

El conocimiento se convirtió en oficio y el oficio se vistió de arte. Todos los pobladores que han tenido vetas de hierro en su tierra han tenido forja, y los forjadores han sido uno de los oficios más importantes de los pueblos.

Forjadores tenían los romanos, y su trabajo se recrea cada año en la Magna Celebratio, ese fin de semana en que toda Badalona, la vieja Baetulo, se llena de tenderetes donde todos los maestros exponen lo que fue su oficio. Y donde los forjadores ponen su horno y su saber propio al alcance de la gente.

El Modernismo supo transformar ese hierro en hadas, ondas, flores y dragones. Quedaron diseminadas  ventanas, vallas y puertas ante las que brota el impulso de tocar como la necesidad de conocer las entrañas de la tierra dominada.

Los Martí, una de las familias tradicionales de forja en Catalunya, celebraron recientemente su centenario con una exposición en el Real Círculo Artístico de Barcelona. Su historia se remonta al siglo XVII. Dedicados a la crianza del vino, se acercaron al hierro para construir por sí mismos los modestos aros que necesitaban los toneles de vino. De ahí pasaron a los útiles de trabajo, a los pequeños adornos, a las grandes obras y al trabajo por encargo, porque llevan tres generaciones conviviendo con forjas y fuegos.

Hoy el hierro ha dejado paso a nuevas formas en nuevos materiales, ha quedado reducido y ha dejado su faceta laboral por otra decorativa, pero no por falta de interés del público, sino porque el trabajo y la disciplina que implica dominar el fuego y el hierro impone una servidumbre que no está adecuadamente compensada.


Un oficio y un saber con idioma propio: yunque, martinete, fuelle, acero, soldadura, templado, pavonado, palabras que suenan como conjuros necesarios para sobrevivir al trato con el hierro y el fuego.




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Marga Spilman lo compartió en fb. 15.08.2016

Anónimo dijo...

Toni Sales etiquetó un me gusta en fb.