viernes, 19 de agosto de 2016

Tiene 7 años y vende su peluche para poder comer: la miseria del Cuarto Mundo

No es una noticia de zona de guerra o de un país profundamente empobrecido. Ha sucedido en EEUU: un niño de siete años ha intentado vender su peluche para poder comer. Lo encontró un policía y el niño, con toda sinceridad, le dijo que tenía hambre desde hacía días, que necesitaba dinero. Mientras el policía lo llevaba a comer a un restaurante de comida rápida, sus compañeros fueron a la vivienda, donde encontraron a sus hermanos en medio de suciedad, abandono y podredumbre.

Es un caso más de hambre y miseria en el Primer Mundo, en esas sociedades cuya ideología les impulsa a correr desenfrenadamente hacia adelante, buscando el más y más cada día, despreciando al que no puede, no sabe o no tiene esa ideología, que queda varado en la cuneta como un bulto inservible. Pero es un ser humano. Son millones. Son el Cuarto Mundo.

El termino Cuarto Mundo fue acuñado por el sacerdote Joseph Wresinski en los años 70 para referirse a las personas en situación muy precaria que viven en los grandes países desarrollados. Simplificando, el Primer Mundo eran los países industrializados de ideología capitalista, el Segundo Mundo fueron los países de la órbita comunista, y el Tercer Mundo los que no llegaban al desarrollo de los dos anteriores.

Según Médicos del Mundo, en Europa residen 40 millones de ese Cuarto Mundo. En EEUU, 50 millones. Las recetas para curar esa situación tienen los más variopintos ingredientes, pero chocan con la raíz: el Cuarto Mundo existe porque lo genera el propio sistema. No se trata de cuestiones de beneficencia o de imponer un modelo que no permita a nadie enriquecerse por encima de la media. Se trata de conseguir que una sociedad sea social, es decir, que prime el beneficio humano por encima del económico. Que considere al ser humano como raíz de la sociedad, no como gasto. Que su salud sea parte del coste de la sociedad, no un fastidioso dispendio o un negocio para el que pueda pagarlo. No hay que olvidar que se trata de vidas humanas.

Con el añadido de que una sociedad social, genera menos problemas de salud, menos problemas de convivencia o de delincuencia, menos problemas de vandalismo… así que además, es económicamente más inteligente.

Las gentes más desfavorecidas gritan desde todos los puntos del planeta, montan en pateras, asaltan gobiernos y exigen derecho a vivir dignamente, porque si seguimos haciendo lo que estamos haciendo, seguiremos consiguiendo lo que estamos consiguiendo.


Quizás este sistema se esté acercando a su colapso, y sería más inteligente organizar los nuevos tiempos antes de que llegue a ser habitual ver niños por las grandes avenidas vendiendo peluches. 

No hay comentarios: