jueves, 6 de septiembre de 2018

Gambrinus, un restaurante con nombre de rey


Barcelona vivía la emoción de preparar los Juegos Olímpicos de 1992. Adecuaba espacios y construía infraestructuras, y dentro de esa actualización, en 1989 remodeló el Moll de la Fusta, en el Port Vell (Puerto Viejo).

Era un espacio idóneo para la hostelería, la actividad que siempre ha sido rentable en la ciudad, una de las cuestiones que valoran los turistas y los locales. La arquitectura de diseño llenaba las calles, el ayuntamiento quería que Barcelona se gustase y gustase a todos.

Cinco locales, cinco chiringuitos de diseño, se abrieron en el paseo. La fiebre del diseño llegó a las ordenanzas municipales, que prohibieron poner carteles en los tejados. El más cercano al marinero barrio de la Barceloneta, el Restaurante Gambrinus, buscó una solución a lo grande. Si para anunciar una zapatería se ponía un zapato, para este restaurante marinero se pondría una gamba.

El restaurante era propiedad del arquitecto Alfred Arribas, amigo personal de Xavier Mariscal, a quien encargó la decoración interior y el reclamo exterior. Mariscal estaba en la cresta de la ola después de su muñeco Cobi, emblema de las olimpiadas barcelonesas. 

El interior recordaba a un trasatlántico de los años 20, y en el exterior instaló una monumental escultura con forma de gamba, pinzas de bogavante y sonrisa de cómic. La escultura fue creada por el maestro fallero Manolo Martín, que tardó tres meses en dar forma a una carcasa de hierro cubierta de porexpan y poliéster ignífugo, pintada de color cobre. Con su sonrisa de lado y sus quince metros de envergadura reinaba en todo el paseo.


En 1993 el propietario del restaurante era Josep María Ferré Catasús. También lo era del Restaurante Quatre Gats, donde el menú se imprimía cada día en un diario bilingüe castellano/catalán con noticias e informaciones culturales.  La editorial responsable, Quatre Gats Diari, dirigida por Rubén Adrián Valenzuela, también se hizo cargo del menú del Gambrinus, adoptando la misma filosofía pero con otro diseño.

Pasada la euforia olímpica, la zona entró en un lento declive, aumentado por la falta de infraestructuras: los restaurantes no tenían lavabos, había que salir al exterior y usar los públicos instalados en el parking, los vecinos se quejaron del ruido, la zona derivó hacia las copas y el ocio nocturno...

Tras diez años de actividad, el 13 de mayo de 1998 el Ajuntament decidió no renovar las licencias de hostelería, los restaurantes fueron cerrando y se desmantelaron las instalaciones para dejar el paseo despejado.

Cuando el Gambrinus cerró, Ferré vendió la gamba al Institut de Paisatge Urbà del Ajuntament de Barcelona. En diciembre de 2004, después de ser restaurada, volvió a su lugar, que ahora, libre de las instalaciones del restaurante, ofrece su costillar para apoyo de la gamba y paseo de la gente.

Mucha gente pensó que el nombre del restaurante hacía referencia a la escultura, cuando no tiene nada que ver. Gambrinus es el nombre de un rey alemán. El senador romano Tácito escribió en el año 98 una breve historia de un pueblo bárbaro que vivía al norte del Rin. Citó a sus reyes y a los hijos de éstos, entre los que estaba Gambrivii, cuyos descendientes fundaron la nación de los Gambrivios. Todo el tema quedó olvidado hasta 1425, cuando una copia del escrito localizada en una abadía llegó a Italia.

Ahí empezó a ser traducida, interpretada y reelaborada, asegurando que un hijo de Gambrivius llevó el conocimiento de la cerveza a Alemania tras convertirse en el amante de la diosa egipcia Isis, país original de la cerveza. Un error tipográfico lo convirtió en Gambrinius y un poeta elaboró toda una leyenda en doce poemas alrededor de él y la cerveza. 

La leyenda se fue entretejiendo con personajes reales, con títulos nobiliarios (Orden del Lúpulo), folclore de distintos lugares, hasta que en 1868 Charles Deulin escribió, dentro de la colección Cuentos de un bebedor de cerveza, la historia de Gambrinus, rey de la Cerveza, consolidando el nombre para siempre. 

Gambrinus ha perdurado tanto en la memoria colectiva como para tener fecha propia en el calendario: el 11 de abril.


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